El mundo contemporáneo nos ha hecho creer que la política es solo y nada más que el ejercicio o la actividad de quienes militan en un partido o movimiento político, o quienes ostentan un cargo público. Tal vez, esta concepción imprecisa ha hecho que muchos observen la política como una actividad lejana a sí mismos. Cuando pensamos en el hombre político, nuestra mente construye la imagen de quienes gobiernan, de nuestro presidente, congresistas o alcaldes.
Hoy quiero reivindicar este término, muchas veces desvirtuado por quienes han usado mal la actividad política. Después de observar cómo muchos de aquellos a los que llamábamos «políticos» se encuentran, hoy en día, procesados o encarcelados. Y más aún, cuando los observamos condicionarse o enfrentarse en los medios de comunicación, como si se encontraran en un mercado, nuestra reacción común es la de rechazo a este mundo llamado política.
Este panorama desagradable que se viene desarrollando desde hace años en nuestra sociedad ha logrado que muchos jóvenes – y también adultos – tengan miedo o rechazo a involucrarse en la vida política del país. Evidentemente, nadie quiere inmiscuirse en un mundo donde reina la corrupción y el delito. Sin embargo, la política va más allá de la actividad de gobernar o militar. Para ello, es menester remontarnos al pensamiento antiguo. De este modo, podremos identificar qué constituye actividad política y qué no lo es.
Para nuestros filósofos griegos era sencillo poder realizar esta distinción. La política platónica y aristotélica, nos hablan de un carácter relacional de la política. Es político todo aquel que busca relacionarse con los demás miembros de la polis. Aquel que es capaz de salir de sí mismo para involucrarse en la vida común. Por ello, no sorprende que Aristóteles, luego de haber afirmado que el hombre es un animal social por naturaleza, pase a afirmar que, del mismo modo, el hombre es un ser político. No es nuestro propósito ahondar en la concepción metafísica de la naturaleza. Nos basta con saber que, para dicho filosofo, la vida política y la naturaleza humana están intrínsecamente unidas. Es decir, se es más humano en la medida en que se es más político.
Entonces ¿Quién es el verdadero político? Es aquel que es capaz de pensar en el bien común antes que en el bien particular. Se siente parte de la sociedad y, como miembro de ella, busca encaminarla hacia su mejor bien. Aquí es preciso preguntarnos si quienes ejercen ciertos cargos políticos han logrado dar este salto de preocuparse por sí mismos a preocuparse por todos los peruanos. Hobbes expondrá en otro momento esta dinámica donde el político ha de enfrentarse a la elección entre sus intereses personales y los intereses públicos.
En un momento en el que la política, como actividad sublime de interés por el bienestar social, se ha desvirtuado, es importante que hagamos una defensa de la sana política. La vida política es lo más valioso de una vida en común, a tal punto que, para la filosofía platónica, no involucrase en la vida político-social te hace menos humano. Defendamos la política de quienes la usan para intereses superfluos. Todos somos capaces de involucrarnos en la vida social. Que nadie te arrebate esa dimensión natural de tu vida. También tienes algo que decir y algo por hacer.
No te propongo postular a un cargo público, te invito a que luches por un país mejor. Eso es hacer política. Y, si para lograr ese objetivo, debes militar en un partido o debes presentar tu candidatura ¡no tengas miedo! No importa la posición política que tengas y más allá de tus ideales. Es deber y responsabilidad de todos. No observes pasivamente cómo muchos destruyen tu país, también puedes hacer política, una verdadera política.