Que la izquierda gane, y veamos «más allá de nuestro privilegio», pensemos en quién necesita la mano y el abrazo del padre Estado, que, bueno y probo, dará sin pedir más de lo necesario.
Que la izquierda gane, y sintámonos hermanados, juntos en la colectividad, en el bien común, en el abstracto del interés general; que ya veremos de qué se trata eso.
Que la izquierda gane, y olvidémonos de las individualidades, del querer tener y asegurar lo propio para el ahora y para los nuestros del futuro; que la obligación de dar sea ley, que alguien sabrá gastarlo bien.
Que la izquierda gane, y dejemos de ser tan duros, tan críticos, tan ásperos y draconianos con todos aquellos que a sangre y fuego, que a dolor y llanto lucharon por un futuro mejor, por justicia y revolución, que aquellos salidos del pueblo lo sirvieron sobre ríos de sangre y pilas de cadáveres.
Que la izquierda gane, y querramos ser un poquito más como los de Escandinavia, como Nueva Zelanda o como cualquier sistema de bienestar, porque dar buena parte de lo que se gana está bien y pensar en que el dinero no es eterno no viene al caso.
Que la izquierda gane, y unámonos al cambio, subámonos a la ola; total, más de un país ya lo viene haciendo; unámonos al proyecto de acabar con eso que llamamos neoliberalismo aunque no lo entendamos muy bien.
Que la izquierda gane, y logremos justicia social, pues tanto pasado pesa y tanta memoria resquebraja, que total igualar mediante la ley es mejor que la igualdad ante la ley.
Que la izquierda gane y defendamos la moral, ¡la correcta moral!, porque de lo bueno y de lo malo ya sabemos. Y que todo aquello con la posibilidad de ofensa sea restringido hasta lograr abolirlo.
Que la izquierda gane, que no nos vamos a parecer a nadie, que no vamos a imitar a nadie ni vamos a cometer los mismos errores de nadie, porque distintos somos y amigos también; porque de ellos bebemos y nos asesoramos, pero no copiamos.
Que la izquierda gane, ¡que ya le toca! Pues este país qué experiencias ha tenido más allá de leves intentos en tierra, banca y programas asistenciales.
Que la izquierda gane, ¡y cambiemos todo! ¿Para qué mantener —o siquiera reformar— el modelo que nos ha proveído crecimiento, estabilidad, desarrollo, reducción de la pobreza y fondos suficientes para resistir los embates de la pandemia? El Estado debe estar más, que ayudarnos e igualar ya sabrá.
Que la izquierda gane, y confiemos en el andamiaje intelectual del «fantasma que recorre Europa», en las ideas probadas y probadas, en los más de 100 millones de cadáveres y almas.
En fin, que la izquierda gane y ojalá este país no pierda.