La sensación de miedo es una emoción normal en las personas. La ansiedad parte de ese sentimiento, el miedo nos permite actuar; sin embargo, cuando se intensifica a un estado de alerta constante, el trastorno de ansiedad no hace del miedo una emoción pasajera, sino diaria. De ello provienen efectos nocivos en nuestra mente y, pronto, en nuestro cuerpo. En la revista Sociedad, te mostramos algunas cosas que quizá no tenías en cuenta cuando se hablaba de la ansiedad.
Sobre el autoconocimiento
Para empezar a tratar el tema de la ansiedad es imprescindible tocar primero al ser humano. “¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?”, una de las obras de Gauguin, nos arroja estas preguntas que valen la pena hacerse para familiarizarse con la introspección. Primero, hay que conocerse, las interacciones que sostenemos con los demás pueden hablar de nosotros y las acciones que desatamos en determinadas circunstancias, también. En esa misma línea, para funcionar correctamente se tienen que adecuar nuestras virtudes y defectos. De esa forma, mostramos el máximo potencial cuando respondemos a diversas dificultades, pues, cuanto más nos conocemos, mejor respondemos.
Conectar y amar frente a la ansiedad
El truco está en conectar, usar la inteligencia y cohesionar nuestras capacidades para sentir todo lo que nos rodea. A lo mejor, el antídoto para la ansiedad sea la búsqueda del sentido que hay en nuestra vida, en otras palabras, la búsqueda de la felicidad. Me refiero a conectar con cada cosa que hacemos, o mejor dicho, amar correctamente lo que hacemos. Por ejemplo, leer un libro y sumergirse en él, en sus campos y en la hacienda; escuchar las historias repetidas de la abuela sin el móvil en la mano; cocinar, oler y saborear el platillo que preparamos para la cena. Imagínese estar muerto y no disponer de los sentidos ni de las acciones de nuestro cuerpo. Cuando nos esforzamos con centrar la atención en las pequeñas cosas, hallamos sentido en lo que hacemos. La rutina solo será aburrida para quien no persigue algo y sucumbe ante la mediocridad del aburrimiento.
He hablado de conectar con cada cosa que hacemos, pero también, es necesario no sentirse solo. En ese orden, es necesario amarnos a nosotros primero; luego, a los demás. Así, cuando hay armonía con quienes conforman nuestro entorno, hay armonía con nosotros mismos. Fácilmente, podría hablar del amor incondicional que hay en la familia, pero, haré énfasis en el amor de los amigos. Gracias a los amigos la lucha no se atraviesa sola, nos dan fortaleza y cambian nuestra rutina. Después de la familia, hay otro lugar seguro: el que ocupamos con nuestros amigos
La ansiedad daña a tu cuerpo
La mente y el cuerpo son uno solo. Sentimos lo que pensamos y la ansiedad se revela en síntomas físicos como el dolor de espalda, la caída del cabello, problemas para dormir, entre otros. La ciencia lo explica fácilmente, la ansiedad activa las hormonas como las de la adrenalina y el cortisol que someten a nuestro sistema en un estado de alerta; nos falla la memoria por el cortisol. Si cedes a toda preocupación, no serás capaz de distinguir una amenaza real de una imaginaria. Por eso es que se afirma que el estado de alerta mantenido modifica el sistema inmune.
Mi neuróloga me decía que todos somos ansiosos, unos más que otros. Para prevenir la ansiedad debemos estudiarnos, saber cómo funcionamos y qué nos ayuda a reducirla. ¿Tengo miedo de hablar en público? Respiro, ¿no puedo dormir? Realizo actividad física por el día y me desprendo del teléfono. La ansiedad nos transforma, nos manipula y, en ocasiones, nos destruye.
Prioriza tus pensamientos
Nuestro cerebro se desarrolla de acuerdo a lo que prestamos atención. Por eso, había resaltado la importancia de disfrutar y conectar con las cosas. Así pues, la fuerza de voluntad es clave para filtrar qué pensamientos permitimos entrar a nuestra mente y cuáles no. Pongamos el caso de que sea mejor preocuparse por estudiar que por la nota que obtendremos en un examen. No podemos precipitarnos al futuro o atinar pensamientos hacia él, ni siquiera podemos sujetar siempre el pasado, las cosas se dejan ir porque han sido parte de una realidad distinta a la que vivimos ahora. Madurez es aceptar este tipo de cosas y enfocar nuestra atención en aspectos de nuestra vida que lo merecen: nuestra salud física y mental, nuestros proyectos personales, nuestro yo.