Indi Gregory, la bebé británica de 8 meses que padecía una enfermedad mitocondrial, murió el lunes, tras la decisión del Tribunal Superior de Gran Bretaña. No es un caso aislado la muerte de Indi, porque la justicia inglesa también ordenó que desconecten los soportes vitales en otros casos: Alfie Evans, Alta Fixsler y Charlie Gard, todos eran niños que padecían la misma enfermedad mitocondrial. La familia Gregory estaba manifiestamente en contra de la aplicación de la eutanasia; “le han quitado la oportunidad de vivir y la dignidad de morir en su propia casa. Consiguieron llevarse el cuerpo y la dignidad de Indi, pero nunca su alma”, declaró Dean Gregory.
Gran Bretaña, al firmar la Declaración Universal de Derechos Humanos, asumió el compromiso de salvaguardar y, sobre todo, cumplir sus 30 artículos, entre los que está el derecho a la vida. El ordenamiento de Gran Bretaña no se rige por una Constitución política, porque es un país en que se aplica el common law, un “sistema legal basado en las decisiones que se realizan por los tribunales, es decir, los jueces dictaminan sus decisiones con base en los principios, costumbres y la jurisprudencia”, así lo describen los especialistas de la Universidad Anáhuac. El fin del Gobierno es el bienestar del ciudadano, según el británico considerado padre de los derechos humanos, John Locke, pero no es lo que está haciendo su propia nación.
Ante esta situación, es necesario preguntarse si es verdadera justicia la que los jueces aplicaron en estos cuatro casos de eutanasia. Para empezar, la justicia es definida por Cicerón, considerado el jurista romano más influyente de su época, como “el mandato de darle a cada uno lo que le pertenece”. La situación indefensa de Indi me lleva a concluir que no le pertenecía morir, al contrario, la vulnerabilidad exige del Estado mayor protección. Con menos razón le pertenecía morir, cuando sus padres no estaban de acuerdo con los médicos. Otro dato importante es que sí se podía continuar con el tratamiento, porque el Gobierno italiano le concedió la nacionalidad a Indi y los cuidados necesarios en el hospital Bambino Gesú de Roma.
Similares escenarios tienen los otros 3 casos: el mismo hospital de Roma ofreció acoger a Alfie Evans, pero los tribunales británicos le rechazaron el permiso a sus padres; Alta Fixsler pudo haber sido trasladada a un hospital de Jerusalén; Charlie Gard, a un hospital pediátrico de Nueva York. En estos cuatro casos, la justicia británica fue injusta, por ello es necesario hablar de esto en los medios, es necesario exigir lo mínimo en este mundo que está de cabeza: que la justicia sea justa.