El pasado 25 de mayo, el presidente Vizcarra respondió a una pregunta referida al caso ‘Richard Swing’, afirmando lo siguiente: «Lo conozco como a muchas personas que participaron en la campaña electoral del 2016. Como muchas personas del entorno de la campaña electoral, él colaboraba y participaba de ella y de allí, seguramente, esa relación ha permitido que también tenga una participación en algún nivel de gobierno».
Sin embargo, en su último informe televisivo, se contradijo para maquillar lo que pudo haber sido un claro caso de corrupción, diciendo: «El haber participado en alguna campaña política no te da derecho a ningún cargo público. El cargo público tienes que ganártelo con tu capacidad (…) Este no es el gobierno, como otros, del ‘tarjetazo’, donde tenías que ser del partido para poder ingresar, aquí se ven los méritos de la persona. Los cargos se obtienen por mérito propio«.
En esta última afirmación es evidente que el presidente trata de confundir a los ciudadanos, pues ‘Richard Swing’ no obtuvo nunca un cargo público, sino que fue contratado en numerosas ocasiones a lo largo de seis gestiones del Ministerio de Cultura para actividades superfluas, acumulando una cuantiosa suma de 175 mil soles. El haber participado en la campaña política del 2016, quizá, no haya otorgado beneficios de un cargo público, pero sí numerosas contrataciones. Quizá la tarjeta de ingreso a esas contrataciones no haya sido ser parte de un partido, sino justamente haber participado en la campaña presidencial.
Sería bastante ingenuo sorprenderse de esta «modalidad» de contratación pública, pues se ha visto siempre en todos los niveles del estado, partiendo por el ejecutivo, hasta municipalidades. El estado está repleto de contrataciones o cargos públicos donde priman las influencias por sobre el mérito.
Esto es doblemente dañino, ya que no solo se está cometiendo un delito; sino se está privando al ciudadano de consumo y ahorro. Los 175 mil soles que derrochó el Ministerio de Cultura provienen del bolsillo de los contribuyentes. Y así como se le dio tan desorbitada suma de dinero en tan poco tiempo a una sola persona, hay que pensar en cuánto derrochó el estado en los últimos años ponderando el swing sobre el mérito. Cuánto privó al ciudadano de ahorrar para posteriormente invertir o a esa pequeña empresa de contratar un nuevo trabajador o a pasar a la formalidad, entre tantas otras cosas.
Para empezar a combatir este antiquísimo flagelo, debemos determinar, al menos en términos generales, por qué sucede. Esto ocurre (1) porque el burócrata tiene competencia para realizar tales contratos y (2) porque, al no ser su dinero, no escatima el gasto.
El estado gasta dinero ajeno en terceras personas, lo que hace posible incalculables derroches y, como puede hacerlo muchas veces sin mayor consecuencia, se convierte en un saqueador y pródigo compulsivo. Para detener o aminorar este problema debe atacarse esas dos causas.
La solución está en reducir el tamaño del estado. Disminuir sus competencias. Con menos puestos burocráticos, disminuyen las contrataciones «de tarjeta», las subcontrataciones, los puestos creados para sentarse sin hacer nada o, incluso peor, para hacer más agobiante un proceso burocrático al ciudadano.
Privatizar empresas focos de corrupción como Petroperú o Sedapal es asegurarse que se premie el mérito y no el swing. Esto, porque un capital privado arriesga su dinero y no está pensando en derrochar; elige a trabajadores competentes, porque de ello depende su eficiencia en el mercado; e invierte en ser más productivo, porque quiere ser rentable. Que sea la verdadera meritocracia de una sociedad capitalista, que cumple con las normas formales y sustantivas de igualdad de oportunidades, la que defina vencedores y ganadores. Luego, con todo ese recorte de gasto público, aminorar o eliminar algunos impuestos, quitarle la potestad al estado de ser el que planifique y que sea el ciudadano quien disponga de su propio dinero sin que se lo arrebaten al ritmo del swing.
En síntesis, liberalizar de verdad el mercado para que una empresa pueda sumarse a la competencia sin muchas complicaciones y que el estado no sea cómplice de concentraciones de poder.
Finalmente, para saber si este gobierno premia al mérito y no al swing basta con preguntarse: ¿Podría Richard Cisneros acumular en tan poco tiempo 175 mil soles en el sector privado?