Entre toda la parafernalia de la calle y los medios, la cuestionable labor de las instituciones de nuestro sistema electoral, y una pandemia que parece haber retrocedido un paso para avanzar tres, quisiera destacar un hecho que, sin pecar de generosos, podemos decir que es la mejor noticia de los últimos días. Hablo de las 2 millones de vacunas que el gobierno de Estados Unidos, encabezado por Joe Biden, se ha comprometido a enviar al Perú en calidad de donación.
Sin duda recibir 2 millones de vacunas más de las que se tenían previstas, y en un tiempo relativamente rápido, viene como lluvia en el desierto. Pero, ¿se han puesto a pensar qué hay detrás de ello?, ¿es que tanta generosidad es gratuita o simplemente a los estadounidenses les sobran las vacunas y están empezando a regalarlas para atender a quienes no puedan visitarlos?, ¿cómo podríamos entender la posición del Perú, el país con peor tasa de mortalidad en el mundo?
Hace pocas semanas, en la Cumbre del G7, Biden declaró: «Estados Unidos será el arsenal de vacunas en nuestra lucha contra el COVID-19, así como Estados Unidos fue el arsenal de la democracia durante la Segunda Guerra Mundial». Sin ánimo de tentar el tono bélico, que indiscriminadamente se ha usado en el control de la pandemia en países como el nuestro, es conveniente mencionar que el acto de Washington puede leerse en términos de poder —o sea, en clave de política internacional—.
En principio, la declaración de Biden podría parecer pura retórica; sin embargo, en este pequeño espacio consideramos que esa lectura es insuficiente. Si bien lo que vivimos ahora no es una guerra en lo estricto, pues no hay dos bandos realmente enfrentados, tampoco es posible afirmar que el mundo está atravesando por procesos de relacionamiento del todo armoniosos. Es necesario tener en cuenta que estamos viviendo una etapa de transición del orden mundial, y por esto no me refiero a cuentos de conspiración internacional, sino al equilibrio de poder y la posición e interacción de las principales potencias mundiales. Por tanto, la pandemia es el acto, pero la obra empezó algunos años antes del 2020.
Ahora, es necesario tener en cuenta que, con la administración Trump, Estados Unidos se alejó considerablemente de sus aliados históricos, así como de los temas de agenda internacional en los cuales era uno de los protagonistas (lucha contra el cambio climático, defensa de la democracia, defensa del libre comercio, por ejemplo). Y esto se hace especialmente evidente en su relación y desinterés por América Latina, teniendo en cuenta que de por sí, desde inicios del siglo XXI, la región no es prioridad para la política exterior de Washington. Ante este vacío, otras potencias -las denominadas potencias emergentes- empezaron a adquirir cada vez mayor relevancia. El caso más resaltante de ello es sin duda China, pues el gigante asiático ha venido afianzando rápidamente sus relaciones con el mundo en desarrollo, como lo son los países latinoamericanos.
Entonces, el hecho de donar una enorme cantidad de vacunas debe de enmarcarse en lo antes mencionado. Hay que dejar en claro que no negamos la existencia de móviles como la generosidad o el compromiso con la salud pública, pues sería mezquino; pero creer que tales razones son las principales sería realmente insuficiente, y persistir en ello significaría una miopía tremenda. La llamada «diplomacia de vacunas» es una herramienta de política exterior, una vía de las potencias para relacionarse con terceros países, sobre todo con aquellos de menores capacidades, a fin de ganar legitimidad, mejorar su imagen y aumentar su poder blando. Lo hace China, lo hace Rusia y lo hace Estados Unidos.
Y en todo esto, ¿cómo ubicar al Perú? Pues habría que partir por lo mencionado líneas arriba: somos el peor país del mundo en tasa de mortalidad por COVID-19. Entonces, de plano ayudar al país más golpeado con una enorme donación directa de vacunas —pues esos dos millones no han pasado por el mecanismo COVAX— deja mucho más que bien al donante frente al mundo. Pero eso no es todo. Nuestro país está atravesando por un proceso electoral en el que ninguno de los dos posibles ganadores sería del total agrado para Washington. Mientras a Keiko se le compara con Trump por su accionar frente a las elecciones, Castillo levanta temores por su cercanía con personajes ligados al narcotráfico y al terrorismo, y por sus formas improvisadas, radicales y poco democráticas. De esta manera, acercarse al Estado como tal, y no solo a algunos de los posibles gobiernos entrantes, retornaría para el donante una ganancia política. Solo pensemos, ¿qué percepción tendría una persona de a pie al ser vacunada con una dosis que regaló Estados Unidos, país donde todos aquellos que pueden y quieren van a inmunizarse?
Y hay un último elemento que quisiera recalcar ampliando el lente y comprendiendo esta donación hacia el Perú en términos de alta política internacional. Las vacunas chinas fueron las primeras que arribaron a suelo peruano. Sin embargo, bien conocemos que con esas vacunas llegaron también escándalos de corrupción y cuestionamientos a su eficacia —muchos de ellos fundados—. Entonces, hay un mensaje de superioridad que se desea dar, tanto en términos de efectividad de la vacuna como en la inexistencia de cuestionamientos en el proceso de donación. Pero, sobre todo, hay que tener en cuenta que el gigante asiático es uno de nuestros principales socios, por lo que nuestro crecimiento económico depende significativamente de nuestras relaciones económicas, y los volúmenes de inversión en infraestructura y logística dentro del marco de la iniciativa Belt and Road son cada vez más grandes. En este sentido, Washington ya ha anunciado su deseo de invertir en infraestructura en toda América Latina, lo cual puede entenderse como una respuesta al accionar chino y cristaliza una incipiente y aún suave pugna por influencia. Acercarse al Perú y ayudarlo en su lucha contra la pandemia allana el camino para estrechar aún más otros vínculos.
De esta manera, el Perú, país fuertemente golpeado por el virus y por el actuar de sus políticos, se constituye como un destino más que atractivo para la generosidad de la aún principal potencia mundial en su histórica zona de influencia, América Latina.