Era 1981 cuando el diario italiano Il Messaggero publicó una insólita noticia: Jorge Luis Borges no existió. Una gran foto del argentino acompañaba al irónico titular: “El inexistente”. La fuente citaba al suplemento literario del semanario francés L’Express y describía que el autor, conocido con ese nombre, no era más que la invención de un grupo de escritores, entre los cuales destacaban Adolfo Bioy Casares, Manuel Mújica Láinez y Leopoldo Marechal.
Naturalmente, la noticia generó una tormenta en la opinión pública. No obstante, ¿quién había sido el responsable de negar deliberadamente la existencia del célebre escritor? La nota había sido publicada por primera vez en la revista de extrema derecha Cabildo y pretendía ser una broma literaria urdida con jocosidad por Aníbal D’Angelo Rodríguez. Bajo el seudónimo de Dan Yellow, el argentino escribió un extenso artículo sobre la inexistencia de Borges.
“He dudado mucho antes de escribir esta carta. Pues lo que voy a informarle en ella es algo capaz de desestabilizar la cultura argentina, de provocar pánicos en masa, motines callejeros, quiebras de medios de difusión, infartos múltiples, suicidios colectivos y otros males que me reservo”, comenzaba a relatar en la nota titulada “Borges no existe”.
Según narra divertido, a mediados de la década del 20, Leopoldo Marechal había inventado el seudónimo de Jorge Luis Borges para un artículo que no quería firmar. Una vez que surgió el nombre, consideró oportuno crear una personalidad para darle vida. A este juego se sumaron más tarde Bioy, Mújica Láinez y otros. “Y pasó lo mismo que con Frankenstein: el monstruo tomó vida propia y sobrepasó a sus creadores”, agregó.
La noticia fue reproducida y las críticas hacia la revista comenzaron. De esta forma, el ánimo fue apagado rápidamente por quienes no supieron reconocer la “broma genial”, como más tarde la definiría – con tono de indignación – Antonio Caponnetto.
Como fue narrado en el diario español El País, Cabildo lamentó que mientras en Argentina y en el mundo pasaban cosas trascendentales de las que se informa, pero que apenas merecen comentario, su broma periodística originara un revuelo total. “Como un periodista imbécil de L’Express insistía en hacer gala de su incapacidad para el goce de la auténtica ironía y del género ficto, e insistía en llamarnos mentirosos, le remitimos una carta abierta poniéndolo en su lugar”, comentaba Caponnetto.
El episodio mereció, aún años después, escritos como el del célebre autor italiano Antonio Tabucchi. “La información era tan borgeana que se volvía divertida -incluso pensé enseguida que detrás de ese rumor no podía estar otro que el propio Borges”, relataba.
La creencia de que al mismo autor le hubiera resultado divertido el episodio recae en las repetidas referencias a la inexistencia que él mismo alimentó. Ese año, en una entrevista publicada en El País, a propósito de la anécdota, se le pregunta sobre su existencia:
— Borges, usted existe o…
— Nada, nada, amigo mío; lo que le he dicho: no estoy seguro de nada, no sé nada. Imagínese que ni siquiera sé la fecha de mi muerte (…)
Para Tabucchi, “el rechazo por Borges de su identidad personal no es tan solo una actitud existencial llena de ironía, sino más bien el tema central de su obra narrativa”. “Yo creo que Borges quiere decir (…) que el escritor es, ante todo, un personaje que él mismo ha creado. Si queremos sumarnos a su paradoja y aceptar jugar su juego, podemos decir que Borges, personaje de alguien llamado como él, no existió jamás”, explica.
En ese sentido, no queda más que decir feliz cumpleaños 121 al hombre que jamás existió, pero que, aún en la muerte, vive. “El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”.