La producción literaria se suma al cine con nuevas historias para la ficción. Cuentos y novelas inspiran personajes reales que conectan con la crítica. En Revista Sociedad te presentamos la nueva mirada de la ficción en tiempos donde todo esta contado.
Apuntes de dirección
Algunos dicen que la “realidad supera a la ficción”; lo cierto es que, ante un embotellamiento de películas a la espera del estreno en las plataformas; los espectadores no encuentran motivos para seleccionar una buena producción. Las historias presentadas por el algoritmo son tan cercanas y reales que no conectan para nuestro argumento de existencia actual. Vivimos en una realidad mapeada de ficción; alcanza con los efectos especiales de la pandemia y es por eso que no hay acción ni experiencia para que sean sinónimo de interés.
La explicación se debe al exceso de información, las redes sociales, y todo tipo de formato testimonial que se ha naturalizado sobre los elementos de una trama para distorsionarlos con el argumento de que son historias de interés general. La realidad aumentada que existe sobre la autoficción se diluye en las herramientas digitales que invocan a los ególatras a construir un relato sin argumento. Contar una historia desde lo ajeno, parece un acto de revolución que solo la literatura universal puede estar por encima que cualquier dramaturgia.
LEE TAMBIÉN: Originalidad y estilo: los bolsos imponen la nueva tendencia
Guion y literalidad
El guion adaptado, se ha convertido en una de las categorías más interesantes de los últimos años en el cine; porque demuestra la transferencia audiovisual de un contenido literario. De esta manera, un libro es adaptado a un formato visual dentro de una ficha técnica detallada de contexto. Existen aquí dos formatos texto: el literario, de autor con su estructura y el visual que cumple con los requisitos para una puesta en escena dentro de un lenguaje cinematográfico. Lo interesante del guion adaptado es la aventura de materializar las imágenes sobre un colectivo que tiene conocimiento del texto original, y sobre todo del final de la historia.
La literatura se posiciona fuerte en el mundo del cine, porque responde a ambas producciones, cuidando las líneas narrativas. Esto sucede entre las nominadas al Oscar a la categoría de “Mejor Guion adaptado” en el que “La hija oscura”, “Duna”, “CODA”, “El poder del perro”; fueron aceptadas por la crítica por el uso de metáforas sobre el guion, respecto al texto original. Lo impactante de esta nominación cierra con la película “Drive my Car” película japonesa basada en un relato corto del autor japonés Haruki Murakami de su libro, “Hombres sin mujeres”. Ryūsuke Hamaguchi su director se posiciona entre los favoritos por reflejar los secretos de las relaciones humanas, sobre la mirada introvertida de personajes fragmentados.
Las distancias parecen acortarse desde que existe la traducción de textos, donde el impacto generado por Murakami, en los últimos años repite el éxito de la literatura japonesa junto al antecedente de Yukio Mishima en novelas, guiones y ensayos.
Un auto rojo
“Drive my car” es un cine de cuento, una exquisita historia donde su personaje recorre la soledad, la perfección y la compasión. Una trama fragmentada, un sentimiento de ausencia donde Yūsuke- su protagonista- es un director de teatro introvertido que acepta una residencia en Hiroshima, para dirigir la adaptación de Tío Vania. La tristeza por la pérdida de un cuestionado amor y los métodos obsesivos de su protagonista lo llevan repasar los textos dentro de su auto, acompañado por su chofer Misaki Watari que viven en una capsula roja rojo sobre ruedas, un paralelismo con la pieza de Chéjov.
Una llave intima que abre la puerta a personajes teatrales, que mueven en espectros la conciencia de Yūsuke en compañía de su chofer, dentro de un automóvil que simboliza la imposibilidad de dominarse a sí mismo en las carreteras de la vida.