Hace dieciséis días, el presidente de la república, manifestó que la cuarentena terminaría el domingo 10 de mayo, lo dijo con tono triunfalista, como si estuviera derrotando a la pandemia, como si acaso el lunes 11, el COVID-19, dejaría de circular en nuestros distritos, en nuestros mercados, en nuestro país. Pensé entonces que habría sido irresponsable levantar el estado de emergencia en un momento cuando ni siquiera habíamos llegado al tan repetido “pico” de contagios. En Loreto, en Lambayeque, aquí nomás, en Lima, en el Callao, nuestros hospitales colapsaron ¿Sería diferente a partir del lunes con miles de peruanos, expuestos en las calles, con “permiso del gobierno”? Por supuesto que no. Afortunadamente, el Ing. Martín Vizcarra y sus ministros atendieron las sugerencias de los especialistas y, el viernes, anunció la extensión por dos semanas más de la cuarentena.
Frente a eso no faltaron las voces opositoras al gobierno que empezaron a criticarlo no solo por ineficaz sino porque su decisión ponía en manifiesto “el espíritu dictatorial que está oprimiendo a la población, en un confinamiento cuya aspiración no es por salud sino por el afán de controlarnos desde el poder político”. Quien suscribe la presente es un convencido que el presidente no tiene la más mínima idea de lo que debe ser un plan para administrar la crisis, sobre todo porque teniendo reservas, liquidez, sus ministros y el tan promocionado Comando COVID no han logrado resultados que demuestren lo contrario. Increíblemente, los hospitales de Lambayeque y Loreto no tienen ni personal ni oxígeno. Pero de allí a exigir que se termine la cuarentena, sabiendo lo que eso significaría en una población que no está poniendo de su parte para evitar la ola de contagios, es mucho más que irresponsable. Que lo pidan Phillip Butters y Jaime Bayly, aunque cuestionable, no me sorprende porque ninguno ha tenido experiencia de gobierno, pero que lo exija Ricardo Belmont, dos veces alcalde de Lima, no solo es irresponsable sino siniestro.
El ex alcalde afirma que no está haciendo política y “le agradece a radio Exitosa por darle la oportunidad de ponerlo frente a un micrófono para hablarle al pueblo”, sin embargo, pecha a los líderes políticos por no dar, “como él”, la cara en este momento de pandemia. El ex alcalde argumenta que no sabe cuál es su futuro, pero hace poco menos de tres meses estuvo anunciando el inicio de su gira política en Chiclayo. Contrario a Belmont, considero que valerse de esta crisis no solo es ruin, sino cobarde y, más cobarde aún, azuzar a la población para que le exija al gobierno el fin del estado de emergencia.
Menos mal, Vizcarra ha prolongado hasta el domingo 24 de mayo esta cuarentena. Muy bien, ojalá y ahora todos pongan de su parte porque de qué sirve el ejército en las calles, el policía cada cinco cuadras, si miles desacatan el aislamiento. ¿Tan difícil es entender que no podemos salir todos los días? “Necesitamos trabajar para comer”, dirán muchos. De acuerdo, yo también necesito trabajar para comer, pero esta es una guerra y tenemos que aprender a sobrevivir en un estado de guerra. Sé que son muchas las familias en situación precaria, pero todos, TODOS, tenemos que hacer el esfuerzo. Se trata de la vida, el COVID-19 no es un juego. Al ejecutivo le corresponde ser más efectivo con el depósito del bono universal, a los municipios realizar bien su trabajo y a los privados nos toca hacer lo propio. Pongámonos todos la camiseta.
Este es un momento para demostrar de qué estamos hechos. Somos el segundo país latinoamericano con mayor cantidad de enfermos, pregunto: ¿Argentina es mejor que nosotros? ¿Chile es mejor que nosotros? ¿Colombia es mejor que nosotros? ¿Bolivia es mejor que nosotros? Miremos a nuestros hermanos de Latinoamérica, si ellos pueden, nosotros también. O jugamos todos o perdemos todos, así de simple y de sencillo. Estamos en guerra, entendamos de una vez la magnitud de la pandemia y evitemos caer en el oportunismo de los necios, de los agitadores de ventana que, ahora, ayudarían más no provocando la irresponsabilidad y el desorden. Lo que suceda con nosotros a partir del 24 de mayo, dependerá de nuestra prudencia, de respetar los protocolos, de cumplir con nuestras propias reglas de prevención y de defensa.