Muchas personas, con una mezcla de perplejidad y tristeza, escuchamos cómo la actriz Michelle Williams atribuía a su “derecho a decidir”, un eufemismo del aborto, el poder recibir un “Globo de Oro”. Gracias al aborto pudo obtener un premio. Gracias a su defensa del aborto, con perorata política y feminista aneja, su discurso trascendió. Mostrando así cómo aborto y fama van de la mano. Más surrealista fue escuchar los fuertes aplausos y la emoción de las “estrellas” de Hollywood, celebrando su “decisión” y su “valentía”; celebrando la muerte…
Muchas cosas bullen en la mente al observar este espectáculo esperpéntico. Quizá la más trágica sea la mentira. Michelle Williams, por la dinámica de su discurso, cree que es una obligación moral y una forma de agradecer a la vida, poder compartir su historia con el público. ¡Incluso agradece a Dios gozar de la libertad de eliminar seres humanos! Digamos que sería como parte de su responsabilidad social despertar a las mujeres, para que exijan sus derechos y participen de forma consciente, con espíritu de cuerpo, en la vida pública. Es decir, está totalmente convencida de su fatal error. De que no se debe mirar con resignación lo que “pasa en su cuerpo”, debiendo en cambio “tomar sus decisiones”. El error y la mentira se han apoderado de su mente, y por ello hace tan brava y orgullosa defensa del aborto-éxito.
Michelle Williams tiene la convicción de haber elegido bien, de reclamar el aborto como requisito de la dignidad y la libertad de la mujer, de considerar a su hijo, al embrión como un tumor, como algo que sucede en su cuerpo… todo ello es una dolorosa mentira, un lamentable error del que ella no se percata. Por eso habla con convicción y busca promoverlo. Al hacerlo despierta multitud consideraciones, suscita incógnitas interesantes.
Del lado de quien aborta, por ejemplo, que no viene garantizado, como parte del paquete, la “depresión post-parto”. En efecto, la actriz se ve todo menos deprimida. No parece anclada en el pasado; al contrario, considera el evento como un hecho colateral, y si lo recuerda es para convencerse y convencernos de que hizo bien, eligió correctamente. ¡Qué bueno que no cayera en la depresión!, aunque, pensándolo bien… ¿quién sabe? ¿Acaso será bueno terminar con la vida de un individuo vivo de la especie humana y quedarse tan campante, como quien se ha quitado una muela? El dolor, el sufrimiento moral, el sentimiento de culpa es manifestación de que somos humanos. Los psicópatas y asesinos seriales no sienten remordimientos al matar, han perdido esa capacidad, se han deshumanizado. Al ver el discurso de Michelle y los aplausos de Hollywood, no podemos sino sentir pena por ellos, “se han deshumanizado” … ¿o quizá son los primeros especímenes de posthumanos?
El discurso y los aplausos muestran también el engaño de la narrativa abortista o “pro-elección”. ¿Por qué? ¿En qué se basa esa narrativa? “En las pobres mujeres violadas que eran condenadas a tener el niño fruto de ese horrendo crimen”. ¿Qué suelen afirmar? “Nadie quiere el aborto, siempre es una solución límite, lamentable, pero no se debería criminalizar a quien lo practica, y debería estar permitido, para poderse realizar con higiene y no clandestinamente”. Pero, según se puede ver, aquí se “festeja un aborto”, se festeja el poder de decisión de la mujer, capaz de determinar quién puede vivir y quién no. Michelle Williams decidió que su hija de 14 años y el que ahora viene en camino merecen vivir, en cambio el de en medio no, por inoportuno, ¿quién le manda venir al mundo a mitad de la grabación de una exitosa serie?
No es entonces el aborto algo que nadie quiere, que se tolera, una solución límite, válvula de escape en una sociedad imperfecta. No, el aborto es la puerta que me abre las puertas del éxito. Mi éxito justifica que yo “interrumpa” la vida humana (por usar su eufemismo), sin que se pueda, obviamente, “reanudar”. Si yo quiero controlar mi vida debo tener el derecho a matar (porque está vivo y es de la especie humana, eso no se puede negar). No se ve mucha diferencia respecto al argumento del sicario, mafioso o narcotraficante en turno: “no tengo nada en tu contra, pero ahora tu vida estorba mis propósitos, no es nada personal, pero debes morir para que yo alcance mis metas”. Iniciamos la década celebrando la “libre decisión”, celebrando que los galardones, los premios, los logros, los éxitos personales son más importante que la vida ajena; pesó más en la balanza un trofeo que la vida humana. Comenzamos la década descubriendo, dolorosamente, que para los creadores de la opinión pública mundial la vida vale menos que un premio.