Un día después del deceso de Ruth Bader Ginsburg, exjueza de la corte suprema de Estados Unidos, el presidente Donald Trump anunció que procedería a evaluar posibles candidatos para ocupar el asiento vacío. Este anuncio fue respaldado por el republicano Mitch McConnell, líder de la mayoría en el Senado, quien aseguró que la cámara alta procedería a la votación en caso Trump presentara su candidato o candidata.
El nombramiento de un juez supremo siempre es un tema de magna importancia para la política y el panorama legal de los EEUU, pues la corte suprema es la última voz que determina la constitucionalidad de polémicas leyes o decretos y, en diversas ocasiones, casos precedentes que marcarán la historia del país. Solo hace falta recordar los fallos de la corte suprema en casos como Roe v. Wade, que determinó la legalidad del aborto en el país, o Brown v. Board of Education of Topeka, que puso fin a la doctrina de Separate but equal que servía de sustento legal para las leyes de segregación racial en las escuelas del país.
Sin embargo, en este caso la nominación cuenta con particularidades que la hacen especialmente polémica. No solo la figura de Donald Trump atrae los reflectores, sino que también lo hace la cercanía a la elección presidencial. El anuncio del mandatario se hizo a menos de dos meses de la elección de noviembre y las críticas contra los republicanos no se hicieron esperar. Pasó lo mismo cuando el afamado juez, Antonin Scalia, falleció durante la administración de Barack Obama. El senado, en ese entonces también controlado por los republicanos, se opuso a la propuesta de Obama de nominar al jurista Merrick Garland, pues ya se encontraban a 269 días de las elecciones y el proceso debería ser liderado por el nuevo presidente.
Este último, en menos de una semana, comunicó a los medios que el reemplazo de Ruth Ginsburg sería una mujer y declaró que ya contaba con cinco opciones claras. Pocos días después se confirmaron las sospechas y se anunció que la opción republicana sería la jueza Amy Coney Barrett, una jueza conservadora de fe cristiana que fue discípulo del fallecido Antonin Scalia.
¿Una piedra en el zapato demócrata?
Madre de 7 hijos, conservadora y de fe cristiana, son características que se han adherido al nombre de la jueza federal Amy Coney Barrett, quien trabaja en la corte de apelaciones del séptimo circuito. La nominada por Trump ha sido clamada como la versión femenina de Antonin Scalia, quien representó un voto sólido para la causa conservadora en la corte suprema. Ha recibido el apoyo de grupos religiosos y contrarios al aborto quienes apuestan por ella para que en un futuro sea posible anular el caso Roe v. Wade que dio el visto constitucional al procedimiento de interrupción natal.
Si bien los demócratas pueden tener la delantera en las encuestas presidenciales, con una posible administración de Biden para el próximo periodo, y la posibilidad de ganarle la mayoría en el senado a los republicanos, la confirmación de Amy Coney Barrett es un «serio problema». Con la muerte de Ruth Ginsburg, la corte suprema se quedó con 3 jueces liberales, mientras que los conservadores mantienen 5, por lo que la confirmación de Barrett representaría una sólida mayoría conservadora en las decisiones al tener mayoría de votos de 6 contra 3.
Una jueza relativamente joven como Barrett aseguraría una posición conservadora por varios años, al ser el cargo vitalicio. El gran problema de los demócratas radica en que los republicanos tienen actualmente los votos en el senado para nombrarla jueza suprema, por lo que su única estrategia es poner en duda la objetividad de Barret y de enmarcarla como una jueza contraria a los derechos civiles ya ganados por mujeres y minorías.
Un punto controversial y de gran importancia es la posibilidad de que la presente elección se realice en la corte suprema. Hay que recordar que no hace mucho tiempo, en el año 2000, durante la contienda electoral entre George Bush y Al Gore se dio un incidente en cuanto a la legitimidad del conteo de votos en el estado de Florida. La decisión fue tomada en la corte suprema pues ninguno de los candidatos alcanzó los 270 votos electorales y quien ganaba Florida ganaba la presidencia ya que era el único estado que quedaba por contabilizar. La Corte Suprema falló a favor de Bush.
Este año la polémica consiste en el voto por correo, el cual causaría que el resultado no solo sea cuestionado, sino que no se conozca hasta semanas después de la elección; asimismo, el presidente Trump ha declarado que de darse la votación por correo y perder la contienda, no aceptaría los resultados.
Este lunes comenzaron las audiencias de confirmación. Los republicanos, desde entonces, se han dedicado a elogiar sus capacidades académicas y acusar a los demócratas de querer juzgar la fe de la nominada. Por su parte, los demócratas plantearon el tema de la votación, el cual compartió protagonismo con el cuestionamiento a la jueza sobre sus puntos de vista en cuanto a los derechos civiles de las minorías y sobre el Affordable Care Act, pues se plantea que serviría a los intereses de Trump de repelarlo.