Los peruanos tenemos una facilidad increíble para edificar ídolos de barro. Nos ocurrió con Martín Vizcarra, quien aprovechó el hartazgo y rechazo al fujimorismo para construir una imagen de político mesiánico. La gente le creyó, algunos lo llamaron «el presidente de la crisis» durante el inicio de la pandemia, y los medios le hicieron comparsa a sus conferencias diarias que disparaban su popularidad. ¿Qué obtuvimos? Un expresidente vacado que se vacunó, una y otra vez, sin la menor vergüenza.
Ahora que conocemos la verdadera cara del denominado «Lagarto», no hay duda que el arrepentimiento, la vergüenza y la decepción asoman. Pero como diría un meme de los Simpson: «¿Usted no aprende, verdad?». Vizcarra les vio la cara a todos los antifujimoristas y los usó para conseguir lo que quería, ¿les suena a algo parecido en la actualidad? Sí, Perú Libre y Pedro Castillo han apelado al mismo recurso y, otra vez, hemos caído redonditos.
No pasará mucho tiempo para que nos demos cuenta de que Castillo es otro Vizcarra: sin partido (porque el dueño es Vladimir Cerrón) y sin bancada, porque ni la mitad de congresistas responden a su liderazgo magisterial. Aunque no lo quieran ver y vivan en negación, quien sería nuestro futuro presidente es un producto, cuya fecha de vencimiento tiene nombre: Vladimir Cerrón.
El profesor chotano no es la reivindicación de los pueblos, menos el voto digno y con memoria, simplemente es una nueva versión del clásico político peruano que llega a ser presidente y acaba preso o acusado de corrupción. ¿Por qué tendría que ser diferente ahora?, ¿porque es cholo como nosotros?,¿porque es maestro?, ¿porque nació en la pobreza? Ya antes hemos intentado convencernos, bajo esos mismos argumentos y no entendemos que la honestidad no es cuestión de razas, condiciones sociales o ideología.
Quería esperar a ver cómo inicia un eventual Gobierno Pedro Castillo; pero, sin duda, el papelón que cometieron con el militante supuestamente asesinado por la horda de La Resistencia no da buena espina. Es más, confirma lo que sospechábamos, un presidente improvisado, manipulable, que probablemente no termine sus 5 años de mandato. Así estamos.