Hace pocas semanas, el Gobierno alemán anunció que está próximo a proponer la legalización del cannabis de uso recreativo en su nación. El proyecto, según el canciller Olaf Scholz, convertiría al país teutón en uno de los pioneros de Europa en hacerlo. A continuación, Diario El Gobierno te trae el análisis de la situación de legalización —o, en algunos casos, despenalización— del consumo de esta sustancia.
Lo que viene en Alemania
El plan que tiene como meta final la legalización del cannabis recreativo se cerró tras un acuerdo por parte de la coalición gobernante en Alemania. El proyecto nació de la percepción de la actual administración sobre la «ineficiencia» de la prohibición que existe sobre el consumo de esta sustancia. Como fue argumentado por Karl Lauterbach, ministro de Salud alemán, el estatus de ilegalidad sería sustituido por una fuerte regulación del mercado del cannabis. Además, incluiría un impuesto añadido a su venta, encima del ya existente impuesto general.
También resulta interesante la regulación del contenido de componentes psicoactivos del cannabis. Como es sabido, el Tetrahidrocannabinol (TCH) es el componente psicoactivo más importante de esta sustancia. Por lo que, de ser legalizado, el contenido a la venta también sería rigurosamente vigilado. Según Lauterbach, este plan ya fue enviado y aprobado por la Unión Europea, y ya se encuentra en carpeta para ser debatida próximamente en el Bundestag. Finalmente, se adicionó que se espera que la aprobación de este proyecto se dé, a más tardar, en el 2024.
Vale la pena, sin embargo, mencionar que la propuesta no está absuelta de críticas. Klaus Holetschek, ministro de Sanidad de Bavaria, señaló que esto sería «peligroso» para Europa, porque nacería el temor de que Alemania se convierta en un destino de turismo cannábico. Lo que es más: la preocupación se suma al hecho de que, a la fecha, solamente Malta ha legalizado totalmente el consumo de esta sustancia.
LEE TAMBIÉN: Líderes mundiales se reúnen en la COP 27
El inverosímil caso Holandés
En contraste con algunas ideas preconcebidas sobre la situación legal del cannabis, en Holanda este tipo de sustancias no han sido totalmente despenalizadas ni son legales. Lo que ha sucedido en ese país —desde los años 70— es lo que en neerlandés se conoce como «Gedoogbeleid» o «política de tolerancia». Esto último es producto de —primero— la clasificación legal entre drogas «duras» y «suaves», y la priorización de la persecución de ciertas drogas que han sido calificadas como «más peligrosas» principalmente por su efecto en la salud. Dicho de otra forma, se han relegado los esfuerzos de penalizar a las de «baja peligrosidad». Esta concentración de esfuerzos en perseguir drogas duras ha llevado a que en Países Bajos se cree una cultura de tolerancia respecto a la venta de drogas suaves, tales como cannabis, ciertos hongos alucinógenos, alcohol, etc.
Así nacieron, en esa línea, los conocidos «coffee-shops», pequeños locales donde la compra y consumo de drogas es aceptado. Si bien son en esencia toleradas, generalmente están sujetas a una fuerte regulación. Entre las regulaciones impuestas se encuentra el hecho que solamente se puede vender, por persona, hasta 5 gramos al día (una cantidad mayor sería considerado como venta para micro-comercialización). Por su parte, la tenencia máxima por local es de hasta 500 gramos en cualquier momento.
LEE TAMBIÉN: Una batalla vital para Biden: Las elecciones de medio mandato
No representa una solución
Aun así, la «cultura de tolerancia» generada alrededor del consumo del cannabis y otras drogas ha generado en Holanda diversas críticas producto de la apertura que esta ha generado a, por ejemplo, la existencia de productos sintéticos derivados del cannabis con un mayor contenido de THC. Estos derivados, conocidos como «cannabinoides sintéticos», serían no solamente más baratos de producir, sino que —al ser más fuertes en contenido— generarían mayor tolerancia en consumidores asiduos, distorsionando así el mercado de productos regulados.
A su vez, se ha criticado que la tolerancia hacia las drogas suaves no ha apoyado en reducir la presencia de drogas duras en Holanda. Esto es particularmente notorio dada la creciente presencia del narcotráfico internacional —especialmente de la mafia de origen marroquí— en el país. Sin embargo, lo anterior está también ligado en buena parte al hecho de que Holanda tiene el puerto de Róterdam, el mayor puerto de Europa, volviéndolo un «hub» para el ingreso de mercadería ilegal hacia el continente europeo. De allí que Países Bajos ha llegado a ser considerado «el primer narco-estado de Europa» por diversos medios del continente.
LEE TAMBIÉN: Acto de racismo en el Parlamento francés genera rechazo
El caso de Uruguay
El pequeño país sudamericano, sin embargo, representa un caso emblemático de la legalización del cannabis recreativo. La iniciativa nació, en 2010, del entonces diputado —hoy, presidente— Luis Lacalle. Posteriormente, el debate llevó a la aprobación de la legalidad de esta sustancia en 2013. De entonces Uruguay ha permitido la venta de hasta 10 gramos semanales por persona en farmacias autorizadas. En tanto, el auto-cultivo es autorizado, tanto personalmente como en «clubes» de cultivos, siempre que esté debidamente registrado.
El principal comentario positivo que se hizo al legalizar el consumo en su totalidad es que evitaba al narcotráfico de hacerlo. Justo en este contexto, el presidente de ese entonces, José Mujica, se pronunció a favor de la ley, señalando que el problema es «el narcotráfico» y no el cannabis en sí. Adicionalmente, en una columna publicada en el 2017 por el Diario El Comercio, el periodista y escritor peruano Santiago Roncagliolo apoyó esta nueva realidad en Uruguay. Aquella vez, Roncagliolo sustentó que al finalizar la lucha contra el Cannabis como droga ilegal, el Estado uruguayo le arrebataría al narcotráfico un negocio que produce cerca de 30 millones de dólares americanos por año.
Dicho arrebatamiento también limitaría la posibilidad del narcotráfico de acceder a su «caja chica», dada la facilidad que la producción y venta de cannabis representa. Posteriormente, la medida también tendría un efecto positivo en la lucha contra el narcotráfico mismo. Por poner un ejemplo, entre el 2010 y el 2017 dicha guerra costó la vida de más de 150 mil personas solo en México. Si se analiza en retrospectiva, el resultado hoy solamente ha empeorado.