Con la llegada del presidente Donald Trump a su segundo mandato, los mercados globales y el mundo corporativo se enfrentan a una política comercial radical que promete reconfigurar las relaciones económicas internacionales. A través de una ola de tarifas arancelarias recíprocas sin precedentes y una política interna cargada de sanciones, amenazas regulatorias y señales contradictorias, Estados Unidos parece dirigirse hacia una economía más cerrada, proteccionista y geopolíticamente tensa.
Michael Cembalest, jefe de estrategia de inversiones de J.P. Morgan Asset Management, lo describe con un neologismo digno de un glosario satírico alemán: Börsenstandpunktänderungspräsident, que podría traducirse como “presidente que cambia su postura según las fluctuaciones del mercado”. En sus informes de abril de 2025, Cembalest plantea no solo los efectos de las tarifas, sino también el entorno político volátil que agrava la incertidumbre económica en Estados Unidos y más allá.
Un sistema de tarifas sin precedentes
La administración Trump ha adoptado una fórmula de reciprocidad comercial para aplicar aranceles que alcanza un promedio del 23%, en comparación con el 2.5% a inicios del año. Este sistema no se basa en parámetros tradicionales de diferenciales arancelarios, barreras técnicas o sistemas impositivos como el IVA, sino en una ecuación improvisada y sin fundamento técnico claro:

Donde k=1 bajo supuestos arbitrarios de elasticidad.
Esto ha llevado a que sectores estratégicos como acero, aluminio, autos, semiconductores, productos energéticos y farmacéuticos estén sujetos a aranceles que, en muchos casos, superan el 25%. Además, el impacto no es solo fiscal: los economistas comparan el efecto agregado de estas tarifas con una duplicación del impuesto corporativo.
Impactos económicos inmediatos
Ya se perciben las consecuencias:
- Desaceleración del crecimiento económico: El pronóstico de crecimiento para el primer trimestre de 2025 ha sido recortado a solo 0.5%, según el modelo GDPNow del Banco de la Reserva Federal de Atlanta.
- Colapso del optimismo empresarial: Las encuestas de la NFIB, Business Roundtable y Fed regionales muestran caídas significativas en las expectativas de inversión y contratación.
- Disminución de fusiones y adquisiciones: En sectores clave como tecnología, medios y telecomunicaciones (TMT), la actividad cayó 40% frente al mismo periodo de 2024. La desconfianza regulatoria y las investigaciones impulsadas políticamente están frenando operaciones importantes.
Una economía en modo defensivo
La mayoría de CEO’s de grandes empresas están profundamente preocupados, no solo por las tarifas, sino por un patrón de represalias desde el poder ejecutivo. Algunas empresas han sido amenazadas con perder contratos federales, sancionadas públicamente o incluso objeto de persecución jurídica por diferencias políticas o comerciales. Esta dinámica genera una percepción de incertidumbre sistémica en Washington.
A esto se suma la reducción del personal en organismos como la FDA y el CDC, así como recortes presupuestarios a investigaciones científicas y control epidemiológico, lo que agrava los riesgos estructurales en salud pública y ciencia aplicada. El propio informe lamenta que “el país parece estar desmantelando su infraestructura institucional crítica”.
China, minerales críticos y dependencia estratégica
Una de las piezas clave del conflicto económico se encuentra en los minerales raros y críticos, esenciales para la industria de defensa, energía y tecnología. China domina la producción global de elementos como disprosio, terbio, lutecio y gadolinio. Estados Unidos depende de China en un 70% a 100% para muchos de estos minerales. Aunque existen reservas estratégicas y posibles sustitutos, la historia reciente sugiere que cualquier interrupción provocaría aumentos drásticos en precios y disrupciones productivas.
La administración estadounidense está evaluando medidas para incentivar la producción nacional, pero los plazos son largos y las alternativas escasas. En 2014, China ya aplicó restricciones a las exportaciones de tierras raras, lo que disparó los precios y paralizó sectores industriales clave. Hoy, el riesgo de un déjà vu se siente cada vez más real.
El espejismo del retorno manufacturero
Trump y sus asesores han insistido en que el objetivo último de su política comercial es revitalizar la industria estadounidense. Muchos economistas advierten que esa promesa es ilusoria. Incluso si se eliminaran completamente los déficits comerciales, el impacto en el empleo manufacturero sería marginal: la participación de este sector en el total del empleo aumentaría solo 2.5%.
El caso de Alemania es revelador: con décadas de superávit comercial, su empleo manufacturero ha caído casi igual que en EE.UU. ¿La razón? Automatización, eficiencia, y cambios estructurales en la economía. De hecho, un estudio citado en el informe afirma que entre 2000 y 2010, el 88% de los empleos perdidos en la manufactura estadounidense se debieron a aumentos de productividad y no al comercio internacional.
Lecciones históricas: el malentendido del proteccionismo
Un estudio reciente de Klein y Meissner titulado Did Tariffs Make American Manufacturing Great? New Evidence from the Gilded Age(Klein A. & Meissner C., 2025), que concluye que dichas tarifas redujeron la productividad al fomentar la supervivencia de empresas ineficientes y frenar la competencia. En otras palabras, el proteccionismo no fue el motor del crecimiento, sino una carga amortiguada por otras dinámicas de innovación y expansión demográfica.
¿Y ahora qué? Perspectivas para los inversores
A pesar del panorama adverso, hay oportunidades si se actúa con cautela. La historia muestra que, tras caídas de 15% en el S&P 500, los retornos promedio al año siguiente son del 12%. Además, reformas estructurales como la exclusión de bonos del Tesoro en el cálculo de capital bancario podrían liberar hasta $2 billones para reinversión productiva.
El capital extranjero también podría aprovechar incentivos fiscales para invertir en infraestructura, manufactura o inteligencia artificial, como lo han anunciado Apple, OpenAI o Eli Lilly. Sin embargo, estas promesas siguen siendo volátiles ante un entorno legal y político inestable.
Conclusión: ¿estrategia o improvisación?
El nuevo orden económico propuesto por Trump –basado en aranceles, sanciones, poder ejecutivo ampliado y presión sobre las corporaciones– genera más preguntas que respuestas. ¿Se trata de una estrategia para reequilibrar el comercio mundial y proteger intereses estratégicos? ¿O es un conjunto de medidas reactivas sin una hoja de ruta coherente?
Sea cual sea el caso, los próximos meses serán decisivos. La capacidad de los actores económicos para adaptarse a este entorno, proteger su capital y mantener una visión de largo plazo será clave.