Tal cual su nombre lo indica el índice de democracia mide el estado de, valga la redundancia, democracia en un determinado lugar y año. Si bien este es un índice ligado a lo político, existen efectos directos e indirectos. Asimismo nos sirve de alcance para evaluar la situación nacional y reconocer nuestras debilidades sean relacionadas al pluralismo, participación, cultura, funcionamiento o libertad civil, las cuales son sus categorías.
Los cambios del coronavirus
El índice demuestra que la pandemia ha dejado estragos al rededor del mundo, especialmente en América Latina en cuanto a democracia se refiere. Hablando de la crisis en la pandemia hablamos a la par de una crisis del sistema de salud pública. Tal es un sistema debilitado reflejado en la dificultad de ejecutar una correcta administración social así como agravar tendencias de gobierno tecnocrático o de medidas coercitivas.
El impacto es sin duda negativo, reflejando las debilidades del Estado y fragmentando a la población; hechos comunes en países como el nuestro. Según el propio informe la necesidad de aplicar medidas autoritarias se ve más ligada a la confianza que las personas tengan del propio Estado. Tristemente, combinar estos factores en un panorama tan arriesgado, resulta de un pésimo desempeño.
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La caída del Perú
En la región y el propio país, el índice cayó en todas sus categorías. Esto refleja el descontento público con el manejo de los gobiernos de la pandemia, que amplificó una tendencia preexistente de creciente escepticismo sobre la capacidad de los gobiernos democráticos para abordar los problemas de la región y de la creciente tolerancia gobierno autoritario. Tiempos dificiles implican medidas dificiles, es lo que dicen. El compromiso cada vez más débil de América Latina con una política democrática la cultura ha dado lugar al crecimiento del populismo, visto sin excepción en campañas electorales a lo largo y ancho de la región.
No sorprende encontramos en la posición 71 (14 puestos menos), promovida por una pobre cultura política, un cuestionable desempeño del gobierno y de una baja participación política. Perú tuvo quizás el peor desempeño desde 2006, fecha de creación del índice. Pese a tener un promedio mejor al mundial, nuestro gran error es no participar en política activamente. Un círculo vicioso que parte desde la propia desconfianza.
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Consecuencias económicas
La coyuntura nos muestra las consecuencias de hechos vistos con anterioridad. Y es que solo es la otra cara de la misma moneda, donde el reflejo de lo que solo son simples números es un motor inestable de la economía nacional. La última crisis ministerial por ejemplo, expone las fragilidades de las instituciones del país. Cuestionados nombramientos y bajo desempeño de la transparencia, ligada a una alta percepción de corrupción en el territorio nacional se muestran como evidencias de esta baja institucionalidad. (que va de la mano con un bajo valor en todos los campos del índice)
Según expertos es recomendable retomar esta institucionalidad fiscal perdida, ya que su importancia radica en un crecimiento de largo plazo. No solo las buenas acciones del Banco Central nos van a salvar, y la propia incertidumbre por todo lo escrito impactaría en expectativas que de alguna manera terminaría alejando el importante incentivo de inversión, que en nuestra economía representa ese motor estable que deseamos (en términos de largo plazo).
“La inversión privada es el principal generador económico y por ello las expectativas e incertidumbre política juegan un rol influyente. Nadie toma decisiones en medio de la duda y la desconfianza, por ello se espera que en los próximos meses haya un panorama más claro para observar”
Victor Fuentes, Economista Jefe del IPE.
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