La perpetua postulante a la Presidencia de la República, Keiko Fujimori Higuchi, ha emprendido su campaña camino a Palacio de Gobierno, casona que ya conoce. Este, con un pie aquí, en el 2020, y otro en el ayer, un arcaico ayer… Entre manos duras y un viaje al pasado, tras un corto, aunque claro, spot dio claras luces de cuál sería su lema en la cruzada del 2021.
El 25 de enero, con un tono maternal, exhibía una pieza audiovisual donde anunciaba «en dos palabras» la oferta de gobierno de Fuerza Popular (FP): «mano dura». A mi juicio, dicho video es, en demasía, el develamiento más grande de un, ahora, más viejo que el nuevo fujimorismo. Nos da precisiones respecto al vuelco que da la Keiko de esta década en contraste a la pretérita.
«Resumo en dos palabras mi propuesta de gobierno: mano dura. Sí, mano dura para salvar a nuestras familias; mano dura contra la pandemia porque la respuesta ha sido muy ineficiente, ya no solo vamos a defendernos del virus, vamos a salir a atacarlo, lo vamos a perseguir y acorralar», dijo. A ello, agregó lo más relevante de toda su declaración: «Mano dura para volver a rescatar al Perú». ¿Volver? Esa palabra marca un antes y un después en el partido naranja.
Desde Alberto Fujimori, el fujimorismo (suena redundante, pero no lo es) no ha llegado al Poder Ejecutivo como para «rescatar al Perú». Por ello, ese «volver» no es volver una década o un lustro atrás, sino remontarnos a la era del «no shock» del expresidente de rasgos orientales. En simple: no puedes «volver a rescatar al Perú» sin que exista algo de qué salvarlo ni tengas el poder para hacerlo. Desde que Keiko lidera FP no se ha suscitado un panorama que cumpla dichos requisitos (hasta ahora).
En una línea parecida y con las mismas ganas de girar al menos 45°, Keiko, el 18 de enero, anunció que, de llegar a la Jefatura del Gobierno, buscaría la excarcelación de su padre. «Yo estoy a favor de un indulto a mi padre y prefiero decirlo así, abiertamente», señaló.
Cabe destacar que, en 2016, durante su campaña presidencial, aseguró que no indultaría a su padre, que «prefería la vía legal». Mientras, en 2017, se opuso al perdón que Pedro Pablo Kuczynski le otorgó al entonces ya alicaído Alberto Fujimori.
El contraste entre la Keiko de las últimas dos contiendas electorales es claro; las razones del cambio, debatibles.
Sin embargo, la «mano dura» que «vuelve a rescatar al Perú» y su cambio de posición frente al indulto, induce a considerar el deslizamiento de la fujicard, como he denominado la búsqueda de Keiko de recuperar, a través de su padre, el voto del núcleo duro del fujimorismo y a quienes tienen una sempiterna deuda con Alberto por las reformas que hizo a favor del país.
¿Cómo lo hará? Pues recordando qué significó la llegada de su padre al poder: llevar al Perú de una crisis heredada del primer gobierno de Alan a una nación próspera, con un crecimiento económico constante. Ella tiene en frente a un Perú envuelto en crisis y podría lograr que el electorado vea en ella la reencarnación de su padre. Con esta versión incierta de Fuerza Popular, se podría romper con la mala suerte que padecieron Keiko y compañía en las Elecciones Congresales Extraordinarias del 2020, en las que su representación se redujo en decenas. No obstante, aún continúan liderando el «anti», por lo que debe o radicalizar la emisión de fujicards o cambiar rumbo.