Quedan pocas horas para conocer si, finalmente, Perú logra, una vez más, la gran hazaña. La intriga, la desesperación y las ganas por conocer si la selección nacional conseguirá la tan ansiada clasificación a su segundo mundial consecutivo (el primero en 40 años), es inmensa. Sería la mejor conclusión para una travesía que comenzó fatídicamente, pero que los chicos de Ricardo Gareca supieron reconducir con creces.
Aunque aún falta un último escollo para poder confirmar si la ‘blanquirroja’ se hará con el último boleto para Qatar 2022, donde Túnez, Dinamarca y Francia esperan. Para reencontrarse con ambos países europeos, como si se tratase de un déjà vu, Perú deberá combatir, primero, contra un oponente al que ya enfrentó cuatro años atrás. Una Australia que, así como nosotros, ha cambiado. La cuestión es: ¿hasta que punto?
Aquella tarde memorable en Sochi
Pocos olvidarán lo que significó Rusia 2018 para el Perú. Sin importar que, contra Dinamarca (0-1) y Francia (1-0), el reencuentro con la Copa del Mundo haya resultado poco gratificante, no podíamos irnos sin alegrías. Coleros, con la garganta de gol tapada y hambre de ganar un partido luego de cuatro décadas, solo quedaba una chance para reponernos. Australia iba a pagar los platos rotos. En el ‘duelo por el honor’, la ‘bicolor’ salió vencedora.
De inicio a fin, la escuadra del ‘Tigre’ fue amo y señor del juego. Los entonces dirigidos por el neerlandés, Bert Van Marwjik, apenas reaccionaron al torrencial de fútbol que vislumbraban al frente suyo. Cada zarpazo fue mortal. La volea inolvidable de André Carrillo y el tanto de Paolo Guerrero nos dieron una victoria (0-2) que nos hizo marcharnos a casa con el corazón contento. Si en Perú esto significó la satisfacción de una labor bien hecha y la ilusión por volver a estas instancias, en el otro lado del mundo, las cosas fueron vistas de una manera muy distinta.
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Complicada etapa de transición
Para una selección con cinco mundiales disputados (cuatro consecutivos desde 2006), quedar últimos de grupo, por segunda vez seguida, resultó algo inadmisible. Era la última chance para que su ‘generación dorada’ culmine a lo grande una etapa histórica; por ello, el fracaso fue mayor. Así, este proceso de Australia fue tildado, unánimemente, como fracaso y Van Marwjik fue fulminado con solo cinco meses en el cargo. Asimismo, leyendas como Mark Milligan, Mile Jedinak, Robbie Kruse y Tim Cahill dieron un paso hacia el costado. Esto último fue algo controversial, puesto que los ‘socceroos’ dependieron, en exceso, de ellos durante las eliminatorias asiáticas.
Cahill, máximo goleador de la selección australiana de la historia (50 goles), y Jedinak, octavo en esa lista (20 goles), aportaron 11 y 10 tantos, respectivamente, en el camino a Rusia. De hecho, ambas figuras fueron determinantes en los momentos clave: en los play-offs asiáticos ante Siria (2-1), con el delantero anotando el doblete ganador, y, en la repesca intercontinental contra Honduras (3-1), en el que el mediocampista marcó el triplete que selló la participación mundialista. Lamentablemente, ambos capitanes acabaron mal su trayectoria internacional durante el mundial y posteriormente.
Por un lado, a pesar de anotar los únicos dos goles de Australia, Jedinak acabó retirándose del combinado oceánico acabado el torneo y colgó, finalmente, las botas a mediados de 2019. Cahill, por su parte, fue relegado al banquillo y solo jugó (40′) ante Perú, en lo que fue su último partido con su país. Mientras, Kruse tuvo un mal desempeñó en la cita, falló goles contra Francia y Dinamarca, que derivó en amenazas en las redes sociales y sus posteriores desconvocatorias. Quizás Milligan, que se retiró el año pasado, es a quién mejor le va: actualmente, funge de segundo entrenador en el Adelaide United.
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Nuevos rostros desde Rusia 2018 hasta Qatar 2022
Bajo ese legado desalentador y dubitante, Australia tuvo que hacer lo que mandan las leyes del balompié: seguir adelante. Sin los pesos pesados y algunos otros miembros que también perdieron fuelle, comenzó una reconstrucción suave que se nutra del legado mundialista que la anterior promoción dejó. Veteranos como Matt Ryan (30 años), Aziz Behich (31), Aaron Mooy (31), Jackson Irvine (29), Tom Rogic (26) o Mathew Leckie (31) asumieron galones. A la par, nuevos miembros como Bailey Wright (29), Martin Boyle (29), Ajdin Hrustic (25) y Jamie MacLaren (28) se han erigido como pilares.
En ese sentido, se formó un grupo que mezcle experiencia, de procesos anteriores, y nuevos jugadores, no necesariamente jóvenes, que tumben la puerta. Ayudó mucho, en este último caso, el trabajo del departamento de scouting, pues los ‘socceroos’ nacionalizaron hasta 6 jugadores para reforzar sus líneas. De estos, Karacic, Jeggo, Genreau, Mabil y Boyle son fijos en las listas. En otros casos, Rogic (6 goles en el proceso clasificatorio anterior y 1 tanto en este) retornó justo para la liguilla de clasificación. Sin embargo, asuntos personales hicieron que sea baja importante de cara al repechaje.
En total, la actual nómina de 29 convocados de Australia solo mantiene a 9 de los 23 futbolistas (Ryan, Vukovic, Sainsbury, Degenek, Behich, Mooy, Irvine, Leckie y MacLaren) que conformaron la expedición a Rusia 2018. Aquel plantel, según Transfermarkt, valía alrededor de 51.4 millones de euros, apenas 1 ‘palo’ superior al del plantel actual (50. 38 millones). Como dato no menos importante, escasamente, tres de sus figuras militaban en las cinco grandes ligas: Leckie (Hertha Berlín), Mooy, (Huddersfield) y Ryan (Brighton). No obstante, solo se mantienen en la élite el mismo portero australiano (Real Sociedad) y Hrustic (Eintracht Frankfurt).
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Una leyenda que busca revancha
Favorito a ocupar el puesto tras el despido de Van Marwijk, Graham Arnold tiene la oportunidad de lograr con Australia aquello que no pudo conseguir como jugador. Décimo máximo artillero histórico de los ‘dorados’ (19 goles en 56 encuentros), su mejor momento coincidió con la ‘maldición’ de su selección en los repechajes. La suerte, en definitiva, no estuvo de su lado ni de los ‘socceroos’: cayeron ante Escocia (2-0) en la repesca para México 1986; ante Argentina (1-2), para Estados Unidos 1994; y ante Irán (3-3) por gol de visitante para Francia 1998.
Exjugador del Royal Charleroi (ex-club de Christian Benavente), su primera experiencia en el banquillo de su país resultó catastrófica. Heredó una escuadra que disputó el mundial de 2006, mas, bajó su mandato, cosechó más derrotas (4) que glorias (2). No obstante, tras 14 años curtiéndose como técnico, el australiano figuró como el encargado de reconducir al gigante oceánico. En esta segunda etapa, se ha redimido con creces: en 28 partidos, ganó 18, empató 4 y perdió 6. Su pragmatismo le costó caídas que pudieron otorgar el pase directo hacia la Copa del Mundo y, ahora ante Perú, quemará todas sus cartas.
¿Diferencias entre su camino a Rusia 2018 y Qatar 2022?
En cuanto al desempeño de Australia en las eliminatorias asiáticas, existen más semejanzas que diferencias entre el camino hacia Rusia 2018 y Qatar 2022. De hecho, las pocas disparidades ocurrieron en cuanto fondo (confección de la plantilla, cambio de entrenador y rendimiento) antes que a la forma (resultados en las clasificatorias como tal). Y es que, podría decirse, se trazó, prácticamente, el mismo sendero.
De cara a la Copa del Mundo 2018, la gran generación de los ‘canguros’ protagonizó una primera fase de clasificación casi perfecta. Ganaron 7 de 8 partidos (perdieron 2-0 contra Jordania), marcaron 29 goles y recibieron 4. Obviamente, clasificaron líderes a la liguilla final, donde la dificultad aumentó. En el grupo B, se las vieron contra Japón, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Irak y Tailandia, acabando por detrás de los nipones y saudíes por menor diferencia de goles a favor. Debido a ello, tuvieron que jugar el play-off ante Siria, tercero del grupo A, y al que eliminaron en tiempo extra, antes de jugar el repechaje. En esa instancia, el cuadro de Oceanía aplicó experiencia para tumbarse (3-1) a Honduras y acceder al mundial.
Este último elemento de veteranía influyó mucho en el andar del nuevo pelotón encomendado a tener presencia en Qatar 2022. Mientras que la primera fase de las clasificatorias fue superada de manera invicta y con mejores números (28 tantos anotados y solo 2 encajados), se desinflaron a la hora de la verdad. Arabia Saudí y Japón volvieron a ser los grandes rivales en un grupo B que también conformaron Omán, China y Vietnam. Además de no competir ante sus más experimentados rivales, Australia falló en momentos puntuales y se vio relegado al tercer puesto con diferencia. La repesca asiática es historia conocida: los ‘canguros’ apuraron sus opciones ante Emiratos Árabes Unidos para poder alcanzar el repechaje.
Desempeño en el limbo
Podría decirse que la llegada de Arnold fue un bálsamo anímico antes que futbolístico para la selección australiana. Por lo menos en un inicio, cuando le tocó encarar la primera fase de clasificación. Inevitablemente, debía jugar contra selecciones muy inferiores, pero parecía que Australia daba los pasos indicados para anhelar con jugar el sexto mundial de su historia. La ‘preparación’ le sirvió a su seleccionador para decidirse por instalar un 4-2-3-1 compacto y vertical en la liguilla final. Un intento de relucir los atributos del seleccionado oceánico (la fiabilidad de Ryan bajo palos, el potente juego aéreo de su defensa, el talento de Hrustic y Leckie, y las incorporaciones desde la segunda línea) en lugar de sus mismos defectos.
Al principio, los resultados (3 victorias seguidas) justificaban la postura sencilla y práctica. Sin embargo, todo se vino abajo en cuanto tropezaron con la primera piedra (derrota 2-1 ante Japón). Desde entonces, el equipo transmitió la falta de temple y resiliencia necesaria para mantener su entramado y sostener ventajas en sus partidos. No obstante, sin duda alguna, extrañó más esa pizca de madurez que solía tener en los momentos cruciales. Aún contaban con chances intactas de asegurar un cupo directo al mundial. Japón y Arabia Saudí superaron, sin algún reproche, a una Australia que sabe a lo que juega y se esfuerza en ocultar debilidades (ofensivas y defensivas), pero que, hablando de juego y mentalidad, está lejos de sus más cercanos predecesores.