¿Puede Latinoamérica convertirse en un ejemplo de estabilidad, gobernabilidad y desarrollo en el futuro? La realidad es que los diferentes pueblos de Latinoamérica comparten muchas similitudes culturales, raciales y económicas. Sin embargo, la convivencia regional no ha sido la mejor. Por ejemplo, actualmente el gobierno peruano es acusado de ilegítimo por los presidentes de Colombia, México y Bolivia, y casi toda la región condena las acciones y la legitimidad del gobierno venezolano. La falta de estabilidad política nacional puede identificarse como el principal desafío, algo que parece reflejar una sensación general de malestar en toda la región que se extiende a la población en general. Cuando alguien hace una declaración pública o un comentario sobre las vicisitudes de un país latinoamericano vecino, la reacción es rápida y negativa. El país objeto del comentario o declaración se defiende inmediatamente amparándose en los principios de soberanía, jurisdicción interna y no injerencia en sus asuntos internos. Sorprendentemente, en una época en la que la mayoría de las naciones intentan construir una comunidad global, afloran viejos sentimientos nacionalistas, incluso entre los pensadores y diplomáticos más internacionales. Desde esta posición, guardan celosamente su gobierno independiente y su derecho a la autodeterminación, al tiempo que desaprueban cualquier noción ajena a su país proferida por ciudadanos o analistas vecinos.
Para resolver este problema latinoamericano, han surgido varias propuestas de desarrollo regional. En el pasado, estas propuestas apuntaban a la creación de una gran potencia continental unificada que pudiera rivalizar con Estados Unidos, las potencias europeas y la desaparecida Unión Soviética. Una de las visiones más peculiares y complejas de una Latinoamérica unida es el concepto de Indoamérica de Víctor Raúl Haya de La Torre, inspirado en el pensamiento futurista de José Vasconcelos. Según Vasconcelos, Latinoamérica representa una oportunidad para que la humanidad desarrolle una «sociedad universal». Su idea de una “raza cósmica” proponía la unión de amerindios, caucásicos de origen europeo y descendientes de africanos traídos a Latinoamérica. Vasconcelos veía esta unión como un medio para acabar con todos los conflictos raciales y sociales. De lograrse, Vasconcelos creía que esta unión racial y política iniciaría una revolución espiritual que establecería una identidad única sin fronteras, a la vez que proporcionaría una nueva base social y cultural para el futuro desarrollo de la humanidad.
Inspirado por Vasconcelos, Haya de la Torre propuso la unión política de los pueblos latinoamericanos para formar los Estados Unidos de Indoamérica, un proyecto político que crearía una entidad regional fuerte y lo suficientemente poderosa como para hacer frente y desafiar la influencia económica y política de Estados Unidos. Para lograrlo, imaginó un movimiento político intercontinental con el nombre de Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Este movimiento establecería enclaves políticos en todas las naciones latinoamericanas bajo la misma bandera ideológica. Una vez unidas, estas naciones colaborarían entre sí para desarrollar, avanzar y proteger los intereses de la región.
Con el tiempo, el proyecto no consiguió la tracción suficiente para organizar plenamente estos enclaves políticos. Hoy, su legado latente sigue encarnado en un único partido político en Perú a través del Partido Aprista Peruano. Hasta la fecha, los intentos más cercanos de desarrollar un proyecto similar, aunque más limitado, han sido la creación de MERCOSUR y la Alianza del Pacífico –este último siendo el gran proyecto intercontinental ideado por el segundo gobierno del aprismo–, organizaciones que fomentan la cooperación económica regional a través de tratados multilaterales. Pero el talón de Aquiles persiste: las políticas individuales y distintas de las naciones que componen estas organizaciones las condenan a seguir siendo pequeñas, políticamente divididas, y les impiden crecer hasta convertirse en el tipo de poderosa alianza regional que en su día imaginaron Vasconcelos y Haya de la Torre. Sin embargo, sigue existiendo un importante debate sobre si tal proyecto es viable y beneficioso para Latinoamérica a medio y largo plazo.
En nuestro escenario político internacional en rápida evolución y cambio, creo que se justifica un estudio más profundo del fenómeno de la integración latinoamericana, incluyendo sus marcos teóricos e ideológicos, así como su contexto y conflictos perennes. Desde esta perspectiva, impulsé durante mi tiempo en la Universidad de Oxford la necesidad de concurrir a la investigación de la integración latinoamericana a través de las lentes del proyecto de Haya de la Torre inspirado en la idea de Vasconcelos, las causas que impidieron que se hiciera realidad y su legado económico, político y social para nuestro tiempo. En este esfuerzo académico, busqué volver a la idea original, a la visión de una región con una identidad política y étnica unificada, modernizada de tal manera, con el beneficio de la retrospectiva, para que pueda desarrollar y aportar políticas reales, aplicables en el contexto latinoamericano e internacional actual.
Mejorar las relaciones y la integración de las naciones y los pueblos de Latinoamérica puede ser una herramienta importante para lograr la estabilidad individual de todos los países de la región. De ser así, el proyecto indoamericano original de Haya de la Torre no habría sido el final de todo, sino otro capítulo aún por escribir en la historia de Latinoamérica. De hecho, ¿qué podría ocurrir si se dieran las condiciones adecuadas?
En el escenario mundial, las uniones regionales han adoptado diferentes formas en respuesta a distintas necesidades. Yo no descartaría que Latinoamérica pudiera formar una en el futuro. A apenas una veintena y cuatro años del final del segundo milenio d.C., no hemos llegado al fin de la historia ni entrado en una era de extinción, como muchos científicos y estudiosos han afirmado desde finales del siglo XX e incluso antes. El cambio climático, las innumerables protestas debidas a las dificultades económicas y las consiguientes crisis políticas demuestran que aún son muchos los retos a los que se enfrenta Latinoamérica y que merecen un estudio cuidadoso y meticuloso. No descartaría que pudiera existir una amenaza o motivo que impulsara a las naciones de Latinoamérica a unirse y establecer una sólida potencia intercontinental. El sueño de Haya de la Torre sigue vivo.