Después de que la autoridad pública haya determinado, en nombre de la redención y la buena conducta, que la sentencia de Antauro Humala ya ha finalizado, no tengo duda de que la política peruana ha descendido hasta llegar a la incompetencia. Tampoco tengo duda de que hace mucho tiempo las montañas dejaron de ser ricas; las tierras, hermosas; se extinguieron las risueñas playas; la raza ya no es noble ni humilde. De que la autoridad dejó de ponerle alma, corazón y vida a su patria no cabe duda, y tampoco que la pregunta de Zavalita, personaje de Vargas Llosa, sobre en qué momento se había jodido el Perú se responde por sí sola: cuando la sociedad lo permitió.
Es decir, es un error afirmar que el país y su contexto hacen a la sociedad: es la sociedad quien hace al país. Agustín de Hipona ya lo había sostenido: «No digas que el tiempo pasado fue mejor; los hombres son los que hacen tiempos mejores, y los viciosos son los que los vuelven malos». Ejemplo de ello es la Sociedad de Amantes del País, un grupo de ocho intelectuales que difundieron la historia, literatura, filosofía y, sobre todo, la realidad peruana mediante el Mercurio Peruano, cuyo aporte intelectual trascendió. Hipólito Unanue, secretario de la Sociedad, tuvo una ambición perenne de conocer la realidad peruana en sus más de cien materias, de las cuales resaltaron la Historia Antigua, la Historia Civil Moderna, la Geografía, la Historia Eclesiástica, la Literatura Peruana, la Política, la Educación Moral, la Economía Pública, la Agricultura, el Comercio, la Física, la Química, la Mineralogía, la Botánica, la Anatomía, la Medicina Práctica, la Historia Natural, las Bellas Letras, la Poesía y las Noticias Públicas.
Ser Amante del País es buscar signos vitales en el occiso cadáver llamado Perú, a fin de hacer tiempos mejores. Buscar signos vitales en medio de desgracias es una labor compleja –y más en un país donde pasan desgracias constantemente–, porque restaurar la realidad nacional supone conocerla, y ejemplo de ello es Hipólito Unanue. También lo es César Vallejo en su Trilce, Julio R. Ribeyro en su Gallinazo sin plumas, Mario Vargas Llosa en su premio nobel, Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales y Zavalita en la catedral, todos ellos trascendieron y son dignos de pertenecer a la Sociedad de Amantes del País.
Unanue podía tener la pretensión de remediar el país, porque lo conocía, esa es la característica del Amante del País. Pero ¿qué clase de autoridad tiene ese político de turno, sea de izquierda o derecha, que nada conoce del sistema que pretende reformar? Ninguna. Es mejor que empiece uno a preguntarse si es digno de pertenecer al grupo de Vallejo, Herrera, Baquíjano y Carrillo, Bausate y Meza, Olaya y De la Riva Agüero, si está uno predispuesto a soportar nuestros males y nuestros remedios con aroma a flor de la canela.