El caso de la democracia en Estonia es hoy uno de los más interesantes en el panorama electoral reciente del viejo continente. La semana pasada, la pequeña república báltica llevó acabo elecciones para decidir la composición de su nuevo parlamento. Esta elección sucedió no solo en medio de la guerra en Ucrania, sino también en el auge de candidaturas alineadas con la derecha populista. En Estonia, sin embargo, parece haberse movido contra la corriente, en comparación al resto de la región.
Estonia y el contexto tenso
En el año 2021, el entonces premier Jurii Ratas, se vio obligado a renunciar producto de un escandalo de corrupción. Este relacionaba a su partido (Partido del Centro) con favorecimientos a empresas constructoras en desarrollo de proyectos inmobiliarios en el centro de Tallin, la capital. Producto de esto, Kaja Kallas, lideresa del Partido de la Reforma (Liberal) es invitada a formar gobierno. Tras lograr acordar con el partido de su antecesor, logró volverse en la primera premier mujer en el país Báltico. Sin embargo, esta coalición tuvo una corta vida.
Al iniciar la invasión rusa en Ucrania, el Partido del Centro se distanció de su socio, forzando a Kallas a formar una nueva coalición en Junio del 2022. Esto último se debe, entre otras razones, a la cercanía percibida por la población de este país que el partido del ex-premier Rattas tiene con la comunidad Rusófona de Estonia, la cual compone cerca del 25% de la población del país e incluso habita, primordialmente, en las regiones fronterizas con el gigante euroasiático.
A raíz de esto, Kallas logró rápidamente formar una coalición con el Partido Socialdemocrata y el Demócrata Cristiano Isamaa, a la vez de volverse una vocal partidaria de la inserción de Ucrania a la Unión Europea, llamándolo incluso un «deber moral» para la región.
Tiempo de elecciones
Como mencionamos anteriormente, Europa se encuentra, hoy por hoy, en una proliferación de candidaturas y partidos con discursos que van desde una fuerte retórica anti-inmigración (llegando incluso a bordear la Xenofóbia) y con fuertes componentes nacionalistas, llevando a la legitimidad de la Unión Europea a ser cuestionada en varias ocasiones. Basta con ver, por ejemplo, el ascenso al poder de la colación de centro-derecha en Italia, liderada por Giorgia Melloni, o lo ya consolidado en Polonia por el partido de gobierno PiS. Sin embargo, la actitud frontal de Kallas, política de inclinación liberal y pro-europea, frente a la invasión de Ucrania, pareció fortalecerla tanto a ella, como a su partido y los demás partidos que habitan en el centro del espectro político, un fenómeno contra intuitivo si se siguen las tendencias en el viejo continente.
El resultado de la elección fue prueba de lo anteriormente propuesto. El partido de la Reforma logró no solamente concretar su posición como la primera fuerza política del país, sino también logró imponerse en 10 de las 12 circunscripciones electorales, a la vez de ganar 3 curules más en el Riigikogu, el parlamento Estonio. Adicionalmente, Estonia 200, otro partido de corte liberal, se posicionó como la 4ta fuerza electoral del país. Esto es incluso más sorprendente dado que esta elección fue su primera experiencia en las urnas.
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Los perdedores y el resultado final
Por otro lado, fueron la Derecha y el Partido del Centro (ligado a la comunidad Rusófona) los grandes perdedores de la jornada electoral. El caso del partido del ex-premier Rattas es deducible. Producto de su percibida cercanía con Rusia, al partido se le castigó severamente en la urnas, perdiendo 10 asientos en la cámara. A esto se suma la pérdida de 2 asientos del Partido Popular Conservador (EKRE), partido conocido por su retórica anti-europea, ligado principalmente a su afiliación al grupo parlamentario europeo de extrema derecha Identidad y Democracia.
Como se mencionó antes, estos resultados demostraron algo francamente atípico en el contexto europeo de hoy. El electorado de Estonia demostró tener una tendencia de moverse hacia el centro político y pro-europeo. Esto, claro está, puede deberse a la cercanía y a subsecuente percepción de peligro que Rusia genera en la población, pero no deja de ser un caso sorprendente en un continente donde el auge de partidos populistas parece estar, cada vez más, a la orden del día.
E-Estonia y las elecciones: Votar por internet
A Estonia, a su vez, se le conoce en la comunidad internacional por ser un pionero absoluto en la transformación digital de servicios públicos. Esto ha llevado a este país a estar en la vanguardia de diversas industrias relacionadas a la tecnología e informática. Esto incluso le ha dado la posibilidad, desde el año 2014, a ciudadanos de otros países a obtener una residencia virtual en Estonia. Estos han podido acceder a los servicios y regulaciones que Estonia otorga, llevando a un fortalecimiento en las inversiones provenientes del extranjero.
Este extremo desarrollo de servicios online logró que los procesos electorales ocurran de manera virtual. Esto último, claro está, para aquellos que no puedan acercarse a un local de votación físico. En esta elección se demostró esta capacidad única en el mundo, donde cerca de la mitad de los votos se emitieron de forma online. A su vez, este tipo de votos representaron casi el 70% de los votos totales emitidos en favor del partido de Kallas. Sin embargo, esto fue blanco de críticas igualmente. EKRE (partido que recibió solo un 28% de sus votos de manera online) criticó fuertemente este sistema. Junto a los partido de Extrema Izquierda, acusaron al sistema de «lleno de faltas técnicas y anomalías«, pidiendo así que se anule la elección. Sin embargo, tras una resolución de la corte suprema de Estonia, se desestimó este pedido.