Desde hace varias semanas el jefe de Estado junto al ministro de Salud vienen diciendo que existe una «meseta de contagios», que el mal por el que miles de peruanos hoy se encuentran sin trabajo y sin libertad ya está por ultimar su apogeo; no obstante, hemos sido víctimas de un aparente mecanismo ilusorio.
La «meseta de contagios» se entiende como la etapa del virus -en este caso el de Wuhan (COVID-19)- en el que la cifra de contagiados se aplana y así se reduce la propagación del mismo. Este hecho en nuestro país aún no se da, fe de ello son las cifras de los últimos dos días, las más altas desde el inicio del confinamiento, el pasado martes se reportaron 5,772 nuevos pacientes del coronavirus; el miércoles (ayer), 6,151.
Lo mencionado deja claro dos cosas: (1) no hemos llegado a la meseta y (2) la curva ha crecido más que nunca. El pasado viernes, el presidente Martín Vizcarra, anunció un -aparente- último «martillazo», uno que ya no se aplicaría por dos semanas -como se venía haciendo, sino por más de cinco. Este martillazo es el quinto que alude el Gobierno, y con este, en total el Estado ha sometido nuestra libertad por 106 días.
Hablemos de la meseta. El día 56 de la cuarentena, Víctor Zamora anunciaba que nuestro país había llegado a una meseta. Era la primera vez que un funcionario aseguraba ello. «Hemos llegado a una conclusión: que ciertamente como promedio nacional hemos llegado a una meseta», señaló.
Claramente, no hubo ninguna meseta. El 11 de mayo (día 54) se registraron 1,515 nuevos casos; al día siguiente, 3,237; y el día 56 ya habían más de 4 mil casos (4,247). Quizás, el ministro creyó que un buen día era sinónimo de una meseta; mas su epifanía fue desmentida por la data.
Luego, el día 58 (15 de mayo), el presidente, pese a los datos mencionados, ratificaba el arribo a la meseta. «Sí, estamos (en la meseta de contagios) pero el trabajo, así como ha tomado dos meses lentamente subir, también va a tomar mucho esfuerzo comenzar a bajar poquito a poquito con el esfuerzo de todos», indicó.
Nuevamente, no hubo meseta. La siguiente decena de días se creció a un ritmo de cerca de 4 mil nuevos contagios diarios, sumando en total 39,355 casos en ese periodo.
El 22 de mayo, el mandatario no afirmaba la continuidad de la meseta; al contrario, decretaba el nuevo martillazo por más de un mes y, a su vez, aseguraba que ahora sí estábamos en la meseta, que la curva había sido aplanada. «Es una meseta que indica que la tendencia va a ser una disminución gradual, progresiva, pero lenta», aseguraba.
Sin embargo, conocemos que en la realidad no fue así. Como mencionaba al inicio (párrafo 2), los dos últimos días han sido los más críticos y han batido un récord.
Lo mencionado anteriormente no tiene como objetivo criticar la incapacidad humana de vaticinar la llegada a una meseta, sino para ser conscientes que no podemos vivir esperándola y en el ínterin empobrecer a la población.
Nuestra libertad ya va 74 días siendo sometida y la opción íntegramente viable no es continuar alargando el confinamiento, sino establecer medidas que permitan ser libres con protocolos y medidas sanitarias de seguridad; caso contrario, la proyección del economista Elmer Cuba de un crecimiento en 8% en la pobreza quedará corta.
Cumplir la cuarentena en un país como el nuestro es un privilegio y, por lo tanto, de facto ya se ha levantado en las zonas con mayores dificultades económicas de nuestro país, donde millones de personas se han quedado sin ingresos y han empezado a salir a las calles a reclamar su derecho a trabajar. Es momento de tomar medidas que también permitan la continuidad del desarrollo.