La pandemia del COVID-19 trajo cambios en todos los sectores; el Congreso de la República, uno de ellos. La virtualidad sirvió de mucha ayuda para aquellos parlamentarios que tuvieron que regresar a sus regiones al interior del país, ya que los mantenía seguros, en compañía de sus familias, y a la vez conectados con su labor legislativa. Sin embargo, culminado el confinamiento y con el regreso de la presencialidad parcial, el Congreso prefirió continuar con los plenos virtuales, en muchos casos, abusando de los mismos.
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No es sorpresa para nadie que los escándalos que rodean a los congresistas que sesionan de manera virtual han sido notorios a lo largo de las últimas legislaturas. Desde parlamentarios en la playa durante una votación de interpelación, hasta una congresista en paños menores durante la sesión de una comisión. Esta gran herramienta de la virtualidad, pese a que debería usarse para mejorar la calidad legislativa, ha servido más bien para suavizar su importancia y librar a los parlamentarios de su responsabilidad con el pleno.
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Conclusión
Era de extrema necesidad que el Congreso ofrezca más mensajes como este, que lo acercan a la ciudadanía. Retornar a la presencialidad de los plenos no solo contribuye al ejercicio de su labor, como he mencionado, sino que también faculta a los ciudadanos, mediante los medios, ver cuáles son los acuerdos, negociaciones y reacciones ante diversos temas de la agenda legislativa. Sin duda, una acertada decisión del presidente Alejandro Soto Reyes.