El Perú padeció meses atrás lo que la mayoría creía sería un nuevo inicio democrático. Una brisa esperanzadora, aunque ahora sabemos que era más bolivariana, aparece con una disolución del Congreso de la República, aquel gran día para las masas -me excluyo en la totalidad- en el que tirar conos a personas de 70 años era parte de la lucha contra la corrupción y la impunidad; mas protestar en contra de un abrupto quiebre del orden constitucional era traición a la patria.
Bueno, como ya nos podemos dar cuenta, el Perú continúa igual: inseguridad en diversos sectores, informalidad en aumento (3.3% con respecto al año pasado), inestabilidad económica y, ahora, hasta los escolares, con su nuevo colectivo ‘Secundaria Combativa’, apegados al estilo de cualquier agrupación marxista y con influencia de la extrema izquierda nacional, salen a protestar.
Por supuesto, en estos días no han faltado los aclamados intelectuales que desde Madrid, porque Lima es tierra de cholos (y a mucho orgullo lo digo), con su columna en La República -que cada día va corriendo más a los brazos de Verónika Mendoza- que celebraban que el pueblo peruano pudiese seguir los pasos de Chile y Colombia con manifestaciones violentas, provocadas por una hegemonía esquematizada (de la cual ya hablaba el comunista Gramsci), que sectores de la extrema izquierda han utilizado a nivel Latinoamérica con el fin de avanzar en la sublevación del pueblo y la variación de las constituciones.
Un ejemplo de que ello es elaboración de una izquierda extremista no democrática la encontramos en quienes buscan una nuevo carta magna para la nación colombiana, la actual fue redactada en 1991 y, aunque no lo crean hasta hubo un representante de las FARC, además de uno del Partido Conservador (centro-derecha) y otro del Partido Liberal (centro-izquierda), entre los más destacados. A lo que quiero llegar es que quienes anhelan una nueva constitución en Colombia no son demócratas, sino estarían de acuerdo con la pluralidad de la actual carta, ellos son los fieles al chavismo, a los Castro y a Ortega.
En fin, en Perú, pese a la liberación de Keiko Fujimori, acaso la más aborrecida de la historia -porque ni con los indultos a terroristas se veía tanta animadversión-, no llegamos a los extremos de naciones limítrofes, donde la ciudadanía ha venido manifestándose delicuencialmente; sin embargo, paso a paso, nos volvemos estas o, al menos, seguimos el esquematizado camino de la izquierda radical.
Lo mencionado se evidencia cuando Martín Vizcarra, a quien a duras penas podemos llamar demócrata, cae y cae a la misma velocidad a la que «subía y subía» su exlíder Pedro Pablo Kuczynski durante su campaña.
El ingeniero moqueguano no ha dejado de sorprendernos. Y haré referencia a los hechos más recientes, porque si hablamos sobre toda su gestión como cabeza del único poder del Estado que parece existir, no terminamos nunca.
Primero, elige a Edmer Trujillo para el Ministerio de Transporte; no entiendo, quién elige como titular de una cartera ministerial a alguien a quien le solicitó su renuncia (abril 2019).
De forma póstuma, tres renuncias en 39 días. Primero Meléndez, de los pocos que votaron contra la cuestión de confianza; luego la ministra de Salud, quien tuvo irregularidades con el puesto de trabajo de su esposo y; finalmente, con Petrozzi, quien renuncia para no perjudicar más la imagen de Vizcarra, porque es claro que la pluralidad informativa no es uno de los pilares de este Gobierno.
Después de esto hay 524 millones de formas en las que nos perjudicó Vizcarra, la Fiscalía y los defensores del acuerdo con Odebrecht; pero descuiden, luego podemos pedirle un préstamo de 89 millones de dólares al Banco Mundial para poder llevar a cabo la reforma judicial. Es decir, damos a una empresa corrupta millones para ir corriendo a un banco a pedir menos, cuando hasta ahora no se gestiona la reconstrucción del Norte, no hay educación de calidad en cientos de lugares y la carencia de equipamiento en salud cobra 1200 vidas a neonatos.
Finalmente, nos sorprenden con 42 millones de soles, que en cualquier país civilizado habrían sido causal de vacancia, y curiosamente involucran al ministro Trujillo, sí, el mencionado hace un momento, que se dieron a una empresa que lideraba ICGGSA, miembro del ‘Club de la Construcción’ durante la gestión del ciudadano Martín Vizcarra Cornejo como gobernador regional de Moquegua.
La conclusión que podemos obtener de los casi 630 días que ha tenido Vizcarra en papel de ejecutor es ineficiencia e irregularidad en sus acciones como «presidente» y como exgobernador regional. Ya el 28 de julio del 2021 será enjuiciado y, quizás, tenga un final tan lúgubre como el resto de exmandatarios de nuestro país.