Enumerar sus logros, proyectos, viajes y estudios parece una tarea titánica. Sin embargo, José Bracamonte tiene dos pasiones que destacan sobre todas las demás. La música y los vinos. Hijo de la primera actriz Mirna Bracamonte, su infancia se desarrolló en el backstage de las novelas y obras teatrales en las que participaba su madre. Ahí, según él, surgió ese espíritu nómade que, ligado a su herencia familiar para contar historias, le permite transmitirlas desde un escenario, una mesa o una clase.
Sus ojos adquieren el brillo particular de un hombre apasionado que podría pasar horas contando historias sobre vinos, bodegas y cepas. «Encuentra tu cepa favorita y enamórate de ella» es el consejo más importante que su experiencia puede ofrecer, el mismo que lo llevó a ser disciplinado en distintas actividades de su vida cotidiana. Ahora, con una carrera de sommelier que crece exponencialmente desde hace 20 años, tiene cinco discos publicados en todas las plataformas musicales. Además, ha llegado a musicalizar novelas y representar al país en distintos escenarios internacionales.
Cultura del vino
Sin embargo, no todo alrededor es siempre positivo. Así, su mayor enemigo es la comparación arbitraria que el público hace de los vinos nacionales con cosechas extranjeras. «Ahora cuando un peruano prueba un vino peruano se pone a comparar con el vino chileno o argentino y lo que deben hacer es no comparar. Es como que me traigas un plato de locro y me digas que no se parece a McDonald’s. Es el comentario más desubicado del mundo».
Su punto de vista no es una ocurrencia cualquiera, él sabe (y cuenta) que nuestro país alguna vez fue un gran referente de la cultura del vino y el pisco. «El primer vestigio para fermentar vinos o piscos de uva se dio en Cusco en 1536». Además, comenta también que su gran amigo Cucho La Rosa encontró recetas de pisco sour que datan del siglo XIX y añade «Entonces, el vino también debe tener recetas peruanas perdidas. De hecho, hemos tenido una cultura vinera muy marcada que nosotros mismos ni siquiera la tenemos en perspectiva».
A pesar de saber que estamos en pañales, Bracamonte cree que la labor de los sommeliers y la revolución gastronómica que experimentó el Perú durante las últimas dos décadas nos dan el impulso necesario para conocernos y darnos a conocer. «Es importante que el mundo sepa de los vinos y los piscos que tenemos y los concursos internacionales permiten que pase eso» agrega. Otro dato interesante es que cuenta con uno de los sommeliers más importantes del país. Es que el Perú tiene la mejor carta de vinos de Sudamérica y menciona «acá tenemos vinos de todas partes del mundo. Eso se debe a que nuestra gastronomía exige variedad. En el Perú se puede beber el mundo».
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Cuatro vinos para el verano
«El vino peruano Vittoria de la uva Chardonnay sería el primero. El concepto es muy bonito porque habla de las grandes abuelas de principios del siglo XX que estaban acostumbradas a que todos compartan el pan en la misma mesa. F*cking IPhone. En segundo lugar, Ahorita estoy enamorado de una cepa que se llama Maturana. Es una cepa que tiene 2500 años pero que va a llegar a Perú este año. Viene de La Rioja, de una bodega que se llama Eguren Ugarte. Te desmayas, un vino tinto hermoso. En tercer lugar, me gusta mucho el Tempranillo de la región de la Ribera del Duero. Me fascina, el vino que recomendaría sería el Vega Sicilia. El último sería el Carmenere tinto, de la familia Santa Rita.», expresó.
El match perfecto
Ceviche con una cepa Riesling, sería maravilloso.
¿Un almuerzo entre amigos?
«Siempre hay que ir al concepto, no al sabor, te recomendaría la cepa Bobal. Es una cepa que viene de Castilla. La bodega se llama Señorío de Iniesta. Se dice que el Bobal es una cepa que consumían los reyes y, desde mi punto de vista, a la gente hay que tratarla como reyes cuando les sirves un vino.»
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Cena romántica
«Un Prosecco italiano que venga de Venecia, la ciudad del amor. La cepa se llama Glera. Es un espumante.»
Leer un libro al atardecer en la playa
«Ahí si me tomo un buen tinto, uno más salvaje. Elegiría un vino cuya bodega se llama Penfolds, australiana. La cepa se llama Syrah. Es la uva más antigua del mundo. Se dice que Jesús compartió el pan con la cepa Syrah en la última cena. Como es la cepa más antigua del mundo y como la voy a tomar en una terraza al atardecer, pediría unos cuantos deseos a Jesús.»
Un disco tuyo y una bebida
««Lima mi vida» y una botella de pisco Inquebrantable tomada en una champañera con agua y hielo hasta arriba. Tómatela pura.»