Luego del anuncio del presidente de la Federación Rusa Vladimir Putin, donde reconocía la independencia de las autoproclamadas repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk en la región del Donbás al este de Ucrania, las tensiones diplomáticas se han vuelto a agudizar entre estas dos naciones, generando zozobra mundial en los países de occidente.
El mandatario ruso ordenó el despliegue de tropas militares hacia estos territorios con la justificación de mantener la paz ante cualquier intervención de resistencia por parte de Kiev. Desde el 2014, estas dos regiones de la zona del Donbás han sido controladas por grupos pro rusos y han mostrado su simpatía por el Kremlin, situación que tanto la Unión Europea y los Estados Unidos miran con preocupación, tras la decisión repentina del Kremlin de reconocer su independencia. Esto significa una violación del derecho internacional en referencia a la soberanía nacional de un país y el desconocimiento absoluto de los tratados de Minsk de 2014 entre la Federación Rusa y la República Ucraniana, cuya finalidad era detener cualquier conflicto bélico a futuro en la zona del Donbass.
El presidente ucranio Volodímir Zelenski ha solicitado a la ONU, el apoyo internacional mediante la aplicación de fuertes sanciones contra Rusia y la intervención de una mayor acción diplomática a nivel internacional, para frenar los planes azuzadores de Moscú contra Kiev.
La respuesta de occidente frente a las acciones de Moscú no se ha hecho esperar. Alemania, Reino Unido y Estados Unidos han anunciado una serie de sanciones económicas y medidas políticas contra altos funcionarios del gobierno ruso. Entre las medidas adoptadas, están la cancelación del gran proyecto de gaseoducto Nord Stream 2 desde Rusia a Europa por el mar Báltico; así como sanciones a bancos e inversiones rusas en Europa, lo que significaría un traspié para la economía rusa.
Vladimir Putin está aprovechando la situación actual para poner en discusión una renegociación con Estados Unidos y Europa referente al orden geopolítico surgido tras la guerra fría y que en décadas atrás Rusia no lo hizo debido a que su situación política interna era compleja y diferente a la actual con él al mando. Si a eso consideramos la actuación de un Estados Unidos cuyo liderazgo internacional se ha visto debilitado con la figura de su presidente Joe Biden, tras el retiro de tropas en Afganistán, y que actualmente enfrenta un desafío económico frente al posicionamiento de China. Ello deja una oportunidad abierta para que Rusia renegocie su hegemonía política en Europa, demostrando que aún desea mantener su línea roja frente a la OTAN, la cual comienza desde Ucrania y que no es un punto negociable para el Kremlin.
Vale la pena destacar que hay una población ucraniana que es más afable hacia occidente y desea acercarse a la UE, ante las ventajas que despierta para sus intereses. Mientras que hay otra parte de la población de la zona este de Ucrania que es allegada a Rusia, y que no se siente identificada con las decisiones de Kiev. Recordemos que Ucrania alcanzó su independencia en 1991, tras la disolución de la Unión Soviética, junto a otras catorce repúblicas exsoviéticas. En términos históricos, Ucrania juega un rol geográfico y estratégico para Rusia, debido a que fue su frontera con Occidente, y el hecho de que se confirme su acercamiento hacia OTAN, representa una amenaza para su seguridad geopolítica.
A pesar del llamamiento de toda la comunidad internacional para que cesen las hostilidades entre Rusia y Ucrania, el inicio de ataques militares rusos en la zona del Donbás ya inició. Por ende, solo queda que la comunidad internacional reaccione enérgicamente condenando la decisión tomada por Rusia y mediante presiones se levante el ataque y se retome la diplomacia y se ponga fin a este conflicto iniciado por Rusia.
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