El clima político peruano se encuentra frente a tres disyuntivas, las cuales deben ser analizadas y vistas con objetividad para así soslayar sentimentalismos e instar en lo que es mejor para nuestro país. Las opciones sobre la mesa son cerrar -sin fundamento y de manera populista- el congreso, nuestra cámara de representantes; vacar al presidente y llamar a nuevas elecciones, que abriría un portal con diversos caminos; o continuar con este sistema populista que, poco a poco, genera demagogia y, a largo plazo, nos condenará al fin de la democracia constitucional que gozamos.
La culpa no es “de todos” como le gusta decir a Vizcarra, la culpa se remonta al pasado lúgubre que ha permitido que empresas como Odebrecht sean estrechamente amigas de nuestros exmandatarios y sus allegados. Nuestro pasado nos condena ahora. Vizcarra y su Gabinete tienen gran culpa en esto. Salvador del Solar, Primer Ministro, ha tenido dos primeros meses netamente nescientes, donde no ha encontrado una solución en el conflicto Las Bambas y, donde, además, el diálogo entre el Congreso y el Poder Ejecutivo no ha mejorado, en lo absoluto.
Otro importante factor es la selección fructífera con la que el Gobierno está acechando a los políticos, así como el abuso de las prisiones preventivas, en casi todos los casos innecesarias. La misma arbitrariedad por la que se dio lugar a la muerte del exmandatario Alan García, es la que se está usando para criminalizar a organizaciones políticas, como José Domingo Pérez ha querido hacer con el Partido Nacionalista -acto el cual el congreso ha rechazado por completo-.
A todo lo mencionado tenemos que sumarle la lamentable actuación del Frente Amplio, específicamente a Maria Elena Foronda, quien yendo contra la ética que debería tener todo parlamentario -representantes de los peruanos- contrato a una exmiembro del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), uno de los grupos terroristas que más daño le ha hecho a nuestra patria. Acto bueno del congreso fue suspenderla; no obstante, la izquierda peruana se despidió de la congresista como si despidieran a una heroína, cuando en realidad fue en contra de la historia peruana.
Atrapados en sus cuatro paredes los más poderosos del país han lanzado de manera golpista una ofensiva en contra del Congreso, instando así en la mala relación que parece ser invariable, todo justificado con la reforma política que es casi bandera de nuestro presidente.
El Perú tiene, ahora, una importante decisión que tomar, la cual necesitará de un análisis no polarizado y de dejar de lado el populismo y el miedo a poder no tener un futuro político. A veces, las medidas menos populares son las que -con mayor urgencia- deben ser tomadas, para así obtener logros respetables y no populares, para obtener un futuro para el país y no votos en las siguientes elecciones.