El Gobierno sueco y sus autoridades sanitarias se distinguieron desde el principio de la pandemia por no someter a la población a un confinamiento. Además de las escuelas primarias, todo el comercio, empresas, restaurantes, bares y cafés estuvieron activos. Ahora, la totalidad de su sistema escolar abrirá, sin recomendar ni obligar el uso de mascarillas, pero recomendando otras medidas como el distanciamiento y el lavado de manos.
Anders Tegnell, epidemiólogo del Estado sueco, y principal responsable de las medidas para enfrentar el coronavirus, explicó que “a diferencia de otros países, Suecia no ha cambiado sus recomendaciones. No usamos la mascarilla, y las escuelas funcionan como de costumbre». Él y otras autoridades sanitarias no ven una razón que los obligue a cambiar de estrategia, ya que consideran que la eficacia de las mascarillas no ha sido confirmada, advirtiendo que las mismas pueden ser mal utilizadas, contaminando al usuario.
«Hay al menos tres informes de peso de la Organización Mundial de la Salud, del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades y de The Lancet que cita a la OMS, que afirman que las pruebas científicas son débiles«, explicó Tegnell.
Sin confinamiento
En casi todos los países, la cuarentena fue una medida directa para disminuir la expansión del coronavirus. Este no fue el caso de Suecia, donde las restricciones de movilidad no fueron absolutas, aunque evidentemente el transporte hacia los países vecinos fue restringido, las personas gozaron de movimiento en sus ciudades.
Tegnell señala que la decisión de poner en cuarentena al país, no hubiera traído con seguridad una disminución de los casos; pero que sin duda hubiera traído grandes consecuencias a la salud pública. Señalando que el cierre de las escuelas traería grandes efectos en la salud de los niños, a corto y a largo plazo. Asimismo, la salud de las personas que se hubieran quedado sin trabajo. Antes de tomar esa decisión, “también tenemos que conocer cuáles son los efectos negativos de la cuarentena”.
La tasa de mortalidad
El número de fallecimientos por covid-19 en Suecia es de 55 muertes por cada 100 mil habitantes. Sosteniéndolo por debajo del Reino Unido e Italia, pero mucho más alto que Noruega y Dinamarca. El Dr. Tegnell, explica las estadística diciendo que la densidad urbana en Suecia es mucho mayor a la de sus vecinos, además de la gran cantidad de población inmigrante en sus ciudades.
Y que, el sistema de conteo de muertes, a diferencia de otros países, ha sido muy riguroso. Asimismo señaló que aún es difícil establecer un total, ó una comparativa, porque los países se encuentran en diferentes etapas de la epidemia. Por el momento, mientras en otros países se habla de segundas olas o brotes epidémicos, en Suecia los números han disminuido considerablemente. “Ha sido un éxito”, señala el médico.
También indicó que el número de fallecimientos no está directamente conectado al número de casos. Existen otros factores que influyen en el número de muertes, como el número de adultos mayores, el funcionamiento del sistema de salud, la capacidad de las áreas de cuidados intensivos, y qué estrato de la población recibe la infección. El doctor indica que la Tasa de Mortalidad por Infección es similar a la gripe: “entre el 0.1% al 0.5% de las personas infectadas”.
Vivir con la enfermedad
El especialista cree fervientemente que la idea de la erradicación, la misma que ha tomado fuerza en distintas partes del mundo, no es una opción viable. “Puede que la enfermedad se erradique a largo plazo con una vacuna; sin embargo, si vemos otras enfermedades similares, como la gripe y otras enfermedades respiratorias, no estamos ni cerca de erradicarlas, a pesar de tener la vacuna. Creo que esta es una enfermedad con la que tendremos que aprender a convivir”.
Para Tegnell, es vital mantener las tasas de mortalidad bajas, pero que las medidas severas que se están utilizando en otras partes deben ser estudiadas. “¿Vamos a producir más muertes con otros medios, que con la propia enfermedad?”. La discusión que se está tratando de resolver no solo involucra suprimir una enfermedad, sino en pensar a la salud pública como un todo, y no como una fracción. Incluso antes de ser un mundo globalizado, deshacerse de una enfermedad como esta no ha sido posible.
El dilema de las mascarillas
La autoridad sueca, señala que la evidencia científica de la eficacia del uso obligatorio de mascarillas se mantiene “débil”. A pesar de la imposición que cada vez más países realizan de diferentes maneras, “aún no se ha visto ninguna nueva evidencia, lo que es un poco sorpresivo”. Para Suecia, mantener la distancia es una mejor manera de controlar la enfermedad que poner mascarillas en la gente, ya que las mascarillas podrían generar una falsa sensación de seguridad, provocando que las personas crean que pueden salir enfermos a la calle. “Nuestro punto de vista, es que eso definitivamente produce una mayor expansión de la enfermedad”.
La inmunidad de rebaño
Estudios de anticuerpos sugieren que un gran porcentaje de la población sueca ahora es inmune. “Hemos visto una disminución considerable del número de casos, es claro que el desarrollo inmunológico ha tenido que ver con ello”. Sin embargo, hay pequeños estudios que informan que el contagio con la covid-19 no asegura anticuerpos en algunos casos. Por otro lado, hay grandes evidencias de que infectarse por segunda vez es extremadamente raro. “Ahora sabemos que con una gran inmunidad en la población es mucho más fácil controlar los rebrotes, que cuando no se tiene a nadie con inmunidad entre las personas”.