Este sábado, un atentado en Mogadiscio dejó un saldo de más de 100 muertos y 300 heridos. Al-Shabaab, organización terrorista que suele tomar a la ciudad de Mogadiscio como objetivo para sus atentados, reivindicó el ataque. Desde 2017, año en que dos coches bomba asesinaron a más de 500 personas, ningún atentado había sido tan mortífero. Somalia es un estado que ha experimentado un descenso dramático al caos y el conflicto interno, y que desde 2006 sufre el azote del grupo terrorista Al-Shabaab. Esta organización, asociada al grupo suní Al-Qaeda, ha causado múltiples estragos en la capital somalí.
El horror que los somalíes experimentan por los atentados de Al-Shabaab, sin embargo, no es el único que azota África. En Nigeria, es bien sabido que Boko Haram aún mantiene actividad, como dejan constancia sus recientes atentados en junio. En Mali, Ansar Ad-Din opera desde 2012. Asimismo, en Mali y en el Sahel opera también Jama’at Nasr al-Islam. Además, Al-Qaeda tiene una célula en el Magreb, y el Estado Islámico, en Libia. El terrorismo yihadista, por tanto, es una constante en la cuna de la humanidad, y particularmente en el Magreb, el Sahara y el Sahel, y el atentado en Mogadiscio, solo uno más de los horrores causados por esta «guerra santa» nacida del seno del más acérrimo fundamentalismo.
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El Yihadismo y el Islam
Pese a lo dicho anteriormente, hay que resaltar que el credo musulmán no tiene por qué llevar la carga que el Yihadismo supone. Los Sunitas y Chiítas no merecen cargar con el estigma de la radicalidad que caracteriza a sus congéneres Wahabíes (o Salafitas). La mayoría del mundo islámico repudia abiertamente el terrible actuar de estos grupos, casi en su totalidad compuestos por Wahabíes (considerados dentro del sunismo como una Secta). Los grupos radicales armados siempre han existido en perjuicio de todos, ya sean grupos ideológicos (como aquí lo fue el PCP-Sendero Luminoso), o religiosos, como Al-Shabaab. La lucha contra estos ha de ser con una respuesta frontal y unificadora, considerando que son considerados una amenaza tanto dentro como fuera de su religión. Asimismo, se debe evitar a toda costa generalizar o condenar abiertamente a un grupo por acciones de grupos aislados, pues es este odio el que nutre sus filas.