La semana pasada, un informe de inteligencia de los Estados Unidos de América develó el desplazamiento de 175.000 soldados rusos, miles de tanques de combate y más de 100 grupos tácticos a lo largo de la frontera ruso-ucraniana. La investigación estadounidense daría a conocer una posible intervención militar rusa en Ucrania. Esto ocurrió tras los rumores del gobierno de Kiev de adherirse al bando de la OTAN y también acercarse a la Unión Europea (UE).
Desde Moscú, el gobierno de Vladimir Putin ha mostrado su preocupación por estas insinuaciones. Cabe destacar que, durante el conflicto entre Ucrania y Rusia, se terminó con la decisión del gobierno ruso de anexarse Crimea. En aquel entonces, la situación jugó a favor de Putin; asegurándole su popularidad a gran escala como el líder capaz de llevar las riendas del país con mayor extensión territorial global. Uno de los éxitos de su permanencia por casi tres décadas al mando del Kremlin ha sido descubrir los puntos débiles de sus adversarios de occidente. Sin duda, ha sabido aprovecharlos al momento de plantear su política exterior.
No obstante, la crisis económica que Rusia atraviesa ocasiona que, paulatinamente, vaya decreciendo la confianza y aprobación de Putin en un sector de la población. Esto puso en duda su capacidad al mando del país. Algunos expertos en política internacional coinciden en que la decisión de movilizar tropas a la frontera con Ucrania representaría una nueva jugada estratégica del mandatario para asegurar su figura en la política exterior; tal como ocurrió con la anexión de Crimea. Mientras que otros la consideran arriesgada. Si occidente reacciona a favor de Ucrania, iniciarían sanciones económicas por parte de Estados Unidos y la UE. Esto resultaría desastroso para la economía rusa, representando un revés para la popularidad de Putin.
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Si bien el Kremlin ha negado que el desplazamiento de sus tropas signifique una futura intervención sobre Ucrania, no niega su total desacuerdo en que Ucrania se adhiera a las filas de la OTAN, siendo una amenaza para la hegemonía Rusia. Ucrania fue parte de la antigua Unión Soviética. Tras su independencia en 1991, ambos países aún comparten la misma historia milenaria desde la fundación de la Rus de Kiev; punto de partida de los pueblos eslavos en esta parte de Europa.
Por lo pronto, el presidente estadounidense, Joe Biden, ha mostrado su preocupación por las acciones que el Kremlin viene tomando. Desde Washington, Biden anunció que no se le permitirá a Putin imponer una línea roja para con los Estados Unidos sobre la situación en Ucrania. Por lo pronto, Estados Unidos y Rusia han confirmado que lo último que quieren es que la situación desencadene en una guerra. A pesar de que la idea de acercarse a la Unión Europea resulte atractiva para el gobierno de Kiev, no sería lo mismo para algunas economías europeas ante las repercusiones que generaría con el Kremlin. Estos aún dependen del petróleo y gas que Rusia les proporciona.
En conclusión, se espera que tanto Rusia y Estados Unidos retomen un nuevo diálogo desescalado, en el cual también participe Ucrania, donde los tres actores colaboren por encontrar políticas que beneficien a los tres; y que asegure ante todo el respeto a la hegemonía rusa y la anhelada estabilidad económica que busca Kiev. Aunque son muchos los intereses que se ponen en juego, no deben olvidarse que los cimientos para la construcción de una política internacional se deben producir; evitando cometer los mismos errores del pasado, incluso el pasarse por alto el orden internacional como lo hizo Rusia con Crimea en 2014 y que planea volver aplicarlo para evitar perder el control sobre Ucrania.
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