Tras unos resultados divididos este domingo 02 de octubre, que no consiguieron definir el destino del gigante sudamericano, la realidad no podría verse más polarizada. La segunda vuelta de estas elecciones en Brasil se disputan entre un candidato que ha sido definido como «outsider» y uno que encarna el ala más tradicional del socialismo latinoamericano.
La contienda ahora es entre una derecha mediática y una izquierda cuestionada. Ambos candidatos tienen antecedentes y polémicas, lo cual genera incertidumbre e implica que, gane quien gane, el impacto en la gobernabilidad será considerable. Sin embargo, ello no es lo que atañe al presente artículo, más allá de polémicas o de simpatías y adversidades, es necesario evaluar su impacto en la región.
Brasil es el país más grande de sudamérica, mueve un PBI que ronda los USD$ 1.5 billones y posee una demografía inmensa. Asimismo, en su territorio se encuentra gran parte de la jungla más grande del mundo, la amazonía. Por tanto, tiene una de las principales industrias madereras. Además, mantiene una enorme frontera terrestre que comparte con casi todos los países de la región -exceptuando Chile y Ecuador- de la cual comparte 2995 km con Perú.
Lula vs. Bolsonaro: Los cambios que implican.
Está claro que Brasil es muy influyente en la región, pudiendo marcar las tendencias políticas en América del Sur. Por ende, hay que entender estas elecciones como un hito crucial en el futuro político del continente.
Por un lado, el retorno de Lula Da Silva a la Alvorada implicaría un repotenciamiento del socialismo latinoamericano. Otros gobiernos que oscilan entre el centroizquierdismo y la izquierda en la región verían en Lula un aliado, un mecenas que les proveerá de nuevos medios para ganar reelecciones o preservar su popularidad y un nuevo líder para iniciativas internacionales desarrolladas bajo el pensamiento y los valores que defienden esta «izquierda rosada» latinoamericana. Mandatarios como Boric (Chile), Petro (Colombia), Fernández (Argentina) o Arce (Bolivia) podrían establecer vínculos de cooperación inmensamente beneficiosos tanto a nivel bilateral como multilateral.
Bolsonaro, en cambio, beneficiará a los bastiones de centroderecha y derecha que aún quedan en la región. Sin embargo, a diferencia de la tendencia colaboracionista de Lula, es muy posible que Bolsonaro mantenga su actitud aislacionista. Aún así, ante un posible cambio hacia la derecha de la región, es muy posible que Bolsonaro se acabe convirtiendo en un actor protagónico. Otros gobiernos de derecha -y particularmente aquellos con esa derecha mediática y polémica- pueden apoyarse en Bolsonaro para reforzar su popularidad. Jefes de gobierno como Lacalle Pou (Uruguay), Lasso (Ecuador) o Abdo (Paraguay) podrían reforzar vínculos comerciales y políticos en caso de que el mandatario sea electo.
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Sobre el futuro y la política
Brasil claramente marcará esta tendencia y el tiempo la definirá. Independientemente de que sea Lula o Bolsonaro quien retome sus deberes en el cargo, se debe recordar que la política está en constante cambio. Aunque en estos momentos no se ha decidido aún cuál tendencia imperará en el escenario político de Brasil, las apuestas parecen mirar a Lula como ganador. Sin embargo, en la política las tendencias son cíclicas, y dependerá del ganador que su pensamiento alcance un mayor o menor arraigo.