Las diferencias políticas entre China y Taiwán han sido muy complejas desde 1945. Históricamente ambas se disputaban por ser la auténtica China. Las tensiones políticas aumentaron tras el reciente anuncio del presidente chino Xi Jinping de concretar la unificación de la isla a su territorio.
Con una extensión geográfica de 36.000 km² , la isla taiwanesa se encuentra a solo 200 kilómetros de distancia de la gran China continental. A finales de la Segunda Guerra Mundial, se produjo la rendición de Japón, provocando que los japoneses devolvieran a los chinos la isla taiwanesa. Durante este periodo, China vivía una guerra civil entre los nacionalistas del Kuomintang liderado por Chiang Kai Shek y el movimiento comunista de Mao Zedong. Los comunistas lograron ganar la guerra civil y proclamaron la independencia de la República Popular China, el 1 de octubre de 1949.
A finales de ese año, Chiang Kai Shek logra refugiarse en Taiwán, seguido por sus aliados militares y empresarios de élites chinas simpatizantes del Kuomintang. En Taiwán se establece un gobierno nacionalista con sede en la capital, Taipéi. En 1945, Chiang Kai Shek firmó la Carta de las Naciones Unidas, asegurando el ingreso de China ante la ONU. Por lo tanto, el reconocimiento de la comunidad internacional a su gobierno tras finalizada la guerra civil contra los comunistas. Mientras que el gobierno que Mao Zedong instaurado en Pekín, era visto como ilegítimo para los ojos de la comunidad internacional.
Vale la pena destacar que este respaldo internacional no hubiese sido posible en pleno contexto de la guerra fría. Ante el temor de que Pekín lograse controlar Taiwán, los Estados Unidos de América mostraron su apoyo incondicional al régimen de Chiang Kai Shek. Esta política se mantendría hasta el gobierno de Nixon, cuando los Estados Unidos empezó a retomar sus relaciones con el gobierno comunista de Mao Zedong. Así nació la diplomacia del ping pong, cuando Nixon y Zedong conversaban por intereses políticos, más específicamente, para enfrentar a la Unión Soviética. Esto motivó el histórico viaje del expresidente Richard Nixon a China en 1972. No obstante, Estados Unidos nunca desprotegió a Taiwán, calificando de riesgosa cualquier intervención proveniente de Pekín y que afecte la integridad de la isla.
De esta manera, la ONU reconoció al gobierno de Mao Zedong como el único legítimo de China ante dicha organización internacional. Años después, Estados Unidos reconocerían a la República Popular China, junto a un considerable número de países que fueron cambiando su postura sobre Mao Zedong. Actualmente, solo quince países reconocen a la República de China (Taiwán), como el único gobierno oficial en dicho país asiático. Nueve de ellos son de América: Guatemala, Nicaragua, Honduras, Haití, Paraguay, Belice, San Vicente y las Granadas, San Cristóbal y Nieve y Santa Lucía. Actualmente, la República Popular China rechaza tener relaciones oficiales con estos países, luego que estos reconozcan la soberanía de un gobierno regional que forma parte de su territorio.
Taiwán proclama ser un estado soberano, con una constitución propia y un ejército militar preparado para defenderse ante cualquier amenaza proveniente del exterior. Pekín ha realizado todos los mecanismos posibles para ofrecerle a Taipéi una autonomía significativa similar a la que tiene con Hong Kong, pero con la condición que formalice su anexión a su territorio. Una propuesta que siempre ha sido rechazada por los diferentes gobiernos de Taiwán. En 2005, China aprobó una “ley antisecesión” con la que confirma su derecho a recurrir a medidas violentas en caso que Taiwán insista en su separación o independencia.
El pasado 9 de octubre del presente año, durante su discurso por la conmemoración del 110º aniversario de la revolución Xinhai, el presidente Xi Jinping, apeló a todos sus compatriotas chinos residentes en Taiwán, para que se pongan de parte de la unidad del país, afirmando que nadie debe subestimar la capacidad y voluntad del pueblo chino para defender su soberanía. A raíz de ello, los primeros días de octubre del presente, aviones de la fuerza aérea china han realizado una serie de incursiones dentro de la zona de identificación de Taiwán, lo que ha elevado la preocupación de los habitantes de la isla y de la comunidad internacional.
Si a esto se le anexa las tensiones internacionales surgidas del nuevo acuerdo de defensa AUKUS entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, que permitirá a esta última nación dotarse de 8 submarinos de propulsión nuclear. Una eminente crisis
internacional podría desencadenarse a corto plazo. No obstante, algunos internacionalistas afirman que una intervención forzada de Pekín sobre Taipéi no tendría éxito, a raíz de que las relaciones económicas e inversiones entre ambos han sido muy estrechas y fructíferas en los últimos años y de llevarse a cabo sería perjudicial para la propia economía china.
Por último, nada garantiza que China no vaya aplicar su ley antisecesión en caso que los taiwaneses opten declarar la independencia. Si China logra ceder en este caso, una amenaza similar podría darse a futuro con Hong Kong. El hecho de una incursión aérea sobre la zona de Taiwán, es una advertencia alarmante para los taiwaneses y que pone en alarma a varias naciones, cuyos intereses económicos se verían afectados de producirse la paralización económica en Taiwán. Estados Unidos ya inició una guerra comercial con China y si la tensión se torna al ámbito político, la diplomacia del ping pong podría congelarse para ambas naciones.