Intentas mirarme a los ojos, desplazas ligeramente los tuyos, inicias un minucioso recorrido y ahora estás observándome. Desde mis pies hacia mi cabeza. Desde mi cabeza hacia mis pies. En silencio, pareces gritarme tu egocentrismo, mientras me decepciono al notar que a pesar de que el tiempo transcurre, todavía te esfuerzas en darme la contra.
Te disfrazas e intentas engañarme, yo cedo. No me gustan las confrontaciones, pero a ti sí. Es complicado convivir contigo y te lo digo siempre que nos encontramos. A tu costado, a veces productos de higiene personal, a veces un jarrón de flores. A mi costado, a veces un jarrón de flores, a veces productos de higiene personal. La personificación de objetos solo existe en la imaginación, eso lo sé, así que realmente no tengo testigos. Mejor dicho, no son los ordinarios, lo cual me impide recurrir a ellos.
No tengo que esperar mucho para oír tu primera crítica. Te enojas cuando actúo dócilmente. ¿Por qué te enfada tanto? Al mismo tiempo, me ensalzas y atribuyes un valor excesivo. Una relevancia que me es imposible aceptar. Me dices que merezco todo solo por el hecho de ser yo. Parecieras odiarme cuando demuestro humanidad o confianza e insistes en que debería ser como tú.
Siempre deslizas un “¿por qué?”, de esos que ya abundan. A veces hasta he llegado a pensar que realmente te sientes solo y lo que necesitas es únicamente algo de compañía, me necesitas. Yo, aunque quisiera, no puedo mentirte. También pienso que necesito algo de compañía, te necesito. ¿Qué te parece?
Tal vez sea la única cosa que tengamos en común y me asombra saberlo. ¿No te resulta extraño que continuemos juntos? Ni el tiempo, ni las personas, ni las diferencias han podido separarnos. A pesar de todo, siempre nos encontramos, frente a frente y en el mismo lugar. Aunque no pretendo incomodarte, permíteme decirte cuán cansino y agobiante me resulta que coincidamos en cada espejo. Estoy harto de verte y de que me veas. Me siento exhausto. Lamentablemente para mí, y sin que sea mi intención, se ha convertido en un punto de encuentro que ambos ya conocemos de memoria.