Si existe un pilar fundamental para el éxito y la trascendencia de la NBA en el deporte mundial, son Los Ángeles Lakers. La franquicia más ganadora de la historia, donde han pasado los mejores jugadores y entrenadores. Dicen que, si un jugador quiere asegurar ser parte del olimpo del baloncesto, debe ganar un anillo vestido de oro y púrpura en algún momento de su carrera. Una afición que en principio debería ser la de mayores alegrías, pero que está viviendo un verdadero martirio en esta temporada 2021/22. Un suplicio que inició con ilusión y esperanza, mas todo apunta a que terminará como: el mayor fracaso de la historia de la NBA.
Para entender la magnitud de la posición en la que se encuentran los Lakers actualmente, debemos remontarnos a la Agencia Libre del año pasado. Sería una llamada al teléfono de LeBron James, la que cambiaría por completo el rumbo de la franquicia.
Tras caer eliminados en primera ronda de Playoffs, tanto LBJ y el GM Rob Pelinka buscaban un cambio para retomar el camino ganador. Ante esta situación, llegaría el llamado de Russell Westbrook, estrella de los Washington Wizards . Este le daría a conocer a LeBron su intención de regresar a su ciudad natal y jugar en Lakers, el resto es historia. Pocas semanas después, se estaría cerrando lo que, probablemente (y en palabras del propio Magic Johnson), es el peor traspaso de la historia de la NBA. Russ llegaría a Los Ángeles con el contrato más alto de toda la NBA y con la incógnita de si podría a llegar a ser compatible su juego con el de LeBron James.
Posterior a este traspaso, la gerencia construiría una plantilla histórica. Lograría el record de ser la que mayor cantidad de All NBA tenía en la historia de la liga. Jugadores experimentados que, en un principio, se pensaba que llegarían para darle categoría al equipo.
Al iniciar la competición, no fue necesario ver más de dos partidos para darme cuenta que el experimento no funcionaría. Un equipo sin química, sin energía y con su tercera estrella decepcionando a niveles que ni los aficionados más pesimistas imaginaban. El fracaso parecía inminente, la desesperación se evidenciaba desde el rostro del entrenador, hasta el de los dueños de los Lakers. Cuando todo indicaba que la situación no podía ir a peor, Anthony Davis sufre su segunda lesión grave de la temporada. Lamentablemente, esto se ha convertido en una constante que empieza a cansar a los hinchas. Ante esta situación, todas las miradas se enfocaron en LeBron James, quien a sus 37 años hacía todo lo que podía para sacar adelante a una plantilla totalmente desvarada.
Con el transcurso de los partidos, la rotación angelina pasó de leyendas consagradas a depender del rendimiento de un Rookie como Austin Reaves o de jugadores que no tienen un rumbo fijo en la liga como Malik Monk o Stanley Johnson. Todos estos, intentando complementar a un James que tuvo que reconventir su posición a pivot.
Actualmente, los Lakers se encuentran en la novena posición de una debilitada Conferencia Oeste, a tres derrotas de salir de la zona de Play In. La situación es catastrófica; no tienen ni elecciones del Draft ni capacidad de realizar un traspaso por el exorbitante contrato del “Brodie” y las pocas piezas de valor.
¿Quién es el culpable de esta situación? Señalar a una persona sería ser totalmente injustos: Culpa de Frank Vogel por tardar tanto en darse cuenta de quiénes son los pocos jugadores que rinden en el equipo; culpa de Russell Westbrook por el pobre rendimiento que dio; la poca autocrítica de LeBron James y Anthony Davis por insistir tanto en traer a su “amigo” Russ a la franquicia; de los jugadores de rol por no tener el temple necesario para jugar en los Lakers; y finalmente, culpa de Rob Pelinka y la dirigencia por desmantelar al equipo campeón del 2020 que tantas alegrías había traído a la Nación Laker.