Hoy, sábado 1 de junio, El Salvador se encuentra en un estado de parálisis total, mientras la nación entera se prepara para presenciar el evento que marcará el inicio de un nuevo período presidencial de cinco años para Nayib Bukele. En un gesto sin precedentes, las autoridades han ordenado el cierre de calles, oficinas, comercios y demás actividades laborales.
El Congreso, dominado por el partido de Bukele, ha decretado un día feriado remunerado a nivel nacional. Todo con un solo propósito: que todos los ojos del país se fijen en la figura de Nayib Bukele, el hombre que gobernará los destinos de la nación centroamericana durante el próximo quinquenio.
Tras un mandato plagado de controversias y un proceso de reelección aún más polémico, Bukele orquestó una ceremonia de toma de posesión presidencial con un protocolo inédito en la era democrática de El Salvador. En primer lugar, las fuerzas armadas desfilaron frente al presidente reelecto. Luego, el estruendo de los cañones retumbó mientras centenares de militares marchaban con un paso casi perfecto hacia el Palacio Nacional, donde Bukele los aguardaba sonriente junto a su familia.
En medio del gentío que coreaba incansablemente «Bukele para siempre», el mandatario inició su discurso con las siguientes palabras: «Este es el momento más importante de nuestra historia reciente. Por fin, vencimos el miedo y somos un país libre», expresó Bukele en su apertura.
Sin perder tiempo, Bukele procedió a jugar su carta más fuerte: las pandillas
Una de las piezas centrales del discurso de Bukele fue su cruzada contra las pandillas. Recurriendo a una narrativa alegórica, el mandatario hizo un recuento de su estrategia de seguridad basada en el encarcelamiento masivo de los integrantes de las temidas maras en un centro penitenciario de grandes dimensiones. No escatimó en arremeter contra los gobiernos precedentes, a los que acusó de una incapacidad supina para afrontar y resolver este flagelo.
De esta manera, Bukele presento a El Salvador como un «paciente enfermo» y él como un médico capaz de curar el «cáncer» y «todas las enfermedades» que padecía: «¿Ustedes a quién harían caso? Al doctor que los curó de cáncer a los doctores que casi les matan y los estafaron. La sociedad salvadoreña es como una persona enferma aún, con muchas desde su nacimiento» dijo.
«Así como el doctor le dio la cura del cáncer al paciente pero para curarse debía seguir la receta, así también este pueblo salvadoreño tomó la decisión de seguir al pie de la letra y juntos nos libramos del cáncer de las pandillas» continuo el mandatario entre los vítores de la población allí reunida.
Asimismo, Bukele dejó en claro cuál será el objetivo primordial de su nuevo mandato: «Tenemos la enorme tarea de proteger como un león nuestro legado». Por lo que también exhortó a los salvadoreños a respaldar las «determinaciones» que adopte su gobierno, pero «sin quejarse» y haciendo oídos sordos a las voces de los «enemigos del pueblo».
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A pesar de gozar de un sólido respaldo popular, la toma de posesión de Bukele no ha estado exenta de controversia
Las polémicas que rodean a la reelección de Bukele se basan principalmente en que, si bien se ha logrado una percepción de mayor seguridad ciudadana, El Salvador ha experimentado un deterioro de los derechos humanos y un retroceso de las libertades civiles.
De esta manera, el presidente y su círculo de poder íntimo, integrado por sus hermanos, han logrado copar casi todas las instituciones estatales. Además, han forzado los límites de la Constitución para permitir que Bukele se presentara a la reelección, algo que anteriormente estaba vedado.
Para algunos, el hecho de que asuma un nuevo mandato pese a los frenos constitucionales convierte su investidura en una farsa. “Es completamente ilegal e inconstitucional”, dijo Ingrid Escoba, directora de la organización Socorro Jurídico Humanitario.
Asimismo, desactivadas las mafias locales por su férreo combate contra el crimen, Bukele se enfrenta en este segundo periodo a graves problemas económicos. La capital se ha llenado de construcciones imperiales, parques y estadios levantados durante su gestión y ahora toca saldar las cuentas.
Diversas figuras de la derecha internacional acuden a la investidura del mandatario
La investidura de Nayib Bukele en El Salvador congregó a una variedad de figuras de alto perfil internacional. La llegada del Rey Felipe VI de España generó una enorme expectación entre los asistentes. Después de él, hicieron acto de presencia los presidentes Javier Milei de Argentina y Daniel Noboa de Ecuador.
Sin embargo, una de las visitas más llamativas fue la de Donald Trump Jr., hijo del exmandatario estadounidense que recientemente fue condenado por utilizar fondos de su campaña electoral para comprar el silencio de una actriz con la que mantuvo una relación extramatrimonial. Esta presencia resulta particularmente elocuente, dado que Bukele suele recibir el respaldo de influencers de extrema derecha en Estados Unidos, quienes ven en él la personificación del ideal de mano dura y autoritarismo cool.
La nutrida concurrencia de líderes y personalidades en la toma de posesión de Bukele pone de manifiesto el creciente protagonismo del controvertido mandatario salvadoreño en el escenario regional e internacional, ya sea por afinidad ideológica o por su estilo de gobierno enérgico y polémico.
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