La directora Mariana de Althaus nos presenta una historia de tres generaciones de mujeres; un drama que une a una madre, hija y nieta que sobreviven con las herramientas necesarias para defender su patrimonio: un bosque. Un lugar de infierno donde la injusticia quema y es muy difícil de apagar.
Sororidad
Una obra que nos introduce al mundo de las constelaciones se sumerge dentro del universo femenino que demuestra que un hecho violento en la vida es amplificador y herencia para la nueva generación.
«Quemar el Bosque contigo adentro» nos devela en el escenario un hecho ocurrido por el personaje intermedio, la hija, interpretado por Alejandra Guerra que es el reloj de la obra; su actuación interpela y cuestiona a sus ancestros. Este personaje realiza una denuncia por violación en un centro educativo y esta reacción sorora identifica a su generación, diferente a la de su madre, interpretada por Grapa Paola.
El hecho sostiene en la sabiduría del silencio a un personaje maternal como el de Paola, que frente a los miedos de su generación se apoya en un mundo místico y en las leyes del Tarot, como justicia divina.
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Incendio y depredación
Parece que el mundo de la violencia trasciende el universo de estas tres mujeres y quiere cerrar el ciclo con el personaje de la nieta. Este papel es interpretado por Macla Yamada que somatiza la llegada de su padre, representado por Lucho Cáceres, después de 10 años. Ambos se reencuentran en una cita pacífica, donde el cuerpo responde con un dolor de abdomen que quema y ni un vaso de agua puede apagar. El vientre como concentración de rabia, bronca y culpa por cargar la violencia a la mujer y sobre la naturaleza. Las tres mujeres funcionan como metaverso de su propio dolor y la indignación de las persecuciones vividas por pedir justicia.
El miedo habita un bosque, donde la «otroriedad» se transfiere a la naturaleza. Un conjunto de animales que vive el karma y se humaniza lentamente. Aparece la figura de un gato y un conejo, que juegan un papel importante y marcan un paralelismo. Un apocalipsis anunciado por animales que destellan sabiduría, caminando en escena aparecen como humanos, al estilo perturbador como el cine de David Lynch, y conmovedor como lo realiza la literatura asiática de Yoko Tawada en «Memorias de una osa» o Takashi Hiraide, en «El gato que venía del cielo». La sala de la Alianza Francesa huele a bosque, ya que la ambientación tiene elementos de hojas y ramas que suenan y se mueven con un final estremecedor. Un fuego que enciende a un elenco conectado y que entregan una historia para transformar, antes de que se autodestruya un mundo depredado de valores.