Ya pasaron 100 días desde la toma de mando de Pedro Castillo. Había dudas respecto a su idoneidad, pero todos coincidíamos -incluyéndome- en la reinante improvisación de un futuro gobierno liderado por el postulante de Perú Libre. Sin embargo, el futuro resultó ser mucho peor ¿Qué puede esperarse de un partido que reclama una amplia cuota de poder? Muchos caímos en el sueño de la reconciliación postelectoral, una utopía que permitiría la gobernabilidad y el equilibrio entre los tres poderes del Estado.
Se vislumbraba un gobierno de izquierda improvisado en las puertas de Palacio y, a su vez, un descontrol total en los puestos de confianza; pero, resignados, depositábamos nuestras esperanzas en una oposición aparentemente responsable, astuta y operante. Nada de eso pasó.
El espectáculo inició con la presentación del gabinete Bellido. Durante el debate de la cuestión de confianza, la atención giró en torno al uso del quechua o qué tan permitido era que el titular mascara hoja de coca en pleno hemiciclo. Se dejó de lado temas importantes como la idoneidad del resto de cabezas en los ministerios o las políticas de estado planteadas.
Podemos discrepar en el manejo económico o las ideologías políticas, pero es inaceptable que sentenciados por corrupción hayan tenido una participación tan decisiva. Este es el caso de las opiniones de Vladimir Cerrón en la conformación de la primera cartera ministerial. Personajes desconocidos por el propio Castillo fueron a parar dentro de un ministerio, pagando favores ajenos.
Tarde o temprano, todo cae por su propio peso. Bellido y su disconformidad con la democracia, Barranzuela organizando fiestas pese a las disposiciones sanitarias, entre otras joyas que no dejarán de aparecer. La elección de Mirtha Vásquez aparenta ser el balón de oxígeno que el Ejecutivo necesita a gritos. Aunque cuesta entender su elección de ciertas personalidades para las certeras de Interior y Transportes, mostró firmeza frente tras el escándalo liberado por Latina.
Recordemos que Perú ya había enfrentado una situación similar tras el período Humala: el temor por la victoria de un gobierno de izquierda radical. Sin embargo, la diferencia entre ambos es que el primero contaba con una hoja de ruta y avances concisos fuera de escándalos ministeriales. A pesar de ello, este miedo permaneció gracias al autodenominado nacionalismo que llegó al Ejecutivo con paso avisado desde las elecciones del 2011. Es así como el dólar subió, las proyecciones fueron en caída y muchos optaron por la moneda norteamericana para asegurarse frente a un futuro económico incierto.
Al final del gobierno humalista nada de esto pasó porque dicha hazaña vino acompañada de gestos, actos concretos, personas idóneas en los cargos de confianza y predictibilidad económica. No se puede dejar de lado que Castillo también hizo esfuerzos, pero inmensamente opuestos a los que Humala logró alguna vez. Ni la ratificación de Julio Velarde, ni la venta total de $10,289 millones por parte del BCRP impidió que el tipo de cambio pase de los 4 soles.
Actualmente, el panorama sigue siendo desolador. Las peleas dentro de Perú Libre recién empiezan a evidenciarse en el Parlamento, como ejemplo tenemos las posiciones contrarias tras la juramentación de quien consideran no apta para el cargo, Mirtha Vásquez. No podemos olvidar los pedidos de renuncia por parte del Congreso hacia el titular del MTC, Francisco Silva, tras ofrecer la destitución de las jefas de la ATU y la Sutran a un grupo de transportistas.
Un aspecto positivo de estos 100 primeros días es el proceso de vacunación, el cual impide que la pandemia siga sirviendo de excusa para no actuar. Ya es hora, señor presidente. Ya es hora de actuar para aliviar la carga moral, política y económica que ha puesto en las espaldas de los peruanos.