El regreso de las milicias talibanes con la toma de la capital de Kabul apertura la continuación de una historia decadente que nos mantiene expectantes por la incertidumbre en la política de Afganistán. Sin embargo, no solo se trataría de política, también de dinero. Las consecuencias desfavorecedoras no solo se desarrollarían en el contexto político, ya que también se prevé un gran impacto en la economía del país y en el ingreso de las familias.
La nube de incertidumbre cubre la luz de la fortuna
«Moldeada por la fragilidad y la dependencia de la ayuda». De está manera fue descrito el panorama económico afgano antes de la toma de poder de los talibanes por el Banco Mundial; puesto que, en 2019, la cifra de ayuda al desarrollo presentó un 22 % equivalente al ingreso nacional bruto (no es lo mismo que el PBI). Es decir, equivalente al total de los ingresos que ganan las familias y empresas de Afganistán.
La pobreza de dicho país es crónica y generalizada, además de vulnerable por parte de los talibanes afganos. Cuando comenzó el covid-19, el 24 % de la población de Pakistán vivía por debajo del umbral de pobreza nacional tomando en cuenta que la población de Afganistán es menor del 20 % de la de Pakistán. Sin embargo, a la fecha mencionada Afganistán tenía al 47,3 % de su población viviendo por debajo del umbral.
La pobreza, de hecho, no es la única manifestación de marginación sistémica en Afganistán. A pesar de que en la última década el porcentaje de la población femenina de más con 15 años con empleo ha aumentado drásticamente, la cifra de la participación femenina en la fuerza laboral es bastante bajo en comparación de las cifras, igual de preocupantes, de India (21 %), Pakistán (25 %) y otros países del sur de Asia.
La política e inversión
Luego de 20 años y casi un trillón de dólares invertidos, el presidente Biden ordenó la retirada del ejercito estadounidense teniendo como consecuencia la entrada del taliban al gobierno de Afganistán mediante un golpe de Estado. Esto aumenta la dificultad de que una futura asistencia financiera pueda ser recibida por Afganistán.
La situación política puede afectar aún más la frágil economía del país. Los graves problemas de corrupción son un obstáculo para las inversiones empresariales. Inversiones como las «greenfield»; es decir, inversiones desde cero, no se han vuelto a dar desde el 2014.
La economía afgana cada vez más indefensa
La estructura económica del país depende del limitado gasto público a través de impuestos y financiamiento externo. Ante este shock político-económico se paralizó toda actividad económica como servicios públicos de salud y educación afectando directamente el bienestar de los ciudadanos afganos.
Además, en esta situación inflacionaria, con una reducción del crecimiento económico por las sequías y la poca posibilidad de inversión extranjera por parte de China y Rusia, se puede advertir que el flujo de capital que podría generarse en el interior del país sea de origen ilícito dada a la inestabilidad actual.
Un país mineral y agricultor
A pesar de ser un país con un PIB vergonzosamente bajo, Afganistán cuenta con una reserva potencial de minerales sin explotar: petróleo, cobre, mineral de hierro, carbón, piedras precisas y cobalto. En 2010, cuando se dio a conocer la reserva de litio, algunos economistas llamaron al país como «la Arabia Saudita del litio».
Debido a las problemáticas actuales y a pesar de la acelerada salida de Estados Unidos del país, China, uno de los potenciales inversores extranjeros, no demuestra gran interés por aprovechar esta oportunidad.
China, para Afganistán, ha sido su principal consumidor de cobre y petróleo en los últimos años; sin embargo, no se presentaron cambios sobresalientes en el país. Eso podría justificar el porqué del desinterés de China. Se especula que la situación política no solo trae incomodidad a los inversores, sino que además disminuye la certeza de la existencia de garantías de los derechos de propiedad.
Aproximado de las cifras estimadas de la cantidad de mineral en Afganistan 2012
En cuanto a la agricultura, esta actividad económica de baja productividad representa el 60 % de los ingresos de los hogares afganos. El empleo se concentra en esta actividad que constantemente se ve amenazada por las sequías y las precarias condiciones de trabajo.
La arabia saudita de la ¿amapola?
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Se destaca que una de los pilares económicos del mercado ilícito afgano es el comercio de opio. Afganistán provee el 90% de la oferta global. Esto indica una gran producción de la mano de gran parte de los carteles afganos y utilidades de más de 1.4 billones de dólares.
El rol del Taliban radica en el grado de concentración político que tienen para facilitarles la producción del mercado del opio, con la cual financian la guerrilla. El grupo radical controla todo el supply-chain desde la plantación de amapolas, extracción de opio, contrabando, tributación y exportación a Europa, Africa, el Medio Oriente y Asia. Se estima que las ganancias anules se encuentran en $400 millones.