La desinformación siempre ha existido, especialmente en política, pero ahora con el temor y la incertidumbre que podemos sentir en medio de la pandemia del covid-19, se ha vuelto más evidente, sobre todo a nivel de la ciencia. En este escenario pandémico, la desinformación es grave ya que puede afectar negativamente la salud de la población. El Internet y las redes sociales han ayudado a su propagación como un reguero de pólvora. Aunque con unos pocos clics puede ser fácil comprobar que se trata de falsas noticias, a muchos usuarios de redes sociales no les importa hacerlo, y prefieren ser los primeros en compartirlas, tal vez gobernados por la emoción o por el escándalo.
En el marco del covid-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido sobre los riesgos de lo que ha llamado la infodemia y la desinformación, es decir, una cantidad excesiva de información dentro de la cual se advierten noticias inexactas y falsas sobre todos los aspectos de la enfermedad y particularmente los tratamientos. Esto puede conllevar a que muchas personas tomen mayores riesgos, ingiriendo “sustancias milagrosas” que pueden perjudicarlas. En ese aspecto, los riesgos son cada vez más grandes porque los sitios de difusión de información falsa se han profesionalizado. Se ha pasado de publicaciones simples o amateurs a la desinformación con fines ideológicos o de negocio. El hecho mismo de que el conjunto de los trabajos científicos se presente bajo la forma de teorías alimenta a los fabricantes de fake news . El grado de incertidumbre generado por la palabra «teoría» se convierte en un arma en manos de manipuladores y gurús. En efecto, la búsqueda de la verdad que anima a los científicos, así como sus desacuerdos e incluso sus querellas, son puntos débiles fácilmente explotables en las fake news . En la ciencia, todo se basa en hechos observables y verificables, que sólo pueden contradecirse con propuestas que integren los mismos, no con opiniones
En muchos casos, las falsas noticias no son más que opiniones disfrazadas, la mayoría de las veces en abierta contradicción con la realidad. Generalmente, cuando se imagina a los generadores y propagadores de fake news y a los que creen en ellos, se podría tender a considerarlos como personas con un bagaje cultural limitado. Ahora bien, según un equipo de psicólogos americanos, no tiene nada que ver con su nivel de educación o su inteligencia. Muy por el contrario, los defensores de los hechos alternativos, y más particularmente los que expresan su escepticismo ante la ciencia, no son herméticos a ésta. Son «tan educados e interesados en la ciencia como el resto de nosotros», explicaron los psicólogos Hornsey, Campbell y Kahan al presentar los resultados de sus trabajos a finales de enero del 2017 en el simposio de la SPSP (Society for Personality and Social Psychology). Por tal motivo, estas personas tienden a seleccionar cuidadosamente la información a la que prestan atención y silencian una gran parte de ella para llegar a las conclusiones que desean y así poder presentarlas como verdaderas.
Esto significa que no hay búsqueda de ninguna realidad científica, sino de piezas tomadas de diferentes lugares y que parecen confirmar la teoría defendida por la persona que cree en ella. Es decir, usan la ciencia para reforzar sus opiniones minimizando los aspectos con los que están en desacuerdo. No necesariamente los niegan, pero dirán que son menos relevantes. Entonces, ¿qué podríamos hacer para limitar una intoxicación con noticias falsas? ¿cómo podemos identificarlas? Específicamente en el campo de la ciencia, debemos formar a los científicos para hablar de sus resultados, para divulgar los conocimientos de manera adecuada y que estos no sean malinterpretados o utilizados por fabricantes de fake news . A nivel individual, de los líderes de opinión y en los medios de comunicación, la responsabilidad y el escepticismo deben primar. Mirar bien quién es el autor de las noticias e investigaciones y ver si ha publicado en periódicos científicos respetados por sus pares evitará que seamos engañados por científicos aislados o personajes que podrían tener opiniones excéntricas. Resumiendo lo planteado, no debemos creer todo lo que se publica, debemos verificar y cotejar la información antes de distribuirla. Si no tenemos certeza de la veracidad de la información, no la compartamos. Actuemos de manera responsable para evitar que las fake news sean el nuevo virus que nos infunde miedo y desesperación.