El 31 de agosto de 2024, Brasil amaneció sin acceso a la popular plataforma X, anteriormente conocida como Twitter, en una medida sin precedentes que ha sacudido el panorama digital del país. Esta drástica acción fue el resultado de una orden judicial emitida por el juez Alexandre de Moraes del Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil, basada en lo que describió como el «incumplimiento reiterado, consciente y voluntario de las órdenes judiciales y de las multas diarias impuestas» a la compañía dirigida por Elon Musk. El conflicto, que tiene sus raíces en una investigación iniciada en julio de 2021 sobre milicias digitales que buscaban socavar las instituciones democráticas, ha escalado rápidamente en los últimos meses, transformándose de una disputa legal en una crisis que pone en tela de juicio los límites de la libertad de expresión en la era digital.
De la disputa legal a la censura digital
La tensión entre Musk y las autoridades brasileñas alcanzó un punto crítico en abril de 2023, cuando el magnate se negó a cumplir con las órdenes del Supremo de eliminar perfiles vinculados a la derecha bolsonarista, argumentando que tales acciones atentaban contra la libertad de expresión. La situación se agravó en agosto de 2024, cuando Musk anunció el cierre «inmediato» de la filial de X en Brasil, citando las «órdenes de censura» de De Moraes como motivo principal. El 30 de agosto, tras un ultimátum de 24 horas para asignar un representante legal en Brasil que X decidió ignorar, De Moraes emitió la orden de suspensión «inmediata» de la plataforma en el país.
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Alcance y detalles de la orden judicial
La orden judicial de De Moraes fue exhaustiva en sus demandas: no solo requirió que los proveedores de servicios de Internet en Brasil bloquearan el acceso a X, sino que también estableció multas diarias de 50,000 reales (aproximadamente 8,900 dólares) para cualquier persona o empresa que intentara evadir el bloqueo mediante el uso de redes privadas virtuales (VPN). Además, en un movimiento que sorprendió a muchos, ordenó la congelación de los fondos de Starlink, otra empresa de Musk, para servir como garantía de las multas impuestas a X. La orden incluso se extendió a gigantes tecnológicos como Apple y Google, a quienes se les pidió bloquear la oferta de aplicaciones de VPN en sus tiendas virtuales en Brasil.
Repercusiones inmediatas
Las consecuencias del bloqueo fueron inmediatas y de gran alcance. Millones de usuarios brasileños se vieron obligados a migrar a plataformas alternativas, con Bluesky reportando la adición de un millón de nuevos usuarios en solo tres días. El impacto no se limitó al ámbito social; Bill Ackman, reconocido inversor, advirtió que la decisión podría convertir a Brasil en «un mercado ininvertible», comparando la situación con acciones similares en China que llevaron a la fuga de capitales. Estas preocupaciones económicas contrastan con el respaldo político que la medida recibió del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien defendió la decisión de De Moraes argumentando que toda entidad que opere en Brasil debe someterse a las leyes del país.
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Contraataque de Musk
La respuesta de Musk no se hizo esperar. En un movimiento audaz, lanzó una cuenta verificada en X llamada @alexandrefiles, dedicada a «arrojar luz sobre los abusos de la ley brasileña cometidos por Alexandre de Moraes». Esta cuenta comenzó a publicar documentos que supuestamente demuestran cómo las órdenes judiciales violan la Constitución brasileña, elevando el conflicto a una nueva dimensión de confrontación directa entre el empresario y el sistema judicial brasileño.
Impacto social y democrático
El bloqueo de X, que contaba con aproximadamente 22 millones de usuarios en Brasil, ha tenido un impacto profundo en la forma en que los brasileños acceden a la información y participan en debates políticos y sociales. Muchos usuarios, especialmente jóvenes, han expresado sentirse desconectados de las noticias y eventos actuales, lo que plantea preguntas importantes sobre el papel de las redes sociales en la vida democrática moderna. A medida que el conflicto continúa desarrollándose, queda por ver cómo se resolverá esta tensión entre la regulación gubernamental y la libertad de expresión en el ámbito digital, un debate que sin duda tendrá repercusiones más allá de las fronteras de Brasil.