El próximo domingo será definido el futuro político del Perú, a través de las Elecciones Congresales Extraordinarias 2020; las cuales se han desarrollado dentro de un marco cuestionable: un golpe de Estado, inestabilidad económica y una crisis en la clase política causado por la falta de liderazgo y capacidad en el Poder Ejecutivo.
En el 2018, previo al referéndum, solo el 41% de peruanos había decidido por quien iba a votar, esto, hasta el 27 de noviembre; de lo que podríamos concluir el 59% de peruanos tomó su decisión 10 días antes del plebiscito demagógico que planteó Martín Vizcarra. Además, cabe destacar que hasta la misma fecha el 69% no se había informado de manera correcta sobre las cuatro reformas, lo que trae lugar a cuestionarse si era o no un «voto consciente».
Por su parte, en el referéndum los peruanos en dos semanas o se volvieron conocedores de las propuestas vizcarristas o continuaron en el lúgubre sendero de votar «Sí, Sí, Sí, No», al ritmo de todos los peruanos, que un año después a gritos aclamaban las nuevas elecciones, debido a que el 82% estaba a favor de forma póstuma cuando aprobaban la gestión de Vizcarra post Golpe, la cual volvió a caer sin parar los meses siguientes.
Ahora, a dos días de las elecciones extraordinarias, el peruano parece no haber cambiado su interés político. El 65% no ha decidido por quién va a votar y el 51% tiene poco o nada de interés. Siendo así, ¿por qué pedían tanto el cierre inconstitucional del Parlamento Nacional?. Es incongruente en las democracias y solo demuestra que el país posee un accionar coyuntural.
Las elecciones se manifiestan en el marco de un juego totalitarista light, en las cuales podría como no haber fraude y jamás lo sabríamos pues es ilegítima una acción celebrada por quienes tienen una vocación claramente totalitarista y que, además, saben que ese totalitarismo es inexistente a ojos de quienes celebran el populismo, a ojos de la gran mayoría de peruanos.
En fin, hemos de ver más allá de lo evidente para entender la realidad de los sucesos, caso contrario votaremos por partidos «republicanos», de «izquierda democrática» o que no son «ni de izquierda ni de derecha», palabras usadas para confundir al electorado.
*Todas las estadísticas fueron obtenidas de Datum Internacional.