Cuesta imaginar a César Vallejo como periodista: hay un amplio trecho entre su elogiada palabra poética y el discurso sagaz y volandero de dicha profesión. Sin embargo, realizó esta labor para vivir desde la obligación del profesional; no como colaborador, como se dice actualmente, sino como uno de raza. Solo quienes están en el secreto de su obra Trilce, su decisivo libro de poemas de 1922 y en el carácter de este gran poeta, podrán percibir en las espaciadas crónicas que fueron enviadas al diario trujillano El Norte o al diario limeño El Comercio, algún eco de la actitud vital que lo caracterizó a lo largo de su profusa vida: exactitud y altura. El día de hoy, a 129 años de su natalicio, recordamos su estilo de prosa lleno de galope y musicalidad. Es pues la suya, la palabra afable, caliginosa y humana.
Vida y estudios
De origen mestizo y provinciano, Vallejo nació el 16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco, ubicado en una zona alta del departamento de La Libertad. Sus estudios primarios los realizó en el Centro Escolar N° 271, pero desde 1905 hasta 1909, estudió la secundaria en el Colegio Nacional San Nicolás de Huamachuco. En 1910, se matriculó en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Trujillo, debido a problemas económicos, tuvo que regresar a su pueblo a trabajar y ahorrar para luego continuar con sus estudios. En 1913, retorna a la ciudad de la eterna primavera donde se dedica a la docencia del primer año de primaria en el Colegio Nacional de San Juan, es allí que tuvo como alumno a Ciro Alegría, aquel niño quien más tarde se convertiría en una gran figura para la literatura del país.
La bohemia trujillana
Los primeros cuatro años en los que residió en Trujillo fueron los más enriquecedores de su carrera poética. Durante ese tiempo, llegó a formar parte de un grupo de intelectuales, artistas y líderes políticos que fueron referenciados como el Grupo Norte o “la bohemia trujillana”. Es ahí donde se reencuentra con Victor Raúl Haya de la Torre, el fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), con quien estudió el primer año de la carrera de Letras en la Universidad de La Libertad.
Este movimiento en el cual podemos encontrar a Antenor Orrego, Alcides Spelucín, José Eulogio Garrido, Juan Espejo Asturrizaga y Macedonio de la Torre, se trataba de un espacio renovador donde las inquietudes sociales y estéticas asociadas en principio con el modernismo se veían reflejadas en sus integrantes. Su principal objetivo: crear otro modo de hacer poesía y política. Sin lugar a duda, la prosa de César Vallejo y las reflexiones de Haya de la Torre fueron los puntos más altos del grupo.
La poesía de Vallejo: entre el dolor y la tristeza
En 1918, Vallejo ya empapado de los conocimientos de los personajes más selectos de la intelectualidad limeña, publica su primer poemario: Los heraldos negros, en el que las influencias modernistas, sobre todo de Rubén Darío, son puestas sobre la mesa. Esta es además, algún tipo de augurio de lo que será una constante en su obra: la solidaridad del poeta con los sufrimientos de los hombres.
Asimismo, con una personalidad dominada por un rasgo sumamente relevante: su acentuada sensibilidad ante el dolor, tanto para propio como el de los demás. Así como también, una profunda tristeza que empaña muchas de sus composiciones ya desde el arranque de la obra.
De la misma forma, aunque de una manera más radical, es la novedad de su segundo poemario: Trilce (1922), escrita durante sus tres meses y medio en la cárcel. El titulo es clave de la poesía vanguardista. Vallejo adopta el verso libre y rompe violentamente con la lógica y la sintaxis. Algunos poemas son difícilmente comprensibles para quienes tengan el honor de leerlo, pero otros, llegan a tal extremismo verbal que se encuentran al servicio de un choque emotivo.
Un poeta incomprendido
Hastiado de la mediocridad local, Vallejo coloca sus miras puestas en el Viejo Mundo, donde se embarca rumbo a París luego para no regresar más. Sus dos primeros años en Europa fueron de mucha estrechez económica, pues sus ingresos -siempre precarios- de 20 soles por cada texto que escribía, provenían del periodismo. Falleció el 15 de abril de 1938 irónicamente en un viernes santo, y no un jueves, como había dicho en su poema «Piedra negra sobre una piedra blanca», uno de los sonetos más famosos del autor.
Reflexiones finales
César Vallejo fue uno de los más grandes poetas de la lengua castellana; sin embargo, antes de su muerte, su obra poética fue por mucho tiempo silenciada. Disonante con la época, decidido a romper los cánones del momento, fue atacado con vehemencia por la crítica literaria nacional que lo señalaba como un escritor “irrespetuoso del buen gusto literario y la musicalidad prosódica”.
Con el paso del tiempo, su renovador lenguaje y su vigor poético, han ido ganando terreno en la poesía latinoamericana y su fértil sombra continúa extendiéndose sobre la literatura contemporánea. Si bien hasta el día de hoy sus obras son algo que quizás, como un encuentro inesperado, algunos no entendemos, ciertamente y con toda la razón, continúan conmoviendo a más de un ávido lector.