Las niñas que quieren ser cantantes sueñan con ser Beyoncé, las que quieren ser científicas emulan a Marie Curie. Curie es considerada como una de las mayores exponentes de la libertad femenina e igualdad de género. Desde su pequeño laboratorio francés, revolucionó la ciencia con sus estudios sobre la radioactividad y la vida de muchas mujeres. Ella jamás se consideró feminista, pero guio su vida con la certeza de que no era inferior a ningún hombre, a pesar de recibir un trato diferente por ser mujer durante su carrera científica y en su vida personal. Hoy conmemoramos el nacimiento de María Salomea Sklodowska Curie, la mujer polaca que, sin quererlo, fue una revolucionaria.
No querían una científica
Como muchas mujeres, Marie tuvo diversos obstáculos para sobresalir en la ciencia, que en ese entonces era una profesión dirigida por hombres. Celosos del conocimiento, le negaron el derecho de poder estudiar en la universidad de su país. La razón es muy simple: era mujer. ¿Por qué no estudió en el extranjero? Sus padres no tenían el dinero suficiente para costear sus estudios. Mientras más la alejaban de sus sueños, más corría por alcanzarlos. Decidió instruirse en una universidad clandestina polaca que admitía mujeres.
En 1893, logró licenciarse como física en la Universidad de París, cómo el lector debe estar suponiendo, fue la primera de su promoción. Un año más tarde, conoció al padre de sus hijos y futuro esposo Pierre Curie, también científico, aunque no tan brillante como su compañera. Ser licenciada no era suficiente, por ello Curie logró conseguir un doctorado. Su tesis se enfocó en las investigaciones sobre sustancias radioactivas.
La primera mujer en ganar un Nobel
El 10 de diciembre de 1911, Marie Curie logró ser la primera mujer en recibir el premio Nobel de química por “los servicios para el desarrollo de la química mediante el descubrimiento de los elementos radio y polonio”. Pese a su excelente tesis doctoral sobre la radioactividad, no le fue permitido impartir conferencias sobre esta temática en The Royal Institution of Great Britain. Esto, considerando que ese campo de trabajo fue iniciado por Curie. Los triunfos no le fueron del todo esquivos, ya que se convirtió en la primera catedrática de Francia al dictar clases, en la reconocida Universidad Sorbona.
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Los ojos puestos en su vida personal
Tras la muerte de su esposo, fue muy difícil para Marie sostener su puesto en la Sorbona. La comunidad científica empezó a cuestionar todos sus logros en la ciencia. Quizás no podían combatir el hecho de que una mujer fuera mejor científica que ellos o simplemente se negaban a reconocerlo. De todos modos, le negaron un sillón muy bien merecido en la Academia de Ciencias Francesa.
Los tiempos eran distintos, enamorarse podría costar caro. Marie fue duramente juzgada por su relación amorosa con Paul Langevin, su colega científico y un hombre separado. Fue insultada con todos los adjetivos imaginables, no muy distantes de los que se usan para juzgar a las mujeres por su vida sentimental hoy en día.
La guerra contra los prejuicios
Su vida corría peligro, quisieron arrebatarle el segundo Premio Nobel, no lo lograron. Aunque jamás pudo vivir con el hombre que amo. No era momento de parar, la vida no le daba tregua a mujeres como ella. La Primera Guerra Mundial llegó, su lucha era contra los prejuicios sexistas de muchos cirujanos franceses que se negaban a aceptarla en un quirófano. A esta altura del texto, es evidente que Curie salió vencedora una vez más.
Logró salvar muchas vidas de soldados haciéndoles radiografías al permitir ubicar las balas con mayor rapidez. En esta aventura la acompaño su hija Irene, quien posteriormente también recibiría un Nobel y se declararía abiertamente militante feminista. Lo importante de la historia de Curie es reconocer la terquedad envidiable que tenía esta mujer para alcanzar sus metas.
Puedes llamarlo feminismo, empoderamiento o simplemente pensar que era una fuerza de la naturaleza. Pero, no podemos negar que Marie es el ejemplo de muchas niñas y mujeres que aún continúan encontrando trabas en su camino, por el simple hecho de ser mujeres. El secreto de esta científica fue solo uno: ella jamás se creyó inferior, nunca lo fue.