Redactores: Walter Velásquez y Carlos Miguel Domínguez
Los 28 de marzo no son un día cualquiera pues se celebra el nacimiento del máximo representante de nuestra literatura nacional. Hoy está de fiesta Mario Vargas Llosa, una figura que nos ha traído historias sobre nuestra Lima (Conversación en la Catedral) y un terrible conflicto social realizado en Canudos (La guerra del fin del mundo). Son varias las obras que, además de ser leídas, merecen ser analizadas para ser disfrutables o no, sin que dejen de formar parte de su destacable legado literario.
Mario nació en el año 1936 en una familia de clase media en la región de Arequipa. Hijo de Ernesto Vargas Maldonado y de Dora Llora Ureta. Vivió en su ciudad natal hasta el divorcio de sus padres en 1937, momento en que su abuelo Pedro J. Sosa Bustamante se traslada a Cochabamba, Bolivia. En esta ciudad paso los siguientes 9 años de su niñez en donde aprendió a leer y a escribir.
Una vez establecido en Lima, estudió en el Colegio La Salle, de la congregación Hermanos de las Escuelas Cristianas, donde cursó el sexto grado de primera y los primeros años de secundaria. Al cumplir 14 años, su padre (con quien tenía una relación complicada) lo enviaría al Colegio Militar Leoncio Prado (suceso que marcaría la creación de “La ciudad y los perros”) en el Callao, donde cursó el tercer y cuarto grado de secundaria. Finalizaría su etapa escolar en la escuela San Miguel de Piura.
En 1953 ingresaría a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estudio las carreras de Derecho y Literatura. En dicha universidad presentaría su tesis “Bases para una interpretación de Rubén Darío”.
Obtuvo la beca Javier Prado para seguir sus cursos de posgrado en la Universidad Complutense de Madrid. A inicios de los 60 se mudó a Francia creyendo que obtendría una beca para estudiar, pero su pedido fue denegado. Una vez instalado en París escribiría su primera novela “La ciudad y los perros”.
“El Esclavo estaba solo y bajaba las escaleras del comedor hacia el descampado, cuando dos tenazas cogieron sus brazos y una voz murmuró a su oído: «venga con nosotros, perro». Él sonrió y los siguió dócilmente. A su alrededor, muchos de los compañeros que había conocido esa mañana, eran abordados y acarreados también por el campo de hierba hacia las cuadras de cuarto año. Ese día no hubo clases. Los perros estuvieron en manos de los de cuarto desde el almuerzo hasta la comida, unas ocho horas. El Esclavo no recuerda a qué sección fue llevado ni por quién. Pero la cuadra estaba llena de humo y de uniformes y se oían risas y gritos. Apenas cruzó la puerta, la sonrisa en los labios aún, se sintió golpeado en la espalda. Cayó al suelo, giró sobre sí mismo, quedó tendido boca arriba. Trató de levantarse, pero no pudo: un pie se había instalado sobre su estómago. Diez rostros indiferentes lo contemplaban como a un insecto; le impedían ver el techo. Una voz dijo: – Para empezar, cante cien veces «soy un perro», con ritmo de corrido mexicano. No pudo. Estaba maravillado y tenía los ojos fuera de las órbitas. Le ardía la garganta. El pie presionó ligeramente su estómago. – No quiere – dijo la voz- El perro no quiere cantar. Y entonces los rostros abrieron las bocas y escupieron sobre él, no una, sino muchas veces, hasta que tuvo que cerrar los ojos. Al cesar la andanada, la misma voz anónima que giraba como un torno, repitió: – Cante cien veces «soy un perro», con ritmo de corrido mexicano”.
Mario Vargas Llosa, «La ciudad y los perros»
La pasión por la política
Durante su juventud, la izquierda lo acompañó en la universidad y, durante el gobierno de Manuel Odría, el socialismo se convirtió en su espada y escudo, siendo el único camino viable para resolver la precariedad en la que se encontraba el Perú.
Con el lanzamiento de “La ciudad y los perros” comienza a dilucidar una crítica política que seguiría con sus siguientes narraciones. Aquí muestra la corrupción lacerante que existe en un colegio militar, como un miasma degeneraba los valores humanos. Critica un sistema que se ve sometido a una admiración secreta del autoritarismo odriísta.
Su obra «Conversación en La Catedral», nos presenta los efectos que provocó la dictadura del ochenio en la sociedad. Del mismo modo, como escenario principal, está un bar llamado «La Catedral» que alberga a personajes fatalistas.
En los sesenta viajó a Cuba cinco veces, seducido por la inspiración de una calidad de vida que pregonaba la Revolución cubana. Fue invitado por Fidel Castro a participar junto a otros autores a ser jurado del Premio Casas de las Américas en 1965. La última vez que volvería a pisar Cuba fue en 1971 para participar de las reuniones del Comité de Colaboración de la revista Casa de las Américas.
Su desilusión y divorcio con el socialismo se da con la captura del escritor Heberto Padilla. Este hecho marcó la distancia de varios intelectuales, entre ellos, Juan Rulfo, Juan Goytisolo y Simone de Beauvoir, con Fidel Castro.
En 1987, en el primer gobierno de Alan García, surge un hecho que lo motivó a emprender en la carrera política. Este suceso consistiría en que el presidente nacionalizó bancos, aseguradoras y financieras. Desde su ímpetu de postular a la candidatura presidencial apoyado por Belaunde Terry, con la creación de su partido Movimiento Libertad, pasando por la victoria a primera vuelta, hasta su derrota culminante ante un enemigo extraño que años más tarde disolvería el Congreso. Todos esos hechos fueron inmortalizados en su libro autobiográfico El Pez en el Agua.
El escritor que escribe siempre
Su rutina consiste en ducharse primero y tomar el desayuno, para luego estar intercalado en su escritorio. Una vez sentado y con tinta en mano, va soltando en su cuaderno las primeras palabras que van agarrando consistencia y firmeza, como si de un músico con las notas se tratase.
En una entrevista para BBC Mundo, declaró, como un signo de accidente, que la muerte lo hallará escribiendo porque, para él, escribir y leer son dos cosas inseparables que enarbolan al ser humano en el arte de la disciplina.
Con más de 60 títulos, entre ellos novelas, ensayos, obras de teatro y un libro de memoria, muestran que su pluma sigue vigente y sin descanso; deconstruyendo el mito de la vejez, del hombre y mujer con espíritu de lucha por encima de las fisuras de la vida.