«¿Nos podemos poner de acuerdo?»: esta frase mundialmente famosa fue pronunciada en 1992 por Rodney King, un afroamericano que fue detenido por conducir a exceso de velocidad y salvaje e injustamente golpeado por un grupo de policías de Los Ángeles, quienes luego fueron declarados inocentes por un tribunal; no obstante, existió un vídeo de la violenta paliza, grabado por un vecino curioso, que luego fue entregado a una cadena de televisión. Una vez difundido, las imágenes dieron la vuelta al mundo.
El veredicto de inocencia desató protestas masivas que duraron 6 días, causaron 63 muertos, 2383 heridos, 7000 incendios, 3100 negocios dañados y cerca de mil millones de dólares en pérdidas económicas directas, antes de que la Guardia Nacional de California, el Ejército de los Estados Unidos y Fuerzas Especiales de su Infantería de Marina tuvieran que intervenir para poner fin a la violencia. Estos hechos nos demuestran, como dice el dicho popular, que no solamente en el Perú se cuecen habas.
King trató de calmar a los manifestantes que estaban destruyendo la ciudad, a pesar de haber sido el quien había sufrido la feroz golpiza, con esta simple frase: «¿nos podemos poner de acuerdo?». Lamentablemente, no fue escuchado.
Al analizar la atomizada y variopinta composición de nuestro Parlamento en medio de la crisis de violencia que afecta al país, y la falta de experiencia y manejo político de la mayoría de sus miembros, vale la pena que nuestros parlamentarios se hagan la misma pregunta que hizo King en 1992: ¿nos podemos poner de acuerdo?
Concertación Parlamentaria fue la denominación adoptada hace más de una década por un grupo minoritario de legisladores de distintas posiciones políticas para poder lograr un objetivo vital para su efectiva participación en el Congreso de la República: formar una bancada. En ese entonces, para un joven como yo que tenía apenas 12 años la palabra «concertación» llevaba consigo un aura de frescura y esperanza. Connotaba precisamente un deseo de ponerse de acuerdo por un bien mayor y más importante para el bienestar del país que mantener posiciones individuales distintas e irreconciliables. Era como ver a San Martín de Porres y a sus tres mascotas: perro, pericote y gato, convivir en paz por el bien común.
Quizás sean pocos los que se acuerdan del periodo 2011-2016. Por supuesto que a muchos esos años le traen a la mente el gobierno de Ollanta Humala, una administración de triste desempeño y envuelta en escándalos sinfín. Es por ello que el electorado peruano terminó por castigar a los Humala-Heredia concediéndoles un magro 1.6 % de los votos cuando la pareja pretendió bizarramente probar lo que les quedaba de capital político en 2021. Hoy en día, las dos segundas vueltas a las que llegó el nacionalismo humalista no son más que anécdotas de un pasado cada vez más distante en la mente colectiva del Perú.
Frente a ese vago recuerdo de mediocridad gubernamental, el periodo parlamentario de 2011-2016 podría haber sido inusitadamente memorable, aunque muchos no lo vean así. Aquel periodo sería el último en completar su mandato de 5 años en el caso hipotético de concretarse el adelanto de elecciones generales a 2024, ya aprobado durante la actual legislatura, en una segunda votación. Y aquí es importante anotar que el período 2011-2016 sería también el que precedió al periodo disuelto 2016-2019, a partir del cual se originó nuestra crisis política en curso.
Aunque conformado por múltiples fuerzas políticas, el Parlamento de 2011 a 2016 fue un periodo de concertación. Ningún partido ostentaba una mayoría. El oficialismo humalista buscaba apoyarse en la alianza de Perú Posible, inicialmente conformada junto con Acción Popular y Somos Perú.
Por su parte, el fujimorismo tendía puentes con distintos grupos políticos, desde el PPC hasta Alianza para el Progreso. Finalmente se formó la bancada de Concertación Parlamentaria, conformada por cuatro apristas junto con Carlos Bruce y Renzo Reggiardo. ¿Qué podrían tener en común los dos últimos parlamentarios con sus colegas apristas? Poco a nada, pues Bruce había sido expulsado de Perú Posible al desentenderse con Alejandro Toledo y el apoyo a Humala en la segunda vuelta de 2011, mientras que Reggiardo se había retirado de la Alianza Solidaridad Nacional, que incluía a su partido, Cambio 90 (el que en poco tiempo se mimetizaría y cambiaría de nombre a «Perú Patria Segura» a partir de 2013). Dado que las reglas de aquel entonces estipulaban que una bancada debía tener como mínimo 6 integrantes, estos seis parlamentarios optaron por ponerse de acuerdo y unir sus fortalezas y experiencia políticas para formar un pequeño, pero importante grupo de trabajo.
Esta es la historia del nacimiento de Concertación Parlamentaria, bancada que duraría un periodo completo, y que siguiendo la misma estrategia de ponerse de acuerdo y no adoptar posturas irreconciliables, logró reclutar a tres miembros más a mitad del mismo periodo.
Curiosamente, los seis miembros iniciales del bloque eran todos parlamentarios reelegidos. En efecto, su experiencia parlamentaria jugó a favor de ellos, pues la mayoría se conocían del periodo anterior. Eran políticos de carrera que con tacto político fácilmente lograban ponerse de acuerdo y encontraban puntos comunes de unión en pro de la concertación política. Así, no es por gusto que llevaran la palabra concertación como estandarte para identificarse como un bloque parlamentario maduro y con experiencia.
Han pasado seis años desde que culminó aquel periodo. En los siguientes seis años hemos tenido 6 presidentes y 3 parlamentos. Tantas desavenencias, desprovistas del elemento fundamental que significa saber concertar, sobre todo en el transcurso de una crisis política constante y agotadora, han resquebrajado el optimismo y fe que alguna vez tuvimos en nuestros políticos. Y ello no es bueno para nuestra frágil democracia.
La reforma política puesta en marcha debe tener como objetivo habilitar los instrumentos que permitan e incentiven una mayor concertación. Parafraseando a Víctor Raúl Haya de la Torre, uno se une con su hermano, mientras que uno se alía con su enemigo. Así nacen las alianzas que denotan la madurez política que es tan necesaria en este momento crítico de nuestra historia republicana para sacar adelante al país. Entonces, vale la pena que nuestros parlamentarios se pregunten, tal como lo hizo King en su momento, ¿nos podemos poner de acuerdo?