El miércoles 17 de abril de 2019 se suscitó un sorprendente hecho, un último acto político del exmandatario Alan Gabriel Ludwig García Pérez, uno de los líderes estadistas más grandes que pasaron por nuestra patria, catalogo su muerte como un “acto político”, porque ha servido para marcar la historia de nuestra república creando un antes y un después de su deceso.
García fue visto desde joven, desde los 17, siendo exactos, por el Partido Aprista Peruano (PAP), quizá uno de los partido con mayor influencia en el siglo pasado, un partido que se volvió en algunos una religión, un culto con el cual, en lo personal, jamás simpaticé, tal vez por su tendencia a la izquierda o por su radicalización si nos remontamos a sus inicios; sin embargo, un ideal el cual hasta el final respetaré por su prevalencia en los momentos más críticos. En fin, Alan fue recibido desde muy joven y tuvo un magistral mentor, uno de los intelectuales más grandes del siglo pasado, a Víctor Raúl Haya de la Torre, un zoon politikón distinto, quien dedicó gran parte de su vida estimulando el aprendizaje del ahora ido.
El caso judicial Alan García no inicia hace poco, se remonta hasta su primer gobierno, uno de los peores del Perú republicano, casi 30 años de historia sin nada en la praxis y con mucho sin hilar. El hecho es que al expresidente jamás lo juzgaron porque nunca se le encontró culpabilidad a ciencia cierta.
Hacia el final de su vida sufrió el negligente abuso del Ministerio Público, de sus nescientes funcionarios, hecho el cual concluyó en una muerte, quizás, anunciada, una muerte que dejo helado a más de uno, consternó en demasía y revelo la hipocresía de millones.
La ruptura del orden ha sido evidente en el Poder Judicial estos últimos meses. En el caso de García fue una amalgama de deficiencias jurídicas las que concluyeron con un fiscal y policías en la casa de un ciudadano sin la existencia, si quiera, de una acusación fiscal, es decir, Alan murió sin ser acusado oficialmente.
La arbitrariedad judicial de los fiscales -quienes no necesitan presentación- no solo afectó a García, acaso de la peor manera, sino también a exmandatarios y antiguos políticos a quienes la arbitraria “preventiva” les está sacando canas entre rejas. Son tres mandatarios caídos: una en cárcel, el otro en sus cuatro paredes y el último en la próxima vida; pero faltan varios, puede que los más nefastos sigan aún en libertad. El Ejecutivo junto al Judicial dejan mucho que desear y tienen mucho que cambiar, si no quieren que se generen actos de índole inmoral.
Alan García ejecutó con su fin un nuevo inicio para el APRA y dio un mensaje desde su cajón que le abrió los ojos a aquellos que con estilo draconiano soslayaron la moral, creyendo que ejercían política.