El día de ayer el Congreso decidió admitir la moción para vacar al presidente de facto, Martín Vizcarra. El procedimiento es bastante sencillo: bastaba 52 votos para ser admitida. Conseguir los votos no fue problema, considerando que fue firmada por 96 congresistas. Se notificará al mandatario, quien tendrá que defenderse y, pasado ello, se procederá a votar su vacancia. Y es que no es complicado. Hasta podría decirse que “está cantado”.
Sin dudas, Vizcarra saldría como por un tubo. No solo porque es amo y señor de la gestión más desastrosa a nivel mundial de la pandemia, sino también porque se llevó todos los honores al personaje más cínico en los últimos años. El curioso personaje pretende pintarse de víctima cuando es el causante de varios -sería mezquino decir que fueron todos- problemas que hoy padecemos. Es decir, desde la temblorosa mano mientras enfrentaba al azuzador de Cáceres Llica, cuando reventó el conflicto de Tía María, anunciando “encontrar los argumentos” para anular la licencia, hasta las múltiples interpretaciones auténticas, y las aleatorias designaciones de ministros, difícilmente podría decirse que es un dirigente diligente.
Difícilmente alguien que se llama a sí mismo “demócrata” y “respetuoso del Estado de Derecho”, pero que hace todo lo contrario es, cuanto menos, bastante incoherente. Pero vayamos un paso más allá: pretender determinar cuál y cómo se da una causal de vacancia, o si INDECOPI hace o no bien su trabajo cuando le “jala las orejas” al MINSA, no es exactamente un fiel respeto a la división de poderes. El Robespierre peruano, rey de la única verdad es, por desgracia, la víctima.
La causal de incapacidad moral es clara: se aplicó con Fujimori y con PPK; en un caso se concretó, en el otro no. Sin importar el resultado, ambos son precedentes, y como tales son aplicables. El Congreso puede -y, hasta cierto punto debería- vacar a Vizcarra. Vacarlo por mentir. Vacarlo por ser un pésimo gestor. Vacarlo por engañar a todos los peruanos. Vacarlo por despilfarrar dinero. Vacarlo por incompetente. Sin embargo, hoy no es el día y este no es el momento. En medio de una crisis sanitaria y económica, es lo último que necesitamos. Las pasiones no nos llevarán a nada bueno. Vacar al incapaz es una opción, pero no es la única opción. En cualquier otro contexto, no tendría duda alguna. Vizcarra debe salir, pero no ahora.
Y hablando de pasiones, la reforma aprobada hoy, que impide que sentenciados en primera instancia postulen a cargos de elección pública, sería genial si no fuera por dos cosas: el límite es demasiado bajo y tenemos un Poder Judicial y Fiscalía completamente politizados. No nos olvidemos de las organizaciones criminales investigadas dentro de ambas. ¿O es que los Cuellos Blancos eran un cuento? Las elecciones van a ser una cacería de brujas.