Una constante que se ha mantenido presente a lo largo de la historia del ser humano es su continua búsqueda por la libertad en todos sus aspectos. Por un lado, se puede hablar de una libertad económica, que se expresa en todas las maneras que un individuo puede progresar a través de sus propias capacidades en un contexto que impulse su potencial creativo. Otro ejemplo es el de la libertad tecnológica y científica, la cual se entiende como aquella que, por medio de descubrimientos y novedades artificiales, pueda hacer que el hombre supere las condiciones naturales que lo restringen, como el no poder volar. Finalmente, se encuentra el matiz político, cuyos pilares son, entre otros, la democracia, la expresión libre y la participación indiscriminada.
Los escenarios en los que una sociedad renuncie a su libertad de manera voluntaria son muy pocos, y estos se deben a situaciones muy particulares. Uno de ellos fue, en el caso peruano, la época del terrorismo, que asoló al país desde 1980 hasta la segunda mitad de la década siguiente. En este caso, la libertad se vio restringida temporalmente en nombre de la seguridad ciudadana. Por otra parte, no obstante, hay contextos en los que la autonomía individual se ve atentada sin el consentimiento de la población en cuestión. Este es el caso de Cuba, cuya sociedad vive según los parámetros que dicta la casta política que se encuentra enquistada en el poder gubernamental desde hace décadas. Dichos escenarios, no obstante, no pueden sostenerse a sí mismos durante un tiempo considerable, a causa de que la naturaleza humana siempre apunta hacia su libertad y autonomía, razón por la cual se producen levantamientos o, incluso, revoluciones.
Las restricciones hacia la autonomía, no obstante, no sólo toman forma desde un gobierno de turno. Por el contrario, pueden manifestarse a través de un abanico muy variado de medios, siendo uno de estos la opinión pública y los colectivos sociales. La política de la censura en redes sociales y la noción de ser poseedores de lo “correcto” que desarrolló un espectro del progresismo actual durante los últimos años se convirtió, poco a poco, en una suerte de autoritarismo mediático. Las principales víctimas de esto fueron la libertad de expresión y de pensamiento.
Actualmente, es posible observar una de las tantas respuestas que se encuentra en gestación. Se trata de la aparición de una nueva oposición ante el avance de una izquierda cultural que, hoy en día, comienza a perder terreno en el espectro político. Figuras como Javier Milei, en Argentina; José Antonio Kast, en Chile; Donald Trump, en Estados Unidos; Jair Bolsonaro, en Brasil; Rafael López Aliaga, en Perú; entre otros, forman parte de una contestación colectiva frente a un autoritarismo mediático y omnipresente que se ha hecho presente a nivel social sin que muchos lo notásemos hasta que esta ya había crecido lo suficiente.
Ninguna represión dura para siempre, y tampoco existe sociedad en este mundo que la tolere. La respuesta política se encuentra a la vuelta de la esquina. Cuanto más duro es el autoritarismo que reprime la libertad social, más fuerte será la respuesta de oposición en defensa de la autonomía.