La discusión respecto a la vacunación obligatoria para quienes estudian Derecho debería estar cerrada desde los argumentos propalados en el caso Jacobson vs Massachusetts (1905). Sin embargo, para quienes aspiran a ser abogados y además se adscribe al pensamiento liberal, la cuestión necesita una reflexión a profundidad.
El liberalismo no es una filosofía política uniforme, sino que comprende una variedad de puntos de vista políticos estrechamente relacionados. Dentro del pensamiento político liberal encontraremos a quienes son lockeanos, rawlsianos, randianos y hayekianos, entre otros. Pero, aunque con muchas posturas de por medio, todas ellas suscriben a compromisos comunes, dos de estas tienen incidencia en este debate:
- No absolutismo de derechos: está permitido coaccionar a las personas solo para evitar que dañen injustamente a otros.
- Individualismo Normativo: solo los individuos -y no las entidades colectivas- son el punto de referencia de las obligaciones morales.
Ante estos compromisos podría resultar difícil convencer a los liberales de que un gobierno pueda ejercer una coerción sobre ellos para imponer la vacunación obligatoria. Precisamente esta tarea la emprende Jason Brennan en su artículo «A Libertarian Case for Mandatory Vaccination» el cual quiero rescatar en esta columna.
Brennan reconoce la dificultad de la tarea, pero afirma que se puede defender una vacunación obligatoria incluso desde los compromisos liberales comunes antes mencionados.
Siguiendo el primer compromiso liberal podemos afirmar que los individuos no tienen ningún derecho de exponer a otros a enfermedades peligrosas y que, por tanto, estaría justificado utilizar la coerción para evitar que estos individuos propaguen la enfermedad. En consecuencia, se podría pensar que una forma prometedora de justificar la vacunación obligatoria, coherente con el liberalismo, es argumentar que las vacunas son una forma de evitar que los individuos impongan un riesgo injusto de daño a otros. Siguiendo esta línea argumentativa, Brennan expone los argumentos de Jessica Flanigan en su artículo «A defense of mandatory vaccination»:
Considere los siguientes casos:
- Durante una celebración de fiestas patrias, tu vecino dispara al aire indiscriminadamente. La bala cae e impacta en tu hombro.
- Una amiga trae a sus hijos infectados con COVID-19 a una fiesta. Ella no ha vacunado a sus hijos. Como resultado de ellos estar expuestos, tus hijos se enferman.
Flanigan afirma que está claro que el tirador realiza una acción moralmente incorrecta, en consecuencia, sería permisible utilizar la coacción para evitar que el tirador dispare indiscriminadamente al aire. Además, sostiene que los casos 1 y 2 son suficientemente análogos. Por ello, sí está permitido utilizar la coacción para evitar que el tirador imponga un riesgo indebido de daño a los demás. Entonces, debería permitirse evitar que la madre imponga un riesgo indebido de daño. En este caso, para evitar que imponga tal riesgo, debemos exigirle que vacune a sus hijos.
No obstante, Brennan advierte que el argumento de Flanigan no toma en cuenta que el problema de la no vacunación es un problema de acción colectiva, es decir, un individuo no vacunado por sí solo no impone un riesgo relevante, sino que es la acción colectiva de no vacunación lo que genera un peligro inminente, ya que afecta la inmunidad colectiva.
Teniendo presente que el problema de la no-vacunación es un problema de acción colectiva, Brennan se enfrenta a 2 grandes conflictos con los dos compromisos liberales anteriormente mencionados:
- Si cada individuo por sí solo no representa un riesgo relevante ¿por qué se le debería coaccionar? Los liberales aceptan que las personas puedan conducir autos o portar armas a pesar de que esto representa un riesgo relativamente más alto que la no-vacunación de un solo individuo. Por consiguiente, no habría razón para coaccionar al individuo no vacunado.
- Si los liberales afirman que solo los individuos, y no las entidades colectivas, son el punto de referencia de las obligaciones morales, no debería estar justificada la coacción sobre un individuo no vacunado pues este por sí solo no representa mayor riesgo, sino que es justamente la acción colectiva de no-vacunación la que representa el peligro.
A estos 2 conflictos, Brennan responde con el Principio de Manos Limpias: un principio que establece la existencia de una obligación moral de no participar en actividades colectivamente dañinas, definidas estas como actividades causadas por un grupo o colectivo donde las aportaciones individuales a la acción dañina son desapercibidas.
- Para responder al primer conflicto Brennan saca a colación la Teoría de Sven Hansson sobre Riesgo Aceptable e Inaceptable. Hansson sostiene que es aceptable exponer a alguien al riesgo «sí y solo sí esta exposición es parte de un sistema social equitativo de toma de riesgos que funcionan en su beneficio”. Es decir, que la idea de Hansson es que, para que podamos vivir juntos y beneficiarnos de la cooperación social, debemos ser capaces de imponernos algún grado de riesgo de daño entre nosotros, por ejemplo, conduciendo, volando o emitiendo al menos algo de contaminación.
Bajo esta perspectiva, conducir un automóvil impone un riesgo para los demás, pero este riesgo es aceptable porque todos se benefician de que se les permita conducir automóviles. No estar vacunado, por el contrario, impone un riesgo sin beneficio. - En segundo lugar, Brennan sostiene que las acciones que hacen contribuciones minúsculas al riesgo colectivo inaceptable, son tan objetables como las acciones que son inaceptablemente riesgosas independientemente del comportamiento de los demás. No estar vacunado constituye una contribución a la imposición colectiva del riesgo.
Es verdad que un individuo no vacunado no representa riesgo relevante, pero este individuo está realizando una contribución a la imposición colectiva de riesgo, lo que podría llevar a poner en peligro la inmunidad colectiva.
Subsanados estos dos conflictos, Brennan afirma que se debe permitir al Estado instituir una política de vacunación obligatoria. Por último, presenta un caso análogo al de la no-vacunación para sustentar su Principio de Manos Limpias:
Considere el siguiente caso:
Una banda de 10 francotiradores está a punto de matar a un niño inocente. Han sido entrenados para disparar de tal manera que cada disparo golpee al niño al mismo tiempo, y cada disparo sería fatal por sí solo. No puedes evitar que maten al niño. Te preguntan si te gustaría unirte y hacer el undécimo tiro.
Ante tal situación, los liberales estarían de acuerdo en que es moralmente incorrecto ser el undécimo (o millonésimo) tirador y que, además, estaría permitido usar la coacción para evitar que alguien más participe. Estas intuiciones, argumenta Brennan, surgen por el Principio de Manos Limpias.
Si el caso del pelotón de fusilamiento es análogo al de la no-vacunación, entonces los liberales deben adoptar el Principio de Manos Limpias y sostener que el Estado sí puede imponer una política de vacunación obligatoria.
En esta columna mi principal objetivo ha sido adelantarme a quienes posiblemente, ante la inminente llegada de una vacuna contra el coronavirus, se sostengan en supuestos argumentos liberales para evitar ser vacunados. Además, he visto cómo liberales, principalmente en Argentina, se han posicionado en contra de la cuarentena o incluso de la obligatoriedad de las mascarillas. Mi posición es que estas medidas no violan derechos (salvo una cuarentena muy prolongada), sino que están destinadas a proteger a los individuos de daños nocivos.
El liberalismo siempre será caracterizado por querer reducir el Estado y evitar la coacción indebida del aparato estatal, pero no hay que olvidar que el fin principal siempre será el de proteger los derechos individuales.
La tesis de Brennan no está exenta de críticas. Por ejemplo, Charlie T. Blunden en su artículo «Libertarianism and collective action: is there a libertarian case for mandatory vaccination?» sustenta que el Principio de Manos Limpias no es del todo eficaz para sostener un argumento a favor de la vacunación obligatoria, sino que sería mejor optar por el Principio de Suficiencia Individual. O Justin Bernstein en su artículo «The Case Against Libertarian Arguments for Compulsory Vaccination» sostiene que Brennan debería replantear todo su esquema argumentativo pues este no se ajusta correctamente a los compromisos liberales.
O también deja preguntas sin resolver, por ejemplo: ¿cuál sería la pena en caso de no vacunarse? ¿Se puede aprehender a alguien para vacunarlo? ¿Se lo puede apresar si no aceptó?
Todas estas críticas y preguntas son válidas y deben llevarse a un análisis, pero siempre teniendo en cuenta que el liberalismo tiene como fundamento principal el de proteger los derechos individuales.
En mi opinión, una más Hayekiana, el problema de la no-vacuanción sí representa un riesgo, puesto que cada individuo no vacunado aporta a la acción colectiva de no-vacunación lo que en última instancia resultaría en un peligro para la inmunidad colectiva.
Y conforme Hayek establece en Derecho, Legislación y Libertad, el Estado sí está facultado a tomar acciones ante una epidemia, acciones que tienen que estar previstas para proteger al individuo y dentro de esa protección también se incluye evitar los riesgos colectivamente dañinos.