Existe una importante y peligrosa tendencia al alza de un personaje tan o más hacia la izquierda que el resto de sus pares ideológicos. Este candidato presidencial carece de filtros y respeto hacia la autoridad. Hace campañas sin mantener protocolos de bioseguridad y está captando el voto radical sureño, el mismo que perdió Antauro, en contraste a las pasadas elecciones, y aún domina Yonhy Lescano.
Las Elecciones Generales del 2021 están cada vez más cerca y los candidatos —tanto en la izquierda como en la derecha— se van haciendo conocidos en la palestra política. Pedro Castillo, candidato de Perú Libre (PL), no es la excepción. La tentativa a Palacio del partido liderado por el criminal Vladimir Cerrón se ha abierto paso. Aunque no lidera la intención de voto presidencial, Castillo ha evidenciado importante crecimiento. Según IEP, el radical mantiene un 4.3 % de la intención de voto, marcando una distancia no muy lejana de Verónika Mendoza, candidata de la izquierda progresista.
Ante este avance del radicalismo, cabe informarse y conocer quién es Pedro Castillo más allá de un docente cajamarquino. Con 18 años metido en la política, Castillo es un insider silencioso. Antes, durante la huelga magisterial del 2017, Castillo ya estaba dejando una huella en la sociedad. En dichas protestas, fue vinculado con el MOVADEF, brazo político de la agrupación terrorista Sendero Luminoso, por el exministro del Interior Carlos Basombrío. Ello, luego de que fuese elegido presidente del comité de lucha que dirigía la huelga de maestros. Sin embargo, dicha etapa es solo un ápice de su controvertida y larga trayectoria. Para conocer sus inicios, tenemos que remontarnos al año 2002, cuando postuló, sin éxito, a la alcaldía distrital de Anguía, distrito de la provincia cajamarquina Chota. Tres años más tarde, Castillo se afilió a Perú Posible, grupo político que llevó a Alejandro Toledo al sillón presidencial. Ahí, permaneció como integrante del Comité de Cajamarca hasta el 2017, año en el que el partido perdió la inscripción.
No fue hasta el 2020 que Castillo dio un paso más. Sus aspiraciones dieron un salto largo en casi dos décadas. De buscar el sillón de un burgomaestre pasó a buscar el de Pizarro.
Para lograr dicho cometido, ahora integra las filas de Perú Libre, el partido del lápiz. En 2016, esta organización política ya había buscado, sin laureles, llegar al Poder Ejecutivo con Cerrón. En esta línea, cabe destacar que Castillo no se ha alejado del forajido excandidato, quien, inclusive, iba a ser su candidato a la Segunda Vicepresidencia; no obstante, el organismo electoral resolvió excluirlo por tener una sentencia en su contra. Igual, ello no evita percibir a Castillo como un peón cerronista.
Desde abierta la página web de PL, hasta cerrado su plan de gobierno, está estampada la huella, firma y cara de Vladimir Cerrón. Se dilucida que las bases partidarias no aceptan que el pasado delincuencial del exgobernador de Junín se deslinde del partido.
En cuanto al ideario de Perú Libre, nos encontramos con una carátula roja. Devela este escrito, además, que las ideas de la organización política y la «naturaleza del partido» son más rojas que su propia carátula. «Decirse de izquierda cuando no nos reconocemos marxistas, leninistas o mariateguistas, es simplemente obrar en favor de la derecha». En pocas palabras, para Perú Libre, si no eres un extremista de izquierda que comulga con ideas comunistas, eres servil a la derecha. No sorprende una visión tan poralizada y dicotómica, aún menos si tenemos en cuenta de que Cerrón es la mente detrás de este ideario. En fin, Castillo no descansa y podría continuar incrementando su capital político. Si bien tiene reducidas posibilidades de llegar a Palacio en estas elecciones, podría abrir una tendencia más radical de la izquierda, más provinciana y arcaica que la de Verónika Mendoza.