Columna: El panóptico
Luego de sobrevivir a todo tipo de disparos mediáticos, calumnias, persecuciones y demás artificios contra los candidatos que lideran la intención de voto, finalmente llegó el día de elegir a nuestras autoridades. Aunque para algunos sea una fecha más en el calendario, hoy escribimos un nuevo capítulo en la novela republicana. Decidimos el futuro que creemos merecer. Nadie elige a ciegas. Todos apuntamos a una dirección. En un mundo onírico el elector es exigente con un proyecto uniforme, viable y organizado para ser convencido.
Las encuestadoras han jugado un partido aparte en la última semana y nos han cargado de información disímil: candidatos inamovibles y enemigos fantasmales. Hay que ser conscientes de las implicancias del sufragio y asumir las consecuencias naturales de una elección. Nos adentramos a la recta final y no deben existir, a estas alturas del juego, el voto dubitativo, sino uno responsable e informado. Pero los antecedentes nos advierten que cerca del 40% de electores deciden su voto una semana antes de la elección, según «El Perfil del Elector Peruano», estudio elaborado por Ipsos con la participación del Instituto de Estudios Peruanos (IEP).
Este 11 de abril es una jornada de unión y reflexión en medio del remolino ocasionado por la crisis sanitaria, económica y social. Nos queda esperar los resultados a boca de urna. Los escenarios nos inducen a creer que la posibilidad más cercana es la segunda vuelta. Es decir, la espera sería aún más agónica. Mientras tanto vivamos a pulso la elección en esta circunstancia histórica por las condiciones excepcionales de la pandemia. Hay que escudriñar a los “Minicandidatos”, como ha catalogado el libro en esta contienda electoral que reza: «No hay roles protagónicos ni estrellas; todos son personajes secundarios en busca de un elector». El pronóstico es reservado. Nos aguarda una tarde expectante y discusión en la sobremesa. Un domingo soleado, distinto y con altas posibilidades de convertirse en un día histórico. Votemos con la convicción de Abraham Lincoln: «Una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil», de otro modo el escenario podría ser tan devastador como el súbito crimen al expresidente.